La Opinión de Murcia

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El Prisma

El revoltijo del Grupo Mixto: los koalas

El disparate en que se ha convertido el Parlamento murciano es el pliego de cargos perfecto para poner al sistema autonómico al frente de su vergonzosa realidad. Solo en el Estado de las Autonomías puede existir una institución degradada hasta extremos escandalosos como la Asamblea Regional de Murcia, o directamente tan delictivos como el de Cataluña, donde tuvo lugar el espectáculo más humillante jamás visto en materia de declaraciones de independencia.

Pero las autonomías lo aguantan todo porque, en esencia, son un invento innecesario que surgió no por exigencia popular para instrumentar más eficazmente el servicio a los ciudadanos, sino como pretexto de los partidos para dar cabida a una nueva clase política hipertrofiada que necesitaba el amparo de estas instituciones absurdas para poder medrar.

Lo que ha convertido a la Asamblea Regional en un circo asqueroso controlado por caraduras y vividores de la política no es la Moción de Censura del pasado mes de marzo, en última instancia un mecanismo perfectamente democrático para renovar los órganos de Gobierno. Ni siquiera la desfachatez de unos personajes de aluvión llegados a un partido nuevo como Ciudadanos para sublimar sus ambiciones truncadas en otros partidos. Lo que ha convertido el Parlamento regional en el albañal que conocemos es, simplemente, el empeño de Teodoro García Egea en que su amigo Fernando López Miras siguiera siendo, a toda costa, presidente de la Comunidad.

El PP de Murcia tuvo la ventaja de que conoció la intención de su socio de Gobierno de sumarse al PSOE para interponer la moción de censura el día antes de que se formalizara en el registro del Parlamento regional. De haber querido limpiar las instituciones de tránsfugas y otorgar a los ciudadanos de Murcia su derecho a elegir Gobierno, López Miras debería haber convocado elecciones anticipadas, como hizo su correligionaria Díaz Ayuso en Madrid en similares circunstancias o, la propia Esperanza Aguirre en 2003 cuando, en lugar de aprovecharse de la traición de dos tránsfugas socialistas (el famoso tamayazo), convocó elecciones y dejó a los madrileños decidir.

¿Por qué no se hizo eso mismo aquí? Pues porque López Miras no podía encabezar la lista electoral. Esa es la única razón por la que el órgano parlamentario de la autonomía murciana se ha ido convirtiendo, poco a poco y salvo las excepciones de rigor, en un vertedero de impresentables amorrados al presupuesto público como koalas a los eucaliptos.

Lo del Grupo Mixto de la Asamblea Regional es espectacular. En lugar de un espacio para acoger a los diputados que no han obtenido la representación mínima para tener grupo propio, se ha convertido en una especie de ONU pueblerina donde van aterrizando los diputados apaleados por sus partidos que, ni siquiera a pocos meses de que se convoquen nuevas elecciones, tienen la dignidad mínima para entregar el acta e irse a su puñetera casa. Ahí están todos, apretujados en las ramas del eucalipto trincando nóminas y preguntando por lo suyo a partir de junio del año que viene.

Vaya por delante que la diputada de Podemos debería seguir siendo, en exclusiva, la portavoz de un grupo en el que solo ella y su compañero reúnen los títulos para desempeñar esa función de manera consecuente con los resultados de las elecciones de 2019. Nos guste más o menos, que esa es ya otra cuestión sin la menor relevancia si queremos ser honrados en nuestro análisis. Lo demás es un despropósito abusivo que avergonzaría a los murcianos, si no fuera porque lo que haga esta gente en el zoco que preside el tal Alberto Castillo nos importa una castaña otoñal. 

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