Mundial de Qatar

El jeque de Qatar gana su Mundial

Messi fue el director de orquesta en el campo, argentinos y franceses jugaron bajo su batuta

El presidente de la FIFA, Gianni Infantino, el emir de Qatar Tamim bin Hamad Al Thani, y el presidente de Francia, Emmanuel Macron.

El presidente de la FIFA, Gianni Infantino, el emir de Qatar Tamim bin Hamad Al Thani, y el presidente de Francia, Emmanuel Macron. / Friedemann Vogel

Matías Vallés

Matías Vallés

Los sobornos al Parlamento Europeo han demostrado que Qatar es solo una cuestión de dinero. De mucho dinero, de cantidades inalcanzables para los lectores de este artículo, salvo que se haya sumado algún eurodiputado a la audiencia. De ahí que se asistiera a la final programada y a su desenlace inevitable. Los especialistas están tan obsesionados con el desplazamiento angular de los pivotes, que se les escapa que bajo ningún concepto debían llegar Croacia o Marruecos a la final.

En un buen año para los regímenes autoritarios, eufemismo para endulzar a las anteriores dictaduras, el jeque de Qatar ha ganado el Mundial que se compró. Le ha costado oficialmente doscientos mil millones de euros, una cantidad superior a la desembolsada en la suma de los anteriores torneos. Por tanto, al jefe de la dinastía Al Thani le asistía el derecho a exigir una final patrocinada por elPSGqatarí. Solo los ingenuos han presenciado un Argentina-Francia, disfraz estatal del Messi-Mbappé, el defraudador masivo de Hacienda y el negacionista del cambio climático, ambos a sueldo del paraíso democrático según la Fifa.

La pareja soñada marcó cinco goles, y dos más en la prórroga. Hablar de dependencia de las selecciones hacia sus líderes es insuficiente, se trata de una verdadera adicción.

Qatar se concedió una amnistía en derechos humanos, para demostrar que el fútbol lava más blanco. No ha habido más símbolos políticos en los estadios que los carteles de 'Free Palestine', a traducir en el emirato por 'Liberad a Palestina de homosexuales'. El recorrido político debe cerrarse con el Waterloo de Macron, que ha contribuido a rehabilitar el autoritarismo qatarí en su dudoso revival de la gran actuación saltarina de Sandro Pertini en España’82.

Sobre la hierba, la emoción del choque no debe despistar sobre la evidencia de que Francia no fue campeona del Mundo ni un minuto, en un espectáculo de tres horas, mientras que Argentina gana con Videla, Margaret Thatcher y los Al Thani. Los europeos aceptaron un papel subordinado incluso cuando anularon dos goles de desventaja en una remontada hercúlea. De alguna manera, se asustaron al ver que estaban contrariando por unos minutos la hegemonía de Messi, que no de Argentina.

'El jeque de Qatar gana su Mundial' es un titular polivalente, que también puede referirse a Messi. El emir lo nombraría gustoso su sucesor. En la final, el jugador de fútbol más importante de la historia fue el director de orquesta sobre el campo del espectáculo en su conjunto. Desde luego que llevó la batuta para los argentinos, pero también más allá de lo imaginable para los franceses, subyugados por su presencia y palmarés.

 Sin Messi, Argentina es solo un cuartofinalista apañado, pero en la final del Mundial ha añadido la determinación irreductible para coronar su última meta, consistente en alcanzar el liderazgo en un deporte de equipo que hasta la fecha solo había desarrollado Michael Jordan. De ahí que se tomara como un insulto personal el segundo gol sobrenatural de Mbappé. La belleza del tanto al v uelo sacó de sus casillas al argentino, más obsesionado con obtener una diana de factura semejante que con el desenlace del partido. El. deporte no perdona a los perdedores, y Mbappé extravió el partido más importante y mejor jugado de su vida, con cuatro goles. No podía hacer más y no fue suficiente, la desventaja de haber ganado un Mundial con 19 años.

Más cerca, se despide el mundial que mostró a la selección de Luis Enrique encerrada en su rotonda, conduciendo sin cesar en círculo el balón, camino de ninguna parte. La pesadilla más recurrente para un aficionado consiste en revisar el polvoriento España- Marruecos. Los españoles podrían ganar a cualquiera de los finalistas, pero no deberían.