El embrollo judicial comienza por la tricefalia en el ámbito de referencia: Supremo, Constitucional y CGPJ, este último, con siglas indescifrables para el pueblo llano, además. Para mí, basta con uno: el Tribunal Supremo, de ahí su nombre. Con toda la complejidad que se quiera, pero único.
Luego, claro, viene el embrollo nuestro de cada día: el nombramiento de los jueces, de los que se ha descubierto que tienen ideología, ¡Vaya por Dios! ¿Cómo no van a tener ideología, si son humanos? Quien tiene una ideología, o mejor, profesa una ideología, o fe ideológica, es antes feligrés de esa ideología que juez. Empíricamente demostrado, oiga. «Montesquieu ha muerto», decía Alfonso Guerra cuando entonces, y luego, en versión más soez, proclamaba: «A esos de la toga, ¿quién los ha elegido?». O sea, como buen izquierdista de pro, pensaba aquello de ‘todo el poder para los soviets’, y en ese todo se incluye la Justicia y su administración.
Para la izquierda de hoy no existe Justicia independiente; la Justicia independiente es una forma de Justicia de derechas, dicen. Y sólo conciben que haya jueces de izquierdas. De ahí el invento de judicialización de la política. La izquierda quiere trato legislativo específico, como antaño los militares y los eclesiásticos. La única interpretación válida de un juicio a una ley de izquierdas es la que no estorba para nada a dicha ley. Con eso, la permanencia de la izquierda en el poder está asegurada para siempre. Se acabó la democracia si la izquierda abduce a la Justicia.
La democracia radica en la alternancia irregular de las ideologías en el poder, según el voto. Atar bien atado al poder judicial, una vez que se ha atado el resto de cargos de relevancia del Estado, es demoler la democracia. Estilo Chaves, por ejemplo. El resto de cargos del Estado son, ya lo saben: CIS, Correos, CNMV, Fiscalía General del Estado, Abogacía del Estado, principales empresas públicas, como Indra, gestora de los votos en las elecciones generales, etc.; con el Supremo y el Constitucional sancionando como bueno todo lo que salga del Legislativo, raptado y bien raptado por el Gobierno, ya todo está hecho para la demolición de la democracia. Ya no es ‘todo el poder para los soviets’, es ‘todo el poder para los soviets para siempre’.
Por eso yo estoy con los ocho jueces del CGPJ que se niegan a designar miembros nuevos en su seno, para evitar que el Gobierno nombre a quienes le darán mayoría en todo el poder judicial. Están defendiendo a la democracia entendida como se entiende en Occidente, frente a la democracia popular de antaño, tras el telón de acero, o la chavista.
Para mí, el Poder Judicial debe ser siempre contrapeso del Gobierno, así, en abstracto: roja o azul, según sea el Gobierno azul o rojo. Cómo se haga eso, es otro asunto.