El retrovisor

Tiempo de mesa y mantel

Francisco y Jesús Sánchez de La Fonda Negra, 1971.

Francisco y Jesús Sánchez de La Fonda Negra, 1971. / TLM

Miguel López Guzmán

Tiempos parcos los que nos tocado vivir ya que la cesta de la compra ha visto disparados sus precios por obra y gracia de la guerra del señor Putin y de las ocurrencias de quienes manejan los cuartos. No importa, la Navidad es la Navidad y difícilmente perderá su sentido, salvo matices. Supimos decir adiós a las angulas con ojos, a las cigalas de tronco, a las patas de lechal, al cochinillo e incluso a los pavos (aunque siempre se ha dicho que la carne de la pava es más tierna), pues igualmente sabremos reinventarnos para disfrutar de las entrañables fiestas familiares en las que conmemoramos el nacimiento de Jesús.

Tiempo de mesa y mantel

Tiempo de mesa y mantel

En otros diciembres más bonancibles, y por estas mismas fechas, los guardias urbanos, los del pito, ya lucían sus regalos en torno a ellos: cajas de vino, conservas, globos, sidra y cientos de obsequios más les acompañaban en la tarea de poner orden al tráfico.

La rosa de los vientos que siempre han sido las Cuatro Esquinas se veían colmadas de transeúntes en su ir y venir por Trapería y Platería, las colas en El Gato Negro para adquirir los últimos décimos de la Lotería de Navidad; el vocerío coincidía con el canto de los loteros vendiendo los últimos números del tradicional sorteo. La Alegría de la Huerta ya lucía sus escaparates dando vida a la muñeca Cayetana. Los tarjetones navideños de Nogués se vendían por cientos, hacían de la Platería una calle viva, plagadas de saludos y felicitaciones. El Bazar Murciano colgaba los primeros juguetes en su pérgola y pronto el paje real ocuparía su trono. Qué decir de Casa Pedreño, la que lucía rótulo de azulejos con la leyenda de «Ultramarinos finos». Por allí campeaba don Felipe apoyado en las ventas por hijos y nietos: huevo hilado, capón relleno, picardías de Abarán, jamón dulce, espárragos de Navarra, jamón de Jabugo y miles de galguerías más, en selecta competencia con la Fonda Negra de Francisco Sánchez, que acompañado de su hijo Jesús, en la cercana calle de González Adalid, ordenaba vinos y cavas junto a yemas de Caravaca, los polvorones de Estepa y latas de cangrejo ruso.

Zagales de reparto y huertanos con sombrero de hongo preguntaban por direcciones de calles cargados de cestas, pavos, capones y conejos vivos; de engalanadas cestas navideñas con las que agradecer el trabajo a médicos, directores de banco o abogados, que veían recompensada su tarea con los obsequios navideños.

Tiempo de obras de caridad, mientras en los portales llegaban las felicitaciones más variopintas en forma de tarjetas que solicitaban tímidamente el aguinaldo, carteros, serenos, monaguillos, basureros, empleados municipales, sacristanes o bomberos. El eterno milagro de la Navidad llega una vez más, sentémonos a la mesa en la Nochebuena para recordar a los ausentes , orar y soportar a los cuñados en estos días convulsos que nos ha tocado vivir.

¡Felices Pascuas, querido lector!

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