Pasando la cadena

Héroes, pero no villanos

Luis Enrique, en el entrenamiento.

Luis Enrique, en el entrenamiento. / EFE/JUANJO MARTÍN

José L. Ortín

Hundirnos en la miseria anímica por cualquier contratiempo es peor que creernos por encima de nuestras posibilidades. Siendo ambos malos, el complejo de inferioridad daña más que el de superioridad porque este, al menos, nos puede conducir a superar realidades si del exceso de confianza no pasamos a la prepotencia; camino más corto hacia la nada. Valorar a los demás es el antídoto para evitarlo.

Y tal remedio brilla por su ausencia en el debate generado a propósito de Luis Enrique. Así, muchos aficionados admiradores de Luis Enrique no se basan en su fútbol como tal, sino que se recrean en su cacareado antimadridismo para chulear a los detractores, y algunos de estos esperan el fracaso para ningunearlo, cuando no lo deseen. De paso, pasan de España por españolistas que parezcan, contradicción generada por ambos extremos. El seleccionador desde su maniqueo: yo soy el bueno y quienes me critican los malos, y sus contrarios desde un desprecio rayando en el odio.

Pero hablando de fútbol, no nos engañemos. Entre nuestros seleccionados solo faltan cuatro o cinco jugadores según muchos aficionados y sobrarían otros tantos. Sin embargo, nuestros mundialistas representan lo que hay porque los ausentes tampoco son indiscutibles ni astros mundiales. Con estas premisas llegaremos a una conclusión: si triunfaran serían héroes porque se habrían superado ampliamente, y si caen en octavos o cuartos no serían villanos porque habrían alcanzado su meta razonable gracias a un sistema de juego que les puede favorecer.

En nuestros veintiséis mundialistas no hay ninguno entre los cinco mejores del mundo en su posición. Y la mayoría, tampoco entre los diez. Es más, mirando atrás solo estuvo Busquets en esos niveles -junto al ausente Ramos-, y podrían estar Gavi y Pedri si hablamos de futuro. Salvo ellos, Carvajal y Rodri, ningún otro es titular en los diez clubes europeos de mayor relieve ni ha ganado nada relevante en su club ni supera en su trayectoria lo que están haciendo en la Selección.

Cosa distinta es si contáramos con Mbappé, el mejor sin duda hasta ahora del Mundial, o un Messi marcando diferencias, aunque fuera en el declive de su carrera. Pero nos conformaríamos con una defensa parecida a la de 2008 al 2012, y alguien como Villa que aun con la uña la enchufara regularmente. Pero nuestra realidad es inequívoca: podemos ganar y perder con cualquiera y glorificamos o crucificamos por igual, haciendo héroes o villanos a los mismos de un día para otro por cualquier circunstancia. Racionalidad y deporte, amigos.

Ante Japón, desde la emoción por nuestros triunfos, jueguen y dirijan quienes sean, y la tristeza por los fracasos, la victoria de los asiáticos pacificó mi vena futbolística. Y es que, cuando veo a un equipo mamonear tanto el balón me parece de justicia que pierda o que no gane. Incluso si se trata de los míos desde la infancia. Y no es tibieza, que soy futbolero emocional, sino poner el fútbol por encima de colores y escudos. No me agrada el juego de andar y sobar mirando hacia atrás, y menos con tanteador ajustado y sin defensa solvente. Para mí, el juego bueno, aunque bascule, es el que siempre tiende hacia la portería contraria desde el principio hasta el final. Es decir, el partido contra Costa Rica, y no por la anecdótica goleada, sino porque desde el minuto uno al cien nuestros jugadores tuvieron la portería de Keylor como objetivo.

¿Culpables ante Japón?: salvo Gavi, Azpilicueta y Morata, los que jugaron, por falta de intensidad, y principalmente Luis Enrique. Reiterar centro del campo tras dos partidos, con el eje Busquets amonestado y con fuelle normal para una hora, fue absurdo. Tampoco acertó con los cambios ni con la dirección. Como muestra, sus continuos gestos de ralentizar tras el gol tempranero para que salieran los japoneses, queriendo hacer de Unai un Beckenbauer, y tres remates a puerta en el partido. Resumen: el seleccionador japonés le dio un repaso. Kubo lo aclaró: «resultó el partido que programamos. Aguantarlos en la primera parte y salir a por ellos en la segunda». Y el propio Luis Enrique lo reconoció: «Si hubieran necesitado más goles, nos los meten». Le honra el reconocimiento.

Y ahora Marruecos. Selección correosa y física no exenta de calidad, aunque tampoco tengan sobresalientes. Así que, o nuestros medianos salen a tope o «Ave Mundial, morituri te salutant». Con lo que tiene, la intensidad es la piedra angular del sistema de nuestro polémico seleccionador.

¡Suerte!

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