La Opinión de Murcia

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Enrique Nieto

Pintando al fresco

Enrique Nieto

Tomado de la realidad

Tras la oferta que ha hecho el Gobierno Regional, se ha desconvocado la huelga que los sanitarios habían anunciado y todos los de esta Región nos alegramos por ello. Estos días se ha hablado mucho de los problemas que arrastra nuestra Sanidad pública, y quizás podría ser un buen momento para que lean ustedes aquí algunas observaciones sobre el trabajo diario que llevan a cabo estos hombres y mujeres en hospitales y centros de salud, al igual que suelo escribir sobre lo que veo y escucho en cualquier otro lugar. En estas páginas hemos hablado de citas a seis meses vista, de operaciones retrasadas una y otra vez por exceso de trabajo y escasez de personal, pero también ocurren cosas como estas que a continuación les describo. Omitiré los nombres de lugares y personas, porque esto solo trata de ser una muestra de lo que realmente ocurre:

*Son las 14 horas de un viernes. Un médico de más de cincuenta años entra en la habitación del hospital acompañado de dos jóvenes que están haciendo el MIR. Hablan con la paciente que está ya 7 días ingresada y con tratamiento. ‘Estás mucho mejor y te voy a dar el alta, eso sí, con todo lo que necesitas para continuar recuperándote, incluyendo alguna ayuda mecánica’. La ausculta y les indica a los Mir que observen esta u otra particularidad. Ellos lo imitan. El médico habla: ‘Lo que pasa es que me quedo con las ganas de que te hagan una Prueba de Esfuerzo. Me quedaría yo más tranquilo si viera cómo reaccionas con el ejercicio físico, aunque sea muy suave, pero, a la hora que es, no va a ser posible, y no quiero dejarte aquí todo el fin de semana’. Se calla y se le ve pensativo. Entonces, dice que le esperen un momento, sale de la habitación, llama a una enfermera y a una auxiliar, se le ve moverse por la planta, abre puertas de los almacenes, busca cosas, y vuelve a entrar. Le dice a la enferma que se levante, se ponga una bata y unas zapatillas y que vaya con él. En el pasillo está preparado uno de esos carros con pantallas y cables con los que se les toma la saturación, la tensión, las pulsaciones, etc. a los pacientes. También hay una pequeña botella de oxígeno y su correspondiente cable para conectarlo a la nariz de la paciente. Uno de los Mir tiene un cronómetro en la mano. Conectada la mujer a los aparatos, le indica que comience a andar por el pasillo y ahí va el médico, su ayudante, la enfermera y la paciente. El joven va comunicando el paso del tiempo: un minuto, dos minutos, etc. El médico va regulando el flujo de oxígeno según los marcadores de la pantalla. Después de varias vueltas arriba y abajo del pasillo de la planta, el doctor tiene los datos que necesita y le dice a la paciente que descanse y se va a escribir el informe del alta. ‘Tardaré un poco. Soy lento escribiendo en el ordenador’, y, efectivamente, sobre las 3.30 vuelve, entrega los papeles –muchos - y se despide. (Insisto en decir que es viernes y que imagino que el médico estaría algo cansado de enfermos y con ganas de irse a su casa, pero se mantuvo allí hasta que la situación de la paciente lo dejaba tranquilo).

*Es una hora cualquiera de un día cualquiera. Las Urgencias del hospital están a tope, con muchísima gente esperando. Llega un hombre joven que ve a otro de igual edad al que conoce. Se preguntan por qué están allí. El recién llegado explica: ‘Mira, vengo cabreado. Tengo un orzuelo en el ojo, he ido al médico de familia porque me molesta bastante, me lo ha mirado y me ha dicho que me venga a Urgencias. Joder, me da apuro venir aquí por un puto orzuelo, con toda esta gente esperando por cosas graves’. Extrañamente, lo llaman enseguida y se va. Cuando vuelve, está pálido. ‘Me ha dicho el oftalmólogo que lo que tengo es un herpes en la córnea, y que menos mal que el médico de familia me ha mandado para acá, porque es algo que necesita tratamiento o puedes llegar a perder el ojo’.

*Dos auxiliares están aseando enfermos que no pueden levantarse de las camas para ir al baño. Están en una planta con bastantes personas mayores. Un familiar se les acerca y les dice, ostensiblemente apurado: ‘lo siento, pero mi padre necesita que lo limpien’. La auxiliar sonríe y le dice: ‘No se preocupe usted, hombre, que ahora vamos. Era el último de toda la planta que quedaba de ‘necesitarnos’ esta mañana. Paco, ponte los guantes que vamos a la 320’ (el número de la habitación es falso).

Y así hasta ciento. Un trabajo modélico, oiga.

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