La Opinión de Murcia

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Elena Pajares

MAMÁ ESTÁ QUE SE SALE

Elena Pajares

El día de los Santos

Este año no he subido al cementerio. Estaba empezando a ser una tradición hacer ronda de llamadas, la tarde antes, y ver quién venía. Aunque no te lo creas, solía llenar el coche. Pero el no ir este año no le ha quitado al día de Todos los Santos lo que es: el día en que recordamos, un poco más especialmente, a nuestros seres queridos. A todos ellos, que se fueron esperanzados. Igual que lo estamos nosotros, esperanzados en ese reencuentro, y también en esa paz y esa gloria que esperamos ganar con nuestros padecimientos terrenales. El lugar donde deseamos que estén ellos.

Cada año que he subido me ha parecido reconfortante la visita al cementerio. Es triste por lo que supone la muerte, pero es al mismo tiempo un consuelo. En esa actitud puedes ver a la gente visitando a sus familiares, limpiándoles sus tumbas, poniéndoles flores. Comentando quién era este, o cuándo murió, y si su familia quedó así o asao.

Si vas temprano, después de tu visita puedes coger sitio en las sillas y oír misa allí. Dicen que nadie es creyente, pero bajo el sol murciano que cae bien entrada la mañana no encuentras una silla libre en toda la explanada. Todo el mundo quiere pedir descanso para sus difuntos. Ponen también un coro muy apropiado para el momento, y el rato entero es muy emotivo.

No sé si has visto Coco, la peli de dibujos sobre el día de difuntos. Solo la visión de cómo ese día los vivos recuerdan a sus muertos, les festejan con sus pertenencias terrenales y les preparan una bienvenida recordándoles sus comidas favoritas o sus aficiones, y de cómo ellos se acercan desde el más allá a visitarnos y a vernos y, sobre todo, ver cómo todo eso les mantiene vivos, vale la pena ocupar dos horas en verla.

De casualidad, unos días antes presencié una representación infantil sobre el verdadero significado del día de Todos los Santos, como poniéndolo en contraste con la celebración de Halloween, tan paganizada y, según los ambientes, tan horteraca. Los niños de la función salían disfrazados de santos célebres, para reivindicar que lo que se celebra es eso, a los santos, y no a las tumbas. El que dirigía la función, en palabras muy bonitas, decía que es un día para celebrar no tanto a los santos de los altares, sino a todas aquellas personas que, sin llevar corona ni halo místico, y sin hacer ruido, hacían el bien, dedicándose a servir a los demás, sin interés propio, y que por eso, muy merecidamente estarían seguro en el cielo.

Puso algunos ejemplos de personas que hacen en lo que Dios quiere hacer en la tierra, esas personas de quienes Dios se sirve, y de lo que son capaces cuando son dóciles y escuchan. Los niños, todos con la mirada clavada, le atendían todo el tiempo en silencio. Y yo también. Me recordó a aquel anuncio en que un nieto le preguntaba a su abuela qué hacía Dios con las guerras, las hambres y las desgracias. Y la abuela le contestaba: «Dios te ha hecho a ti». Pues eso es lo que se celebra. A todos los santos. Para que descansen en paz.

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