La desobediencia civil de Thoreau, que utiliza la protesta como medio para hacerse oír de manera pacífica y retar al poder establecido, ha encontrado en el barrio del Carmen a una serie de seguidores que el sábado se echaban a la calle para, con otros ciudadanos de otros puntos del municipio y con otras reivindicaciones, expresar al ayuntamiento de Murcia que no estaban de acuerdo en los planteamientos municipales para sus distintos territorios e intereses.
El nexo de unión de los congregados son los fondos europeos Next Generation, que van a regar de inversiones Murcia, al igual que otros municipios de España. Chocante es que barrios que nunca han recibido tanto dinero en obras se opongan a unos trabajos que lo que harán es aumentar la calidad de vida. En el caso del barrio del Carmen parece que los protestantes han hecho suya la canción de Los Chunguitos, con un estribillo contundente a la par que increíble. «Dame veneno que quiero morir» cantaban los hermanos en una España, la de los 80, en la que las drogas campaban a sus anchas.
En este caso no se trata de drogas, aunque lo que quieren los manifestantes, o al menos eso parece, es seguir respirando el aire envenenado de los coches, en un barrio por el que transitan a diario 48.000 vehículos y que se ha convertido en entrada y salida de miles de ciudadanos a los que poco les importa las salud de los habitantes de esa zona de la ciudad. Poco parece importarle la polución generada por el tráfico, que hace de Murcia una de las ciudades más contaminadas del país, donde fallecen al año casi 40.000 personas, treinta veces más de las que mueren en accidentes de tráfico, según datos de Greenpeace.
Un asesino invisible que hace que España incumpla sistemáticamente los niveles de calidad del aire de la Unión Europea. Se pongan como se pongan, meter carriles bici y aumentar el espacio para el transporte público es una adelanto que está testado en muchos sitios del mundo como una buena herramienta que evite que siga aumentando la contaminación. Otra historia es ya cómo se ha contado el proyecto y si se ha tenido en cuenta o no la opinión vecinal, un argumento que está en el demérito del Ayuntamiento y del gobierno local, que debería haber hecho más divulgación y más pedagogía con los administrados de esa zona.
La manifestación del sábado, dejando a un lado la guerra de cifras, congregó a varios barrios e intereses y demostró que la oposición municipal se apunta a un bombardeo. No se ha visto en los últimos años tanto concejales capitalinos (del PP y Vox) en una protesta vecinal ni prácticamente a tantos pedáneos de los populares unidos bajo una misma pancarta. Llegaron de distintas pedanías del municipio para engordar las huestes del PP, asombrando a sus propios vecinos a los que nunca se unieron para reivindicar en las calles proyectos que les afectaban directamente.
Hasta participó el que fuera presidente de los populares de El Raal, Ramón Andrés Abellán, que tuvo que dimitir en 2019 tras revelarse un audio en el que presionaba a un joven para que se empadronase en el pueblo a cambio de trabajo. Iba en animada conversación con un alto cargo del Gobierno regional, con elevadas responsabilidades en el organigrama regional de los populares. Todos apoyando a vecinos del Carmen, Espinardo, Vistabella y placeros de Verónicas, afectados por los proyectos de los fondos europeos, un dinero que debe ser gastado en tiempo récord y al que el Gobierno local no le dará tregua ni demora. De momento, el alcalde, José Antonio Serrano, aguanta la presión y sigue adelante con los faroles. Por nadie pase.
