La Opinión de Murcia

La Opinión de Murcia

Lucía Perán Alcázar

Se va

Mi consejo es, que no den consejos. Cada cual tiene el deber y el derecho a equivocarse, sin que nadie le diga, ya te lo dije. Solo cuando dependen de ti menores o mayores discapacitados, tienes la obligación de darles tu opinión como mínimo.

Pero no es a ese consejo cotidiano, familiar, de amistad o humanidad, al que me quiero referir. Mi consejo es, ‘como no puede ser de otra manera’ (muletilla, que hoy se repite constantemente, junto con la palabra ‘obviamente’, en cualquier entrevista) el del Poder Judicial que, aunque en internet figure lo contrario, no es un órgano del gobierno, sino del gobierno de los jueces, que es muy diferente. Claro que, visto lo visto, en realidad no es solo un órgano del gobierno, sino de todos los partidos políticos, o al menos de aquellos que deben ponerse de acuerdo para nombrar a sus vocales. Como muy bien ha dicho el mandamás (comisario) europeo Didier Reynders, que ha pasado por España, hace pocos días (para nada, por cierto) primero hay que cumplir la ley, y después cambiarla si es preciso. Palo al PP, que coincide con mi opinión manifestada en esta misma columna hace tiempo. Sin consejo no hay, pues, Consejo, pero con consejo tampoco. Casi cuatro años vienen mareando la perdiz o magreando la ley para demostrar bien a las claras (por si alguien tenía dudas desde que Sánchez dijo eso de quién nombra al Fiscal General del Estado), los que mandan. El respeto al tercer poder del Estado es una utopía.

La posición de los miembros de ese Consejo no es fácil. Por una parte, su presidente anuncia en la apertura del año judicial que va a tomar medidas que no le gustaría tomar. Todo el mundo entendió que significaba que iba a dimitir, porque pidió un dictamen a sus asesores jurídicos sobre quién le sucedería, siendo el vicepresidente lo que le dijeron (no era difícil adivinarlo). Reúne al pleno del Consejo y en la primera semana no dimite.

Por otra parte, los vocales de ese órgano de los partidos políticos no se deciden a proponer magistrados para el Tribunal Constitucional. Ignoro si por enfado, porque no se consideran competentes (ya que les prohíben hacer otros nombramientos) o simplemente porque no saben a quién proponer. La única realidad es que va para cuatro años desde que tenían que haberse marchado, y siguen los mismos vocales. Unos ya están cabreados, otros resignados y otros, ateos ya del sistema. Por si fuera poco, la ministra de Justicia, Pilar Llop (antes de que anuncie que va a ser candidata a la alcaldía de Madrid), hace unas declaraciones diciendo nada más ni nada menos lo siguiente: «Quizás los vocales que bloquean el TC no deberían seguir cobrando». Dice que, si perciben un sueldo, tendrán que cumplir las leyes. Textualmente dijo:Están cobrando un sueldo, tendrán que cumplir con las leyes. O ¿se les suspende el sueldo cuando no cumplen con ello? Fíjese, quizás hay que replantearlo». Tiene bemoles el asunto. Llevan más de mil días incumpliendo ellos (y los otros), la ley, para renovar el Consejo, y se le ocurre decir esta genialidad. Eso se llama tener la mano derecha más anquilosada que la de Cervantes. Si no quiere echar leña al fuego, acaba de atizarlo con gasolina. A ver si al final dimiten todos los consejeros del poder judicial por tocarles las narices, y porque ya que no les van a pagar (no olvidar que es el ministerio de Justicia quien les paga), y el lío va a ser menudo. Los jueces, decapitados gubernativamente. Huérfanos del todo. El poder político ha triunfado sobre la ley. La verdad es que, si todos dimitieran, cosa que no van a hacer, por sentido de la responsabilidad, aunque seguro que ganas no les falta, sería una chulería digna de Luis Enrique. Lo único bueno de todo esto es que, entre esos vocales que en lugar de cinco van a estar nueve años, hay un murciano, brillante.

Cuidado con la curva, que es cerrada. Es lo que pienso al mirar hacia delante y ver cómo el año, desbocadamente, va hacia su meta. No ha sido un mal año, dirían unos; mierda de año, dirán otros. Así son las cosas. Los dos patitos se han portado, han cumplido su misión de otorgarnos días, y ahora como que ya me están entrando ganas de escribirle la carta a los Reyes Magos. Ahora, que sin pasarme, porque, qué buena debí de ser durante los primeros meses del año que ya me ha llegado el primer e inmejorable regalo y, además, envuelto en papel de felicidad. Por delante dos festividades nos ayudarán a que la espera sea más dura; por delante, la ilusión de despedir un año y aceptar que uno nuevo llega, con todos sus días, con todas sus horas. Es curioso, ¿por qué no nos aterra el desconocer qué esconde cada segundo del nuevo? La respuesta podría pasar por la tierna estupidez del ser humano de andar, no queriendo saber mucho, queriendo saber poco y dar a entender que se lo sabe todo. Humanos, diversión asegurada, que seguro afirman los extraterrestres. ¿Extraterrestres?, mira que si es en el año 23 cuando bajan a presentarnos sus respetos. De mí, que pasen de largo, que no me apetece tener más amigos.

Compartir el artículo

stats