La Opinión de Murcia

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Julio Pérez-Muelas Alcázar

El crepúsculo de Gloria Swanson

El nacimiento de Gloria Swanson tuvo lugar allá por los años 10 del pasado siglo. Me refiero, obviamente, a su alumbramiento cinematográfico. Por aquel entonces ya había trabajado en varios cortometrajes con Clarence G. Badger y un Charles Chaplin aún en pleno proceso de erupción volcánica. Quiero creer que fue su mirada afilada y, tal vez, sus hombros desnudos lo que llamó la atención de Cecil B. DeMille, su verdadero padre biológico en Hollywood. El director le ofreció sus primeros papeles de peso (colaboraron hasta en seis películas) y la convirtió en una de las estrellas más brillantes que ha dado el mudo.

Una vez asentada en el firmamento californiano, Gloria Swanson se paseó con solvencia por las filmografías de nombres sagrados en el cine de la magnitud de Sam Wood, Allan Dwan, Raoul Walsh o Erich von Stroheim. Nos queda muy lejos todo aquello, pero si vuelven la vista atrás descubrirán a una actriz divertida, picante y con esa cierta elevación de las divas de su tiempo.

Su tragedia llegó con el final del periodo silente. El sonido trajo consigo unos códigos interpretativos que reclamaban una mayor naturalidad. Aquellos rostros grandilocuentes que tanto habían maravillado al público comenzaban a desentonar con esta forma revolucionaria de hacer cine. Una parte importante de los actores, incapaces de adaptarse a las nuevas corrientes, se enfrentaron el ocaso de sus carreras de la noche a la mañana. La primera muerte cinematográfica de Gloria Swanson no fue muy distinta a la de todos ellos. Tras algunos intentos inútiles durante la década de los 30 su reputación se vio seriamente mermada y ya en 1941, sin ofertas sobre la mesa, tuvo que alejarse de las pantallas.

El crepúsculo de Gloria Swanson gentina, 1985

La resurrección, y la vida eterna, sucedió en 1950 cuando Billy Wilder le ofreció ser la protagonista de El crepúsculo de los dioses. El director había escrito junto a Charles Brackett una película sobre el Hollywood mudo y toda esa generación olvidada que se había quedado en el camino sin posibilidad de regreso. En el centro de la obra se situaba, precisamente, una estrella de aquella época que vivía enloquecida en su mansión de Sunset Boulevard confundiendo la realidad y creyéndose aún en la cima de ese mundo de flashes y pasarelas. Era, por las connotaciones personales, un papel hecho a la medida de Gloria Swanson.

En el guion de la película ya estaba el ácido sulfúrico tan característico en la filmografía de Wilder, pero nuestra heroína supo darle al personaje una buena dosis de realidad. Nadie mejor que ella en la industria sabía lo que era habitar esa geografía de luces y sombras producidas tras el apagado de las cámaras. De esta manera, la historia relatada en El crepúsculo de los dioses era también un vaso comunicante al corazón de Gloria Swanson y servía para hacernos una idea de lo que pudo ser su propio drama.

Parte de esas batallas mentales que debió sufrir se reflejan con todo lujo de detalles en ¡Boulevard! Una historia de Hollywood (2021), un documental de Jeffrey Schwarz que se puede ver estos días en Filmin. No esperen una creación descomunal ni una visión revolucionaria sobre la estrella. En esencia es lo de siempre, una mujer extremadamente lunática atrapada en su glorioso pasado. Pero descubrirán, eso sí, el lado humano del personaje. Serán testigos de una figura dedicada en cuerpo y alma a sus seguidores, tanto a los reales como a los imaginarios, y no tardarán en percibir el doble filo del prestigio hollywoodiense.

Una vez terminado el documental, uno comprende la justicia poética de El crepúsculo de los dioses. Fue la despedida, casi definitiva, de Gloria Swanson y, por otro lado, quedó para siempre en ese panteón cinéfilo reservado exclusivamente a las grandes leyendas de la historia del cine. A mí me gusta recordarla tal y como se muestra en la película, loca de remate, en pleno crepúsculo de su vida cinematográfica.

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