La Opinión de Murcia

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Los placeres y los días

Majaderos

¿Cómo pueden no saber lo que es el comunismo? A mí no se me ocurre decirles ni palabra cuando me topo con ellos, lo cual ocurre a diario...

El ministro de Consumo, Alberto Garzón. EP

Estoy con una serie de Netflix muy digna de ser vista. Es graciosa, resultona, emocionante y rápida. Estéticamente parece un tebeo coloreado por Almodóvar; por el primer Almodóvar, ese cineasta que nos emocionaba y divertía, en lugar de ponernos al servicio de sus causas. La serie que les recomiendo se titula KLEO y es una producción alemana que trata de una espía de la extinta DDR a la que el régimen sacrifica en el altar del socialismo. Una de memoria democrática: la DDR fue la media Alemania comunista, a saber: una nación rodeada de un muro que resguardaba la miseria, el feísmo, las mentiras, el miedo y los crímenes de Estado propios del socialismo real. La serie retrata todo esto con verismo, sin por ello renunciar a esa estética colorista a la que aludíamos más arriba, lo cual tiene su mérito y su gracia.

Aquí en España no hemos conocido todavía el comunismo en toda su gloria y majestad; pero ya tenemos a sus líderes sentados en el consejo de ministros, así que al tiempo. Uno de ellos, Alberto Garzón, se dejaba fotografiar en la cocina de su casa con las siglas y el escudo de la DDR grabados en la sudadera. Bien es verdad que en la misma foto asomaba también una Thermomix, que es un electrodoméstico de lujo que patentó en su día una empresa de la Alemania capitalista; lo cual viene a reforzar la idea de que a este ministro le patinan los conectores lógicos y es un perfecto majadero venido a más; a mucho más. Ya sé que está muy feo venir a la prensa a insultar al que no sabe, y que la misericordia recomienda el argumento y el buen consejo; pero ¿qué pensaríamos y qué no diríamos de un ministro que recibiera a la prensa con una cruz gamada en la solapa? Efectivamente, nos echaríamos las manos a la cabeza y diríamos de él absolutamente de todo.

Sin misericordia, con toda la razón y sin necesidad de argumentar; porque el nazismo está ya fuera de toda discusión racional. Pues así es como se reacciona desde Alemania cuando se les enseña la foto de Garzón y se les cuenta que este majadero es un ministro del Reino de España. En serio. Unos no se lo creen. Otros no terminan de entender. Porque el comunismo está también al margen del análisis racional, exactamente igual que el nazismo. Más de cien de millones de asesinados, torturados y represaliados por el llamado socialismo real sitúan a esta ideología allá donde no cabe sino echarse las manos a la cabeza, entre el estupor, la indignación y la vergüenza.

De ahí que en Alemania vean la foto de nuestro ministro como una especie de broma macabra salida de un país insensible que lo mismo tira a las cabras desde los campanarios que se ríe de las torturas de la Stasi, de los más de cien mil alemanes que intentaron saltar el muro de Berlín, de los miles de ciudadanos que fueron reventados a tiros por la guardia socialista de fronteras, y en este plan. Así que me van a permitir que un servidor se sitúe al lado de mis amigos alemanes y califique a este ministro de perfecto majadero, dando por sentado que es lo menos que se puede decir de este muchacho, y sin dejar de señalar que Garzón no está solo en su majadería; porque nunca antes un Gobierno tuvo tantos disminuidos intelectuales y morales en su seno, y eso, evidentemente, no puede menos que traducirse en una degradación del bien común y el bienestar de cada uno de nosotros.

Pero hoy no vengo a echar esas cuentas, sino a poner el candil sobre otro asunto en modo alguno menor. En una democracia cabe pensar que los gobernantes se asemejen en buena medida a los gobernados. Pero si la majadería de este Gobierno está ya fuera de toda argumentación racional, ¿dónde queda la comunidad política española? Apesebrados aparte, cuesta presuponer la sindéresis (esto es, la capacidad de distinguir el bien del mal y de elegir en consecuencia) en unos ciudadanos que se reconocen en un gobierno con presencia comunista.

¿Cómo pueden no saber lo que es el comunismo? A mí no se me ocurre decirles ni palabra cuando me topo con ellos, lo cual ocurre a diario; porque estos ciudadanos son nuestros compañeros, nuestros familiares, nuestros profesores, nuestros periodistas y, por qué no, nuestros amigos. ¿Cómo se supera el estupor, la indignación y la vergüenza que producen un Gobierno, una ideología y un país que no reacciona frente a la barbarie? ¿No se limpiaría el aire que respira nuestra polis, nuestra cosa pública, si, de una vez por todas, se ilegalizaran los partidos comunistas y asimilados, tal y como ya se ha hecho en Europa, en nombre de la misma Civilización?

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