La Opinión de Murcia

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Jutxa Ródenas

ERRE QUE ERRE (ROCKANDROLL)

Jutxa Ródenas

La culpa no es de usted

Ayer un compañero de trabajo discutía por teléfono con quien se presume sería su pareja. Cuando la cosa tornó a llanto supuse por un instante que igual al otro lado del hilo andaba el consejero de Sanidad o quien quiera que sea el redactor de contratos para el SMS; me bastó ver (era inevitable escuchar la conversación que transcurría bajo mi ventana) que se trataba del o de la que hasta ese momento había compartido con mi acólito mesa, cama y mantel.

Nadie se dirige a la clase política con tanta familiaridad y carencia de buenas maneras, y no deja de sorprenderme la adoración de píldora que hacemos a los que se supone que están ahí para trabajar por el resto, incluso siendo conscientes del nominalismo con el que la mayoría trata al pueblo, emitiendo palabras carentes de sentido y defendiendo las mismas como si lo tuvieran; es poquita la densidad intelectual que nos ofrecen estos oradores con aspiraciones de insolencia, discurso vacío con frases nuevas.

Y sí, lo han adivinado, he dejado de pensar en el secretario del secretario que redacta los contratos para el sistema regional de salud. Seguramente los hará con la mejor intención, no lo discuto. Pero entre que viene y va, los plazos de espera siguen escalando filas que ponen de manifiesto un alto índice de complicaciones en los pacientes. Mientras redacta o no esos ansiados contratos, deja en evidencia la escasez de profesionales...

Los que han podido por no tener ataduras relevantes se han marchado a conocer otros métodos. Y los que estamos, vemos muy lejos poder disfrutar de un contrato, cuanto menos, digno. Nada que no se solucione volviendo a creer que la inversión en la sanidad pública de cualquier país es la más importante a tener en cuenta.

Dicho esto, pensaba en Olona y en su maquiavélica y resultante estrategia para, a golpe de bombo y platillo, hacerse un trendic topic justificando actos de provocación que, de no serlo, congregarian apenas a unas decenas de ovejas descarriadas sin actividad alguna. Es de traca esa escalada teniendo en cuenta que hace dos días eran cuatro ejemplares los que cacareaban la súplica obsoleta de la ultraderecha. Líbreme Dios de usar el término facha o fascista en cualquiera de mis escritos.

Casi vacía de palabras tras lo escrito, tengo de nuevo espacio para mi compañero, el que lloraba por amor al teléfono mientras repetía hasta la saciedad la misma frase : «Dime qué he hecho mal, qué te he hecho de malo para que me hayas dejado. Dime qué puedo hacer para que vuelvas...». Mi dolor, el desconsuelo en mi alma ha sido infinito. Debe ser espantoso sentirse reducido e insuficiente ante alguien que nos permite llorar con tanta amargura y tolera que nos culpabilicemos sin saber de qué.

Me ha venido de repente la melodía de A change is gonna come de Sam Cooke. Ha llegado a mi como manifiesto a una injusticia, la enseñanza a no confiar jamás en la supuesta recompensa que nos dará una esfera mal llamada superior, la de quién creemos es merecedor de nuestra súplica para mantener cerca al mal querer, o para no variar los perniciosos mecanismos que un político de poca monta nos quiera vender.

En la vida, como en el póker, no es la mano que te toca, sino cómo decides jugarla.

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