La Opinión de Murcia

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ESCARABAJAL, DIONISIO

Jodido pero contento

Dionisio Escarabajal

Jaque mate de Putin en Ucrania

Vladimir Putin Naci Yavuz

Desde que el 24 de febrero, fecha de la invasión de Ucrania por el ejército ruso, los europeos hemos vivido en una montaña rusa (nunca mejor dicho) de emociones. Del terror inicial al ver colas de tanques rusos camino de Kyiv, hasta la euforia de las últimas semanas contemplando al ejército de Putin huir despavorido de la región de Járkov ante el avance imparable de los bravos soldados ucranianos. Todavía estábamos envueltos en esa euforia cuando llegó el discurso de Putin por televisión en la mañana del día 21 de septiembre. En él, Putin anunció lo que tantos temían y algunos en su país demandaban: una movilización ‘parcial’ de reservistas rusos para llegar a 300.000 conscriptos y enviarlos, después de quince días de entrenamiento, al frente de batalla en Ucrania. Pero eso, con serlo, no fue lo más preocupante.

Esa fue la estrategia que tan bien le salió en Crimea. Hasta el punto de que países como Alemania siguieron comprando masivamente gas ruso sin querer darse por enterados de la flagrante violación de la soberanía de un país europeo y de la ruptura inmisericorde de la legalidad internacional. Como guinda el pastel, Putin recordó que utilizaría todos los medios a su alcance para defender lo que ya sería ‘legalmente’ territorio nacional ruso, en una poco velada amenaza de utilizar armas nucleares.

La reacción unánime de Occidente ha sido resaltar que el discurso muestra la situación de debilidad del líder ruso, que se ha visto obligado finalmente a llevar la guerra a casa, con los problemas políticos que ello le podría acarrear.

Yo personalmente, siento decirlo, no lo tengo tan claro, y mi visión del futuro inmediato del conflicto es altamente pesimista a corto plazo para Ucrania y para los aliados occidentales. Hay que tener en cuenta que, desde el principio, esta ha sido una guerra rara. En un primer momento, parecía que Rusia iba a por todas, para después comprobar que los rusos se achantaban al constatar que los ucranianos no se iban a dejar conquistar sin luchar. Eso cambió los planes de Putin, que se volcó en un objetivo más realista: dominar la franja este y sur de Ucrania, estableciendo un puente entre Rusia y el territorio de Transnistria, un mini estado dentro de Moldova pero leal a Rusia no reconocido internacionalmente. Ese fue en algún momento el objetivo establecido por una voz autorizada de la dirección militar rusa.

Ante el minado del puerto de Odesa y el hundimiento del buque insignia de la flota rusa en el Mar Negro, el ataque del ejército ruso se centró en el Donbas. Ante la pérdida efectiva de la región de Jarkov las últimas semanas, parece ser que los rusos se ‘conforman’ definitivamente con una franja ‘reducida’ que les asegura la defensa de Crimea, aun cediendo a los ucranianos su imprescindible salida al Mar Negro por la región de Odesa. En total, un 15% del territorio ucraniano, o un 20% si incluimos Crimea.

la realidad es que este conflicto se ha distinguido desde el principio por una cierta contención de las dos partes. Ni Rusia ha utilizado toda la capacidad bélica que le proporcionaría una guerra total, con movilización universal (al contrario que Ucrania, que decretó la movilización general desde el día uno), ni Ucrania se ha lanzado a destruir infraestructuras civiles que ayudarían al avance en las zonas ocupadas por Rusia. Los enfrentamientos han sido feroces, pero dentro de unos ciertos límites. Parece que las dos partes quisieran ganar territorio, pero no enajenarse del todo la voluntad de los pobladores, al que las dos partes aspiran a convertir o mantener como ciudadanos del país que resulte ganador de la contienda. Y de ahí la mala noticia de los referéndums y la movilización. Porque Rusia busca simplemente una coartada ante su opinión pública para ocupar con soldados hasta el último edificio de las poblaciones dentro del territorio que controla, complicando enormemente los avances de las tropas ucranianas en primavera.

Cuentan los rusos con que Ucrania no bombardeará con su escasa aunque sofisticada artillería los núcleos poblacionales en los que los soldados rusos se habrán imbricado con la población civil durante el invierno. Cuentan, en definitiva, con que el Ejército ucraniano no se atreva a cometer los mismos crímenes de guerra que ellos han perpetrado un día sí y otro también dirigiendo sus misiles contra colegios, hospitales y zonas residenciales de poblaciones netamene ucranianas como Jarkov.

y esperar que el tiempo pase y que la alianza occidental se empiece a resquebrajar para imponer su voluntad y sus conquistas sobre una mesa de negociación. Ese final no es absoluto descartable, teniendo en cuenta que las líneas de fisura en Europa ya están claras, y otras que no lo están se abrirán en los próximos meses. Pero la victoria rusa en esta partida no significa que el partido esté acabado. Aún quedan muchas partidas por jugar, y lo que hemos visto estos días no augura nada bueno para los líderes rusos. Y no me refiero a las protestas populares ni a las riadas de rusos saliendo por las fronteras o agotando los escasos billetes de avión disponibles. Al fin y al cabo, todas las dictaduras agradecen librarse de esa minoría de población que se resiste al lavado mental que ejerce la propaganda estatal sin escrúpulos ni cortapisas. Hablo de la presión ejercida en Samarkanda por los líderes de las potencias hasta ahora neutrales o directamente comprensivos de las posiciones rusas y, en concreto, los líderes de China, Turquía e India. Ante los tres, un sorprendido Putin, tuvo que reconocer que tenía en cuenta sus ‘preocupaciones’ a la hora de evaluar la actuación en Ucrania.

La salida por piernas del embajador ruso de la reunión del Consejo de Seguridad de la ONU celebrado este jueves, habla a las claras de la insostenible situación internacional en la que se ha puesto Rusia, agravada por la certificación del organismo internacional de que este país ha cometido crímenes de guerra en Ucrania. El que la Asamblea General de la ONU aprobase abrumadoramente la comparecencia en vídeo del presidente ucraniano, Vladímir Zelensky, también denota una pérdida clara de apoyos por parte de Rusia entre los países (africanos sobre todo) que habían mostrado previamente cierta comprensión por la agresión de Moscú.

Son precisamente estas tomas de posición frente al Kremlin las que animan a pensar que no todo está perdido para Ucrania, y que aún hay un amplio margen para que la situación cambie en los meses venideros. Al fin y al cabo, nadie esperaba que la Unión Soviética se derrumbara en cuestión de días.

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