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Damián Mateo Ferreras: cómo una criatura se convierte en un cifra

Damián Mateo Ferreras

Me encuentro ante la tesitura de hablar de un bebé que tiene cuatro días de vida, con lo cual se complica bastante escribir un retrato en profundidad del personaje. Será por eso que he pensado en La vida y las opiniones del caballero Tristram Shandy, una primorosa, extenuante y divertidísima novela de Laurence Sterne, del siglo XVIII, obra maestra de la literatura universal, rompedora, hilarante y explosiva. Empieza con el nacimiento de Tristram, pero esta circunstancia, que otro autor despacharía en dos páginas, ocupa dos largos capítulos del libro, con digresiones continuas sobre el instante del engendramiento y sobre la poca fijación que el padre tenía en el acto de procreación, pendiente como estaba de las agujas de un reloj, con excursiones narrativas que dilatan la llegada al mundo del chiquillo y con interminables curvas antes de saber que el nasciturus Tristram ha emergido de la oscuridad del útero.

Resulta que Damián Mateo Ferreras ha sido elegido como la criatura del planeta que ostenta el privilegio de ser un número, concretamente el 8.000.000.000, que es la cifra alcanzada por la humanidad el 15 de noviembre. Dado que el Fondo de Población de Naciones Unidas (UNFPA) le eligió, la Maternidad de Nuestra Señora de la Altagracia, de Santo Domingo, dispuso, bajo las órdenes del ginecólogo Michael Trinidad, que el parto fuera grabado como un documental. Es decir, todo el mundo tiene imágenes del nacimiento, con los habituales estremecimientos de la madre, con los doctores y las comadronas pendientes del momento culminante, y con un aplauso unánime del personal, una vez el ‘Niño Damián’, que es como le llaman, saca la cabecita, viscoso todo él, y empieza a llorar. Sabemos, como datos más ciertos de su biografía, que pesó 2.770 gramos y que midió 52 centímetros, después de cuarenta semanas de gestación. También sabemos que enseguida le enfundaron una camiseta que dice «Bebé 8.000 millones» y que la madre, de 35 años, con otro hijo de 16, está bien de salud.

A partir de ahí las informaciones son contradictorias. El Listín Diario, el periódico de los dominicanos asegura que Dámaris Ferreras es una madre soltera y sin trabajo, mientras que la cadena CDN entrevista a la madre y al padre, Santos Mateo Ferreras, consternados ambos por la noticia.

El padre, que parece que sí que es pareja de la madre, asegura que es un hombre afortunado y que quiere que el niño sea ‘pelotero’, pero con la idea de educarle como Dios manda «para que no sea un pelotero malcriado». La madre interviene y dice que «Dios le dio ese puesto a él para que pueda aprovecharlo y pueda ser un muchacho que se integre en la sociedad, estudie mucho y logre sus sueños», que es, más o menos, lo que desean todas las madres.

De hecho, no es Dios, sino las Naciones Unidas quien le ha concedido el honor. Solo es necesario observar cualquiera de los contadores de población que se pueden encontrar en la red. El aumento de la población no viene dado por los nacimientos, sino por el diferencial entre nacimientos y defunciones, lo que significa que el Niño Damián tuvo que esperar a que su nacimiento coincidiera con unas cuantas defunciones para llegar a la cifra simbólica.

Pero bueno, todo el mundo ha asumido que él es el elegido por el destino. Vete a saber cómo acabará, este muchacho recién nacido. De entrada, tiene un reto colosal. En la Cumbre del Clima, el secretario general de Naciones Unidas ya le ha citado: «¿Cómo responderemos cuando este bebé tenga edad suficiente para preguntar qué hicimos por nuestro planeta?». Si descontamos a los hijos de los reyes y de las celebridades, nunca un niño había tenido tanto peso histórico desde la cuna. En siete u ocho años (o diez: no sé a ciencia cierta cuándo tendrá edad de preguntar), el mismo intrépido reportero de la CDN que entrevistó a los padres de la criatura debería tratar de hablar con el Niño Damián, a ver qué piensa de todo ello.

A mí, que ya no sé qué más añadir para completar ese retrato imposible, me preocupan los padres del bebé 7.999.999.999. Son como ese ‘turista 1.999.999’ de la canción de Cristina y Los Stop, que por un pelín de nada no se convierte en el turista dos millones que llega a Mallorca. Es una decepción, pero al final resulta que ese turista, como todos los demás bebés que han estado a punto de ser famosos, ha de conformarse con la posibilidad de disfrutar de «un mundo de sol, un mundo de amor». Que es, más o menos, lo que tenemos entre manos.

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