Verderías

A consumir otras navidades más

Herminio Picazo

En muy breve nos llega la Navidad. Pasa todos los años, así como si fuera una maldición (o quizás una bendición) de carácter bíblico.

El tiempo navideño que nos toca vivir en las próximas semanas está plagado de eventos, alegrías, familia y tradiciones. Pero también está trufado de una potentísima maquinaria comercial que nos convence de que toca compra, toca consumo, tocan regalos, quizás incluso toquen viajes y turismo. La felicidad navideña se asocia inevitablemente a un gasto económico que se superpone a la auténtica felicidad colectiva de un periodo evocador de las ilusiones y de los buenos deseos de la gente, cosas ambas que en general son gratis.

Cada cual de nosotros gastaremos en las próximas semanas casi tanto como durante un trimestre completo del resto del año. Lo dicen las estadísticas. Las luces, las canciones y la belleza de las calles estimulan nuestro sentido de compra y las grandes cadenas disparan su poderosa artillería de marketing como una forma comercial de aprovechar nuestra natural tendencia a tener en esta época el corazón grande y luminoso.

El caso es que el consumo prima en Navidades sobre los propios deseos de buena voluntad de la gente. Es ley de vida y decreto de mercado. Y es también, por qué negarlo, un importante estímulo a una economía global que necesita puntas de gasto para mantener la dinámica y el empleo.

Pero ya que vamos a gastar tal cantidad de dinero en estas fechas, quizás sería interesante pensar que hay algunas estrategias para que consumo, sostenibilidad y solidaridad puedan ir un poco de la mano.

Para ello podría ser buena idea adaptar en lo posible nuestro consumo de productos, energía y recursos naturales a los límites ecológicos del medio. En la base de una forma de compra razonable y sensata estaría consumir en estas fechas con un poco de cabeza, gastando la energía justa en nuestras iluminaciones navideñas, comprando sin excesos lo que de verdad nos haga falta y eligiendo entre los productos que sean menos dañinos para el medio ambiente, más seguros para la salud, o más favorecedores de la economía local.

Otra idea podría girar en torno a la posibilidad de aplicar la equidad a los intercambios comerciales entre los países ricos y los desfavorecidos. El Comercio Justo está lleno de oportunidades para la compra navideña, aunque a veces no sea fácil encontrar dónde hacer ese tipo de compra. No duden que los productos puestos así en el mercado resultarán más caros que los traídos masivamente desde el sudeste asiático, pero pagaremos con gusto el precio de la solidaridad, navideña o no, con nuestros semejantes.

Y finalmente, una tercera óptica podría estar en pensar en cuánto y en qué reciben de regalo nuestros críos. Papá Noel y los Reyes Magos no tienen por qué ser personajes derrochadores, exagerados, amantes del embalaje múltiple y que sólo sepan traer pistolas de juguetes a los niños y princesas a las niñas.

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