La Opinión de Murcia

La Opinión de Murcia

Joaquín Ángel de Domingo

Protesta irracional

Un visitante ataca a la Gioconda con una tarta en el Museo del Louvre L.O.

¿Qué está pasando? ¿Qué justifica una reivindicación, más o menos defendible, haciendo daño? No me estoy refiriendo a esas manifestaciones que, con el pretexto de defender una buena causa, lo que quieren es saquear comercios, exigir algo ilegal, o simplemente causar daños y estragos en una ciudad, además de enfrentarse a la policía con palos y adoquines, así como con quemas de contenedores. Toda una guerrilla urbana para que se haga lo que a ellos les parece que debe ser. Esta forma de actuar que esporádicamente y de forma cíclica se repite una y otra vez en todos los países civilizados, está dando paso a otra forma de reivindicar, desde luego mucho más pacifica, pero también dañina, que pone de manifiesto la falta de protección de nuestras obras de arte universales. Desde España hasta la antípoda Australia, pasando por Alemania, Inglaterra, Italia y Francia, activistas de todo tipo, protestan lanzando puré de patatas o de tomate o sopa, amén de toda clase de pintura a los cuadros más emblemáticos del patrimonio artístico de todos los tiempos.

En principio el buen gusto no les falta, no han ido a ningún museo de arte abstracto, por ahora, sino que se han centrado en obras entendibles por el pueblo llano. La Gioconda, un cuadro pequeño y al que es tan difícil llegar como eludir a cientos de personas que van delante de ti, ha sido nuevamente profanada y menos mal que tenía un cristal delante y una valla. A pesar de todo, y de los controles que hay para entrar en el Louvre, una visitante en silla de ruedas le lanzó un pastel al óleo, untó la superficie, y arrojó pétalos de rosa a su alrededor. O también de Leonardo da Vinci, La Virgen y el Niño con Santa Ana y San Juan Bautista, fue atacado con pintura roja y otra vez, con un disparo. Pero no solo las obras de Leonardo son atacadas, también las de Claude Monet, Johannes Vermeer, Vincent van Gogh (Los Girasoles con sopa de tomate), y hasta la mismísima Piedad de Miguel Ángel en el Vaticano, fue atacada, rompiendo parte de la nariz, el párpado izquierdo y dedos de la mano de la Virgen.

Todas estas barbaridades se hacen al grito de «qué vale más, el arte o la vida», «caos climático= guerra +hambruna» o «calentamiento global». Si te cargas el arte, te cargas la vida espiritual, intelectual y sensorial. Es decir, la vida humana inteligente. Claro que lo único que han conseguido, a pesar de que muchos de esos museos lo que quieren es que se guarde silencio sobre estos atentados para no darles publicidad, es que han puesto en evidencia los sistemas de seguridad de éstos. Cuando se llega por activistas de un grupo hasta un cuadro patrimonio de la humanidad, para lanzarle puré de lo que sea, incluso rasgar con un cuchillo la Venus del Espejo de Velázquez en la National Gallery de Londres, o La ronda de noche de Rembrandt, o La Sirenita de Copenhague (que es la más atacada en la historia), o pegarse las manos al marco de Las Majas desnuda y vestida de Goya en el Prado, por dos activistas del, grupo Futuro Vegetal, como anteriormente sucedió e en la Galería Uffizi de Florencia con la obra de Sandro Botticelli La Primavera, o en un cuadro de Picasso en Melbourne, algo está fallando. Y es que la pena que puede caer es tan pequeña que no intimida. Un despacho de abogados de Madrid va a ejercer la acusación particular contra esos activistas y sus instigadores, por daños, alteración del orden publico y contra el patrimonio.

Conclusión primera: ni siquiera el aumento de la temperatura mundial que pueda provocar un clima de inestabilidad con graves consecuencias en todo el planeta justifica esta actitud. Segunda: hay una falta seguridad en los museos de todo el mundo. Y tercera: es preciso legislar una sanción penal acorde con la gravedad de los hechos, que haga desistir de tales irracionales protestas.

Compartir el artículo

stats