Carta de un expresidente

¿España sin Gobierno o Gobierno sin España?

Alberto Garre

Que el Gobierno de Pedro Sánchez es un cúmulo de despropósitos constitucionales ya nadie lo niega. Que muchas de las reformas legales aprobadas o en trámite son exigencias de sus socios de Gobierno o colaboradores bilduetarras y separatistas catalanes tampoco, y que sus cobardes cesiones tienen como objetivo aprobar unos presupuestos que le mantengan en el poder hasta diciembre de 2023, una evidencia incuestionable.

Cada vez que a los españoles se nos anuncia una nueva mesa de negociación con los independentistas debemos estar preparados y tomar precauciones: 1. ‘Mano a las carteras’ si tiene lugar en tiempos de debate presupuestario; y 2. Entonar el ‘ora pro nobis’ si de lo que se trata es de negociar los procesos de independencia del País Vasco o de Cataluña, pues estaremos ante una mesa de autopsia donde pretenden descuartizar el por ellos soñado cadáver de España.

Las continuas cesiones a separatistas catalanes y bilduetarras con reformas del Código Penal y Ley Penitenciaria apetecidas por sus colaboradores son, a más de un escándalo legislativo tras otro, una ofensa a la dignidad de España, una traición a las víctimas del terrorismo y una indecencia política del señor Sánchez para mantenerse en el poder.

Este cúmulo de maquinaciones perseverantes afecta esencialmente a los españoles, pero coetanéamente también al PSOE, cuyos barones territoriales lo critican públicamente. Pedro Sánchez, presidente del Gobierno, se ha ido deslizando en la actual legislatura en un proceloso, antipático y barriobajero sistema de alianzas de Gobierno y parlamentarias, que le han venido ofreciendo victorias tras victorias, hasta la derrota final.

No sé si se trata de un déspota o un iluminado, pero actúa como si lo fuese, pretendiendo un poder total sin limitaciones legales, pese a que el pueblo, por medio de diferentes encuestas, le recuerda el ‘memento mori’(recuerda que eres mortal) que en la antigua Roma un esclavo susurraba constantemente al oído de los emperadores para aplacar su soberbia ante la ignorancia de las leyes y costumbres de que algunos presumían.

Parece haber olvidado cómo consiguió el poder. Una moción de censura originó su investidura con los patrones de un sastre, Rajoy, que como el modisto de Tarzán, también ese día se lo tomó de asueto. Sánchez va desnudo. No calibró que con sus actuales aliados, muchos socialistas, no sanchistas, están más próximos a un votante de centro derecha que a uno de izquierda radical y a años luz de sus colaboradores separatistas.

Quien habla en exceso, piensa poco y se equivoca demasiado no puede seguir ostentando por mucho tiempo la presidencia del Gobierno de España. Además, tampoco parece haber previsto que al frente del PP, Núñez Feijóo, ha consolidado un partido fuerte, como lo fue antaño, que su militancia está unida y que Andalucía, el histórico granero de votos socialista, fue quemado en las hogueras populares de San Juan (no Espadas) de junio del presente año, por Moreno Bonilla, un incendiario electoral de primer orden tratándose del feudo electoral andaluz.

El Gobierno de Pedro Sánchez, por sus propios actos, por sus socios y colaboradores, nos sitúa en la razonable duda de si España está sin Gobierno o tenemos un Gobierno que no contempla la actual España. Todavía está a tiempo de rectificar, no para ganar las próximas elecciones, pero sí para, terminado su mandato, como parece prevé, renunciar a la candidatura del PSOE y optar a la presidencia de la UE a principios de 2024. Amén.

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