La Opinión de Murcia

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Jutxa Ródenas

Erre que erre (rock and roll)

Jutxa Ródenas

El Mundial

Jutxa Ródenas.

No se necesita un Mundial de Fútbol en Qatar para que hasta el más lelo sepa que este deporte es pura corrupción y negocio. Las víctimas de esta actividad ilegal son los millones de aficionados y jugadores de todo el mundo, románticos empedernidos que siguen el color de un escudo que permite sobornos a clubes, jugadores y árbitros con el fin de ganar mucha pasta en la trampa de una apuesta fraudulenta. Cosificación en masa que valora a un deportista en función de los beneficios económicos que pueda aportar sin tener en cuenta nada más, aquí no se contempla la humanidad o la moral. Ha tenido que darse en un país como Qatar para ponernos frente al espejo que refleja la desmedida hipocresía de los que vemos los partidos mientras criticamos un país con absoluta carencia en el respeto a los derechos humanos, porque, claro, cabe destacar que otros países donde este espectáculo ha tenido lugar son claros ejemplos de dignidad en política social, léase Argentina en plena dictadura o un Brasil carente de una política social que contempla una ley justa; ya si eso de lo bien que se tiene que vivir en Sudáfrica hablamos otro día, donde el 40% de los niños residen en la más extrema pobreza y son la mano de obra más cruel y barata que un desalmado pueda explotar.

Y sí, tal vez es otra forma de hipocresía esta de despotricar largo y tendido sobre fútbol mientras guardo en el armario de mi hijo su equipación, con la tonta emoción que supone ver escrito su nombre en la parte de atrás de una camiseta. Y pienso en los buenos ratos que ha traído el fútbol a esta casa, la celebración de sus victorias y los ánimos en la derrota, responsabilidad, honestidad, respeto y la unión impoluta de un grupo de niños que empezaron la andanza futbolística con apenas cuatro años. Los encuentros de café con las madres del equipo, créanme si les digo que ni el mejor psicoanalista nos regala una terapia más curativa que la de nuestra asamblea semanal sentadas en la terraza de un bar mientras nuestros vástagos entrenan.

Ese debería ser el verdadero motivo de un evento deportivo y no el de la promoción de unas marcas que benefician mucho a muy pocos mientras el resto sigue directrices con mirada bovina hacia los que hacen su agosto sin importar nada de lo que pase fuera del córner. Los jeques se ríen del Mundial y del mundo en general, sólo necesitan una muestra de certeza que les haga elevar su ego como Mahoma en la noche de Miraj.

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