La Opinión de Murcia

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Yayo Delgado

Achopijo

Yayo Delgado

Huevos pimentoneros

Una de las cosas que más me gustaba hacer cuando venía alguien de fuera era llevarle al Perela a comernos unos Huevos al Real Murcia. Empezábamos aquella época en la que el aperitivo se estiraba y le daba brillo a los viernes en los que Murcia creó el Tardeo. Confeti. El Perela tenía buena barra y las copas de vino eran grandes y finas. El cartel de los Huevos al Real Murcia, con el escudo, era lo más parecido al Athletic que nunca habíamos visto los que envidiamos el sentimiento de pertenencia que el fútbol moldea en algunos lugares. Argentino, era, incluso, esa forma de bancar al Murcia y sacar pecho con un plato de gastronomía popular que se elevaba sobre marineras y trozos de pulpo pidiendo un vino de Jumilla, cuando empezaban a ser seda.

Los huevos fueron centinela secundario de aquellos años previos a la crisis, en los que empezábamos el otoño cerveceando en San Agustín, por Salzillo y sus berenjenas. Los huevos al Real Murcia, que defendíamos con esa letanía de decadencia que nos infringía ya el club de nuestro corazón. El único que tenía unos huevos con su nombre. Qué cosas nos hacen felices.

El otro día estuvimos allí. Donde ya no queda Perela ahora está una casa mágica que trata al cliente con el amor que se echa de menos en todo en esta vida. Con la educación que otorga la bondad y con el calor de una compra hecha con el corazón. La de Rafa. Allí mismico. Donde estuvo el Asador que surgió de aquellos Huevos al Real Murcia del que Perela vendió miles de platos. Decenas de miles, seguro. Y allí nos hicimos unos Huevos Pimentoneros para honrar los años, las barras, la amistad y la historia y mucho más a nuestro querido equipo pimentonero de calzón blanco y camiseta grana que luce sus siete coronas aún con el garbo de ser querido hasta la otra vida por nuevas generaciones que no han probado nunca unos huevos a su equipo Real.

Y ahí quedaron. Los Huevos Pimentoneros. Un alarde de papas fritas elegidas por su grosor y rendidas durante el tiempo necesario a un crujiente divino, digno de un córner al segundo palo que remata Superjuanjo, unos huevos fritos con puntilla a la altura de un zurdazo del Toro Aquino a la escuadra derecha y unos pimientos dulces de Modesto que a ojos cerrados rememoran la chilena de Manolo en La Condomina. Un plato para volver a sentir orgullo por un equipo que, como siempre, tiene el futuro más grande aún por degustar. No se pierdan, Casa Rafa, calle de Las Mulas. Disfruten. Vale.

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