La Opinión de Murcia

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Allegro agitato

Purcell y el funeral de la reina Mary

En estos días en los que, tras el fallecimiento de la reina Isabel II, hemos asistido como espectadores sorprendidos a la ejecución de un larguísimo protocolo fúnebre, elaborado minuciosamente con años de anticipación, dentro del respeto a sus tradiciones, con el boato, pompa (y circunstancia) característico, llevado a cabo con esa perfecta concordancia espacio-temporal en cada uno de los pasos que conocemos con el nombre de puntualidad británica, me viene a la memoria otra reina de Inglaterra, con circunstancias bien diferentes a la actual: frente al reinado de 70 años y una vida de 96 de Isabel, ella gobernó sólo durante seis, interrumpidos inesperadamente cuando falleció a los 32 en 1695. Casi un soplo en la historia británica, en la que por lo general, las reinas que se ocupan de gobernar destacan por su longevidad. María II subió al trono después de la deposición de su padre, el rey católico Jacobo II. Reinó junto con su marido y primo, Guillermo III, príncipe de Orange. Fue una gobernante poderosa, firme y eficaz.

A pesar de la brevedad de su reinado respecto al de Isabel II, María II se ha perpetuado en nuestra memoria gracias al compositor Henry Purcell, que escribió una sobrecogedora obra maestra para su funeral

A pesar de esta brevedad, María II se ha perpetuado en nuestra memoria gracias al compositor Henry Purcell, que escribió una sobrecogedora obra maestra para su funeral.

A pesar de la brevedad de su reinado respecto al de Isabel II, María II se ha perpetuado en nuestra memoria gracias al compositor Henry Purcell, que escribió una sobrecogedora obra maestra para su funeral

Purcell es considerado como el mayor músico inglés del Barroco, tras una época gloriosa de compositores renacentistas que incluía a Dowland, Byrd o Tallis. De hecho, fue el último compositor de entidad hasta Elgar a finales del siglo XIX. En ese espacio intermedio, los ingleses se entregaron a compositores extranjeros, algunos tan prestigiosos como Händel o Haydn. Escribió para casi todos los géneros de la época, tanto religiosos como profanos, destacando sus himnos, un gran número de canciones, obras instrumentales y una producción enorme para las escena, obras en las que combinaba con maestría el estilo italiano, el francés y una forma más nacional.

Nacido en el barrio londinense de Westminster en 1659, en una familia de músicos, empezó a componer en la niñez, posiblemente con nueve años, y pronto entró en el coro de la Capilla Real. Con los años fue acumulando cargos bajo diferentes rmonarcas. Durante los seis años de reinado de María y Guillermo, Purcell desarrolló una actividad incansable: además de ser compositor de la Corte, organista en Westminster, restaurador de instrumentos, profesor y participante activo en la vida musical londinense, compuso su única ópera, Dido y Eneas, y diversas semióperas como The Fairy Queen, Dioclesian o The Indian Queen, y odas por cada uno de los cumpleaños de la reina. Durante su vida puso música a más de cuarenta obras teatrales

Fue Benjamin Britten el compositor que puso en valor la obra de Purcell en el siglo XX al transcribir para voz y piano muchas de sus canciones y al utilizar uno de sus temas en la Guía de orquesta para jóvenes, maravillosa demostración de virtuosismo en la instrumentación, usado para la enseñanza musical de jóvenes de todo el mundo.

María II murió el 28 de diciembre de 1694, pero su funeral no se celebró hasta el 5 de marzo de 1695, por lo que Purcell dispuso de tiempo para escribir una marcha, una canzona y los tres oraciones fúnebres que comprenden la Música para el funeral de la Reina Mary. Aún así, no todo fue compuesto para la ocasión, ya que Purcell adaptó algunas obras anteriores. Se sabe que, durante el cortejo fúnebre, el sonido desgarrador de las trompetas y tambores en la marcha emocionaron a la audiencia hasta el llanto.

Por azares del destino, la misma música que sirvió para despedir a la reina María fue interpretada solo unos meses más tarde para el entierro del propio Purcell, en la misma iglesia, la abadía de Westminster, bajo el órgano en el que tocó desde 1679. Como tantas cosas sobre Purcell, no hay certeza sobre la causa de su muerte, siendo la tuberculosis la más plausible. En una columna junto a su tumba, un letrero reza: «Aquí yace el honorable Henry Purcell, quien dejó esta vida y se fue a ese lugar bendito donde solo su armonía puede ser superada».

Nuevamente, Thou Knowest, Lord, una de estas tres oraciones fúnebres de Purcell, sonó en el funeral de Isabel, como en el de todos y cada uno de los reyes británicos después de María.

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