La Opinión de Murcia

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Angel montiel

La Feliz Gobernación

Ángel Montiel

La Fundación Ingenio ‘centra’ a López Miras

Ilustración de Leonar Beard.

El presidente ha plantado cara a Ingenio-Vox, con todas las consecuencias electorales, en un gesto que constituye una oportunidad para mostrar la independencia de su Gobierno y ensayar un giro al centro al aparecer como defensor de la agricultura a la par que protector del Mar Menor


"¡Esto es un titular a cinco columnas en cuerpo setenta!", exclamó uno de los periodistas que acudieron el pasado jueves a la rueda de prensa posterior al Consejo de Gobierno. Y todos, estupefactos: ¿hemos oído bien? Acostumbrados a asistir a un rito consabido y sin sorpresas, esta vez el portavoz del Gobierno (el auténtico, sin filtros trepatrans), Marcos Ortuño, entonó una canción nueva: "Nadie antes había perjudicado tanto a la agricultura", dijo refiriéndose a la Fundación Ingenio. Nadie, ni siquiera el PSOE, ni siquiera el maldecido Sánchez. 

¿Qué está pasando aquí? 

Hasta el gato sabe que la Fundación Ingenio es en origen un lobby apadrinado por el Gobierno autonómico, una terminal de sus políticas sobre agricultura y agua, algo así como una supuesta plataforma de la ‘sociedad civil’ para reforzar desde fuera las posiciones del Ejecutivo popular ante la ministra Ribera y el Gobierno central. Pero, cría cuervos...

Ingenio dispone, a ojos vista, de una muy solvente financiación y, como ha quedado demostrado esta semana, de una importante capacidad de movilización (véase la concentración masiva del sector en Torre Pacheco), desde luego en la zona del campo de Cartagena y Mar Menor, hacia donde, después de un arranque genérico ‘en defensa del conjunto de la agricultura murciana’, han acabado derivando sus actuaciones. Empezó siendo un bastón del Gobierno para acabar pretendiendo dictar a éste lo que debe aprobar en sus Consejos y las leyes que a la Asamblea Regional le conviene elaborar o derogar. Se han visto fuertes y han decidido ir a por todas tras hacer un cálculo de intereses políticos en la rampa de lanzamiento de la campaña electoral, en la que ya estamos. Y piden a López Miras que derogue la Ley del Mar Menor, un prepotente órdago a la grande.

El gesto recuerda a cuando Sacyr, atendiendo al supuesto de que al entonces presidente de la Comunidad, Alberto Garre, le interesaba abrir el aeropuerto regional de Corvera antes de la cita electoral, intentó proponerle un contrato leonino que ni siquiera fue considerado. Pero entonces se trataba de una empresa frente al Gobierno; el caso que nos toca es el de un asociación respaldada e integrada por otras del sector agrario que es capaz de movilizar, incluso para el voto, a todo un entero sector productivo que ocupa una amplísima zona electoralmente crucial. 

Lo que pretende Ingenio, para ser más claros, es que el PP asuma al completo la política de Vox respecto al Mar Menor, y advierte gráficamente que, de no hacerlo, los votos del campo serán para los abascales. No es una advertencia vana: todo el mundo tiene presente que el partido de Abascal arrasó en esa franja en las pasadas elecciones generales con tanta suficiencia que se convirtió en el partido ganador en la provincia. Y esto gracias a la industria agro. Ojo al dato. 

Que Vox despliegue alas es la peor noticia para López Miras, pues su adversario electoral real no es el PSOE, que va como los cangrejos, sino Vox, que, si se cumplen los augurios, puede condicionarle el futuro Gobierno y hasta su propia investidura. El propio Abascal y el líder regional, Antelo, ya lo han expresado públicamente: "La Ley del Mar Menor es una línea roja". Ingenio y la abascalidad van de la mano. Peligro en los Cármenes. 

Sin embargo, el Gobierno regional ha reaccionado con entereza, no solo al desconsiderar la presión de Ingenio, sino al descalificar a la Fundación y atribuirle una actuación negativa para los intereses que dice defender, los de la agricultura. Y ahí López Miras se ha visto acompañado de inmediato de otros importantes representantes del sector agro y del mundo de la empresa en general fuera del radio marmenorense. 

¿Derogar la Ley del Mar Menor? Esta Ley es uno de los pocos textos que el PP logró consensuar en su día con el PSOE, y constituye un instrumento mínimo de protección, más retórico que eficiente en términos estructurales para atajar los impactos contaminantes que sufre la laguna.

Que tanta levedad legislativa irrite a los grandes explotadores agrícolas del Mar Menor hasta el punto de que pretendan derogarla parece muy sorprendente, aunque no tanto si observamos que los trabajos de la Fundación, antes del aquelarre protoelectoral de Torre Pacheco, han consistido en tratar de demostrar ‘científicamente’ que la situación de latente colapso que sufre el Mar Menor se debe a otros agentes distintos al agrícola, y que éste es completamente ajeno a lo que ocurre. Ni siquiera conceden la responsabilidad de una parte de la agresión ni hacen propuestas para colaborar en el saneamiento del Mar Menor, sino que se desentienden del problema, ya que han dispuesto que ellos no están implicados en él. En todo caso, se dedican a hacer de acusicas a los Ayuntamientos del litoral y al descontrol con que administran sus residuos. Es una posición tan radical que hasta los empresarios agrícolas del resto de la Región la consideran disparatada, pues está fuera no solo del sentido común sino de toda evidencia. Hay, es verdad, muchos agentes contaminantes, pero la agricultura es agente principal, y subrayar esto no es condenar a la agricultura, sino señalar la necesidad de su reordenación.

Según las encuestas nacionales, Vox, aunque resiste, pierde fuelle al ritmo con que Feijóo va agotando el pedigrí de político contemporizador con que se inauguró en política nacional, pero aquí está dicho que en la Región de Murcia, aparte de sus pamplinas ideológicas, Vox dispone de arraigo social en la agricultura intensiva, en el sector ganadero de las macrogranjas y en el del transporte, ahora de nuevo en pie de movilización. 

La política de Vox para el Mar Menor es la que Ingenio no pronuncia, porque para esta Fundación la laguna no existe, no le compete, pero tácitamente acepta: dragar las golas y transformar su singularidad en una balsa del Mediterráneo.

Ingenio y Vox son, a los efectos de sus proclamas, el mismo conglomerado, la misma cosa. Y esto para Vox es un triunfo, pues se ve apoyado por una masa social con la que no cuenta en ningún otro lugar de España. Pero para Ingenio es una derrota estratégica. Los lobbys, en Europa y en Estados Unidos (también en la Región de Murcia), actúan con discreción, entre bambalinas. Lo que no pueden hacer es presionar en la calle a un Gobierno de su misma cuerda con amenazas, chantajes y movilizaciones. Porque ¿en qué lugar quedaría López Miras si respondiera a estas arengas con la cancelación de la Ley del Mar Menor? No puede hacerlo ni aunque por intereses electorales creyera que los votos del litoral marmenorense comerían en su mano. 

Hemos visto a lo largo de esta legislatura que López Miras ha hecho mil cosas para mantenerse en el poder, pero el resultado feliz para sus intereses no cabe reprochárselo a él, sino a quienes han aceptado traicionar a su electorado para mantener sus sillones y sus sueldos. Si quien encabezó la candidatura de Ciudadanos, Isabel Franco, está a la venta, es lógico que la compre. Pero el pulso público que esta semana le ha echado Ingenio es harina de otro costal, pues si se lo dejara llevar quedaría ante la opinión pública general como el pelele de un poderoso lobby, y esto lo aplastaría ante los propios suyos. 

Al revés. Lo que ha hecho López Miras es plantarle cara a Ingenio (es decir, a Vox) con todas las consecuencias, aun siendo éstas electoralmente inciertas. Tengo razones para no confiar demasiado en que quienes asesoran al presidente disfruten de un pensamiento complejo, pero es evidente que, contra todo lo que se pueda suponer del mitin de Torre Pacheco, la Fundación Ingenio, tal vez contra su voluntad, le ha abierto una oportunidad espléndida al jefe del Gobierno regional. 

Luengo, el consejero de Agricultura, aleccionó no hace mucho a las Nuevas Generaciones del PP acerca de que el partido estaba perdiendo ante la opinión pública su discurso sobre el Mar Menor. Pues bien, los de Ingenio han venido a facilitar a López Miras una vía de reencuentro con ese compromiso: el presidente puede alegar a partir de ahora que defiende la agricultura (su constante litigio con el ministerio de Transición Ecológica) y también el Mar Menor, al resistirse a las imposiciones públicas que le reclaman los lobbys que anteponen sus intereses económicos a la protección ecológica de los bienes naturales de esta Región. En el fondo, si nos dejáramos llevar por la tentación de las teorías conspiranoicas, podríamos concluir que Ingenio ha construido un escenario para que el presidente aparezca, por su resistencia a escuchar la demanda de abolir la Ley de Mar Menor, como el adalid de su protección justo cuando tenía perdida esa batalla ante la opinión pública.

Ingenio ha calculado mal. Ha echado un pulso público al presidente al considerar que éste estaba acuciado por el acoso electoral de Vox en una fase en que desde Génova le exigen los resultados del andaluz Juanma Moreno. Y lo ha amenazado con promover a Vox ante un electorado que se debate potencialmente entre el voto a la derecha o a la ultraderecha. Pero López Miras no podía en ningún caso aceptar, ni siquiera considerar, ese reto. Su rápida respuesta descalificando incluso a la Fundación como valedora de la agricultura lo ha repuesto en una posición institucional inasequible a la presión de los lobbys que lo venían apoyando. 

Ingenio le ha hecho un favor, le ha dado al discurso gubernamental una nueva fortaleza con la que no contaba. Por eso resultan tan tristes los análisis de la izquierda, PSOE y Podemos, que quieren seguir intentando vincular a Ingenio con el PP después de este trascendental incidente. Les falta la sofisticación necesaria para entender que el Gobierno ha encontrado una vía de escape para exhibir su independencia frente a quienes aparecían como sus tuteladores. Por mucha caña que la inquierda le dé a Ingenio y a Vox nunca será tanta como la que le da el propio Gobierno: «Nadie antes había perjudicado tanto a la agricultura». Es una ruptura total.

Una ruptura obligada, pero ¿y las consecuencias? Hace bien poco hemos asistido a un pacto soterrado entre López Miras y Vox (en realidad, entre Feijóo y Abascal) para cancelar el Grupo exVox de la Asamblea y mediante él satisfacer al posible futuro socio del Gobierno del PP al eliminar el protagonismo de sus disidentes. Tanta audacia para crear un futuro estado de armonía se acaba de romper porque Vox ha capturado para sus intereses electorales a un poderoso grupo activista que hasta ahora parecía orbitar en torno al PP.

Es decir, el Gobierno de López Miras ha quedado como Dios al rechazar las imposiciones de Vox-Ingenio, pero el problema de fondo, desde el punto de vista electoral, sigue ahí. El presidente refuerza su independencia institucional, pero Vox puede avanzar hasta convertirse en su pesadilla. Esta es la cuestión que el Gobierno debe administrar en adelante si no quiere ser consumido por sus propias termitas. Es la oportunidad de evidenciar un giro al centro político aprovechando que Cs es un proyecto fallido y que PSOE y Podemos andan bastante despistados en esta encrucijada. En el fondo, el modelo Juanma consiste en desconsiderar a Vox y seducir a una cierta parte del PSOE. ¿Está López Miras a estas alturas en situación de hacer creíble una dinámica que lo instituya en el centro? La Fundación Ingenio le acaba de dar esa gran oportunidad. Si no la aprovecha y sigue empeñado en asimilar a Vox, Vox se lo comerá con patatas.

Pero al margen de estas cuestiones que se dirimen en la previsión electoral hay algo que sigue estando en una página en blanco de la agenda política. Lo que todo esto pone en evidencia es que el modelo de desarrollo económico de esta Región está atrofiado. Nadie puede poner en duda la importancia de la agricultura regional, ya no solo por su experimentada solvencia transformadora y exportadora, y menos en tiempos en que el abastecimiento de cercanía se hace imprescindible, como tampoco la del turismo, cada vez más ligado a las exigencias medioambientales. Sin embargo, estas actividades colapsan en una zona tan delicada como la del Mar Menor. En vez de que sean los intereses económicos de unos y otros los que irrumpan en el debate político autonómico, se precisa de un Gobierno y de una clase política en su conjunto que sea capaz de reordenar estos conflictos desde el interés público general incluso para la mejor administración de los sectores privados que atienden cualquiera de los mecanismos productivos que confluyen en esta Región. ¿Dónde está el Gobierno o el partido de la oposición capaz de armonizar este conjunto de intereses en beneficio del bien público?

López Miras tiene una oportunidad.

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