La Opinión de Murcia

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Bernar Freiría

Pasado de rosca

Bernar Freiría

Melonadas

La RAE define melonada como «torpeza, tontería, dislate». ¿Es la elección de Giorgia Meloni una torpeza, una tontería o un dislate por parte del electorado italiano? ¿Lo fue la elección de Trump en su día en Estados Unidos? ¿O la de Orban en Hungría? ¿Podremos seguir creyendo que el pueblo es siempre sabio cuando elige a sus representantes? ¿o por contra podremos asegurar sin temor a equivocarnos que en procesos electorales también el pueblo puede caer en la melonada?

¿Acaso fue el Brexit otro dislate, como lo sería una eventual victoria del independentismo catalán en un hipotético referéndum convocado a tal efecto? Todas estas preguntas pueden sintetizarse en una sola: ¿qué razones mueven a los electores a manifestarse en un sentido que la sana razón condena? Aquí el catálogo de respuestas puede ser muy largo, pero podría resumirse diciendo que, en tiempos de crisis, todo es posible. Como que un votante pobre sienta inclinación por una opción política que afirma sin tapujos que, para que mejoren las condiciones de vida de los más desfavorecidos, va a bajar los impuestos a los más ricos. O que se acuda a las urnas a votar a los que manifiestan desprecio por los procedimientos democráticos. Valgan estas paradojas como claros ejemplos de melonadas.

En ese contexto de auge de la extrema derecha, se acaba de producir un encuentro —secreto, ma non troppo—del nuevo líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, con el representante de la versión española de esta nueva vieja derecha, Santiago Abascal, para ‘quitar el muro’ que los separaba, en palabras del primero. Ambos son conscientes de que están condenados a entenderse si quieren ir conquistando cuotas de poder municipal y autonómico como peldaños para encaramarse a la escalinata que conduce a La Moncloa. El electorado tiene la última palabra para que ese camino sea o no posible. Y no se debe olvidar que Meloni comenzó siendo una outsider que después se alzó con una poltrona ministerial y finalmente se ha hecho con la voluntad de los electores suficientes para convertirse en jefa del Gobierno de su país. ¿Será posible que, de melonada en melonada, el electorado español siga los pasos del que los italianos han recorrido con Meloni?

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