SALUD Y ROCK AND ROLL

Odiadores de la Navidad

Belen Unzurrunzaga

Belen Unzurrunzaga

Ha llegado diciembre, esto se acaba, otro año más que nos echamos a la espalda. No recuerdo en qué momento de la vida alguien le dio al botón de ir rápido y todo se acelera, no me gusta. Cada vez la Navidad se adelanta más, los polvorones llevan desde el 15 de noviembre saludándote en el súper, las luces de Navidad llegan antes del puente de diciembre que era cuando normalmente aprovechamos para montar el belén en casa y los comercios se ponían a punto para las fiestas. Pero ahora va todo tan rápido que cuando te quieres dar cuenta estás en el aperitivo de nochebuena matándote por una cerveza en lo que ya se ha convertido en una celebración excesiva, un macrobotellón que tiene como finalidad llegar como Las Grecas a casa para cenar. Me hago mayor, para estos saraos.

Diciembre es ese mes del consumo, de los atracones a comer en comidas de empresa, de amigos del colegio, de la clase de pilates, de no sé cuántos grupos más.

Diciembre, lo mejor de todo, los resúmenes del año, que si la canción que más escuchaste o la foto que más me gustas tuvo en instagram. Ni cotiza que soy la resistencia y no hago ni comparto estas chorradas, soy el grinch, año tras año revalido mi puesto ganado a pulso. Aunque este año creo que el título de grinch está muy repartido.

Me he dado cuenta de que mi título peligra, estoy rodeada de odiadores de la Navidad nivel Premium; odian las pruebas de las luces de Navidad, han odiado el encendido de luces incluso antes de que se produzca, odian los itinerarios de las cabalgatas porque este año pasarán de colapsar el centro de la ciudad a otras calles más en las afueras, y sin ver cual es el resultado ya los están odiando. Ni yo he odiado tanto en mis años de reinado como grinch, debe ser agotador odiar como odian ellos.

Es poesía para mis oídos que los católicos de misa diaria digan que les han robado la Navidad los socialistas por no poner un árbol de hierro con bolas, ¡fariseos! Qué poco practican la palabra de la religión que profesan. Les voy a dar un consejo: vivan la Navidad hacia dentro, en sus casas, con sus familias, los adornos son eso, adornos. El encendido con drones podía haber sido un desastre o un éxito y yo me quedo con que por una vez he vivido un encendido sin fuegos artificiales ni ruidos, algo que mi sobrino con autismo ha agradecido y es posible que gracias a la pulsera de colores que se iluminaba al ritmo de la música sea lo más cerca que voy a estar nunca de un concierto de Coldplay.

Y me encantó ver camino a casa a una pareja como mis padres paseando por la calle, agarrados del brazo y con su pulsera luminosa puesta. ¿Me gustaba el árbol de hierro y las bolas? Me gustaba, y no recuerdo a nadie de la oposición decir las burradas que estoy escuchando, ni a los palmeros de redes tirar de populismo político pueril de los odiadores de la Navidad.

Y mientras en la ciudad de Murcia se encendía la Navidad, en la mejor tierra del mundo la televisión autonómica emitía en directo otra gala más por el cuarenta aniversario del Estatuto de Autonomía ( muy navideño el tema), patrocinada por una casa de apuestas, con un photocall y unos estilismos que sí asustaban al miedo y no las luces de Navidad de la calle Gran Vía de la capital.

Pero esto los odiadores de la Navidad no lo odian, lo aplauden.

No odien tanto, es agotador.

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