La Opinión de Murcia

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Elena Pajares

Mamá está que se sale

Elena Pajares

Siempre Alice

Hace unos días se ha celebrado el día mundial de la salud mental. Como no es nada glamouroso hablar de ello, ha pasado totalmente desapercibido para la mayor parte de la gente. De hecho, no he visto lacitos de colores ni maratones con famosos. Es como si no existiera la enfermedad mental, o como si fuese algo que afectara sólo a quien no hace bien las cosas y, claro, el resto, que sí hacemos lo correcto, estuviéramos vacunados o lleváramos un salvavidas puesto. O quizá sea más bien que, sabiendo que perfectamente nos puede ocurrir a cualquiera, prefiramos vivir el momento, porque estamos bien, y es mejor no preocuparnos por algo que, si llega, entendemos que va a ser muy incapacitante, además de devastador para nuestro modo de vida.

Confieso que yo tampoco sabía que existiera ese día conmemorativo de la salud mental, si no fuera porque me llegó un anuncio de una peli antigua de Julianne Moore, Siempre Alice, sobre una mujer exitosa, joven, que sufre Alzheimer precoz. La peli, que es dura de narices, cuenta cómo se enfrentan a eso, tanto ella como su familia, y cómo todas las áreas de su vida van cayendo. La historia tiene la virtud de mostrar que ninguno estamos a salvo, y que son múltiples los factores, unos hereditarios y otros ambientales, que pueden desencadenar un diagnóstico. Una forma de decir que es algo que te toca, como la lotería pero al revés, sin que tengas ningún mérito especial. Aunque la historia de Alice imagino que es ficticia, es real todo lo que cuenta. La lucha terca de ella contra el vacío del Alzheimer, a través de mil cosas que le pasan sin que ella pueda controlarlas, el miedo que experimenta cada vez que es consciente del avance de su deterioro, o el pensar en acabar con todo antes de que sea demasiado tarde. Y luego también sale cómo van evolucionando los roles de cada uno de los miembros de su familia, o el apoyo del entorno. Pero es especialmente clara al poner como protagonista a una mujer de clase media-alta, con un nivel cultural alto (el personaje es una profesora de universidad), con una vida emocional súper estable, y aun así, enferma.

Una mente maravillosa, la historia de John Nash, el premio Nobel que era esquizofrénico paranoide, es un ejemplo claro de que sufrir un trastorno de ese calado, no tiene que ver con ser inteligente o tener una determinada posición social. Los rincones del cerebro y del alma son tan recónditos que ninguno podemos asegurar estar bien del todo, ni que lo vayamos a estar siempre.

Hay por ahí un artículo de Javier Urra, el psicólogo, que da una serie de pautas para preservar en la medida de lo posible un tono vital lejano a la quiebra, como él mismo dice. Algunas de esas pautas quizá sean tan obvias como no consumir drogas o alimentarse debidamente, pero hay otras, como cultivar el humor, aceptar la frustración, esforzarse por ser optimistas o no considerarse víctimas (ser fuertes, en una palabra) que me parecen súper útiles, no sólo para mantenerse mentalmente en forma, sino para sobrellevar etapas duras, y diagnósticos difíciles.

Con todo, quizá la mayor ayuda y el mejor apoyo para quien sufre de alguna enfermedad mental ya sea depresión, trastorno del espectro autista, esquizofrenia o lo que sea, es que esas personas y sus familias sientan que pueden contar contigo y, como le dice a Alice su marido, que «pase lo que pase, me quedaré contigo».

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