Las personas que determinan tu existencia, los fracasos, las parejas que te hacen caer, las que te vuelven a levantar, el lugar elegido y mil alicientes más, son los que confeccionan una vida. El golpe de intensidad va a gusto del consumidor, aunque nadie nos contó que subir la potencia significa trabajar el doble, muy duro. Hay quien no se conforma con el rol de ir cada mañana a trabajar o cumplir con las obligaciones de base, hay quien opta por mono o stéreo, 33 o 45 rpm... Se puede elegir ver pasar la vida con una rutina absoluta o elegir lo imprevisible. Y oye, tan buena elección puede ser una como la otra, pero cuando descubres que es una exigencia insana esperar al amor romántico, anhelar el éxito hasta la obsesión o mantener una relación que no te compensa, lo has entendido todo. Sabiendo que despojarse de la comodidad, la autonomía y elevar tu poder de decisión para la apertura no es barato. Se quema demasiada energía con el esfuerzo constante de querer agradar a quien no lo pone fácil, luego toca todo eso de la auto aceptación que involucra el perdón y mucha voluntad, ahí es cuando caes agotada. Y te niegas a vivir en el día de la marmota como en Atrapado en el tiempo (Harold Ramis, 1993), sabes que el eterno retorno al país de lo mismo cambia si la actitud es la que manda. Yo entiendo por actitud saber cuidar en el sentido más amplio a quien lo merece, al que convierte el poco tiempo libre disponible en un manantial de ternura, paz o esperanza y cuando aprendes, a base de tropezar, que hay gente que no vale lo que duele.
Estos días pasados nos ha tocado conmemorar a nuestros difuntos, limpiar lápidas y ornamentar con flores, encender velas por su memoria y rendirles culto en función de cada creencia. Hoy pasé por el Campo Santo para sentir un poco de paz mientras recordaba anécdotas acontecidas con tantos seres queridos allí enterrados, demasiados ya. Mientras recorría los pasillos cargados de coronas que, con este calor impropio que en noviembre aún hace están a punto de perecer, me venían infinidad de preguntas por hacerles si pudieran contestar.
¿Y cuánto han vivido? Habrán amado o sido amados, reído lo suficiente, supo relativizar su tiempo y sus problemas, supo realmente quienes fueron sus amigos, y ¿por qué nadie tiene una canción grabada en su lápida? ¿Cuál sería la tuya si lo piensas a bote pronto? Yo creo que, dadas las circunstancias que me rodean, optaría tal vez por Free Bird (Lynyrd Skynyrd) para grabar el mármol, pero como me siento más viva que nunca, elijo cambiarla por La Vía en Rose de Édith Piaf.
He dicho.
