La Opinión de Murcia

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Andrés Torres

Cartagena D. F.

Andrés Torres

A toda máquina

Confieso mi escepticismo inicial ante el nuevo proyecto de remodelación del muelle Alfonso XII, alimentado por un cuarto de siglo de continuos fracasos y decepciones, con levantamiento y derrumbe de edificios y quioscos en la zona y la apertura, reapertura y cierres de todos y cada uno de los negocios, a excepción del Burger King, que se han puesto en marcha desde que la inmensa explanada portuaria dejó de ser un solar para que estacionaran los coches.

No requiere un gran esfuerzo de memoria recordar que la planta superior del edificio comercial del muelle nunca llegó a abrir desde que se construyó en los albores del siglo pasado. Se le adjudicaron distintos usos, como un restaurante o una discoteca, que se toparon con dificultades de todo tipo y no lograron pasar de buenas intenciones. No tuvieron mucha mejor suerte los bajos del inmueble, donde han ido abriendo y cerrando un local tras otro sin alcanzar el éxito.

Qué decir de los quioscos y el pabellón musical situados en medio del muelle y que ya hace algunos años que pasaron a mejor vida. Por no hablar de los locales situados al margen del paseo que lleva hacia el Club de Regatas y al muelle de cruceros, que también fueron demolidos hace tiempo.

Por último, el edificio de las pirámides tampoco alberga ya a sus inquilinos iniciales de la Cámara de Comercio, pese a que generaba más vida que algunos de los bares de la zona. Lleva más de lo deseable atascado en una reforma que parece eterna, aunque ya se ve la luz, con el visto bueno definitivo de Cultura al nuevo proyecto.

¿Qué ha fallado todos estos años? ¿Cuánto nos ha costado? ¡Cuánto tiempo y dinero hemos perdido! Es bueno y necesario responder a estas cuestiones, pero sin perder ni un instante en lamentos ni mirar atrás, sino para avanzar con ímpetu e ilusión en las nuevas iniciativas, corrigiendo los errores del pasado y confiados en las apuestas de futuro.

La flamante y casi omnipresente presidenta del Puerto, Yolanda Muñoz, ha cogido éste y otros toros por los cuernos con su proyecto de Plaza Mayor, para que el que se ha acompañado de empresarios de garantías, como lo son los promotores de Alviento. Ellos han recuperado el edifico comercial. Lo han reconvertido en el centro de aspecto moderno que quizá debió mostrarse desde el principio y lo han dotado de una oferta de ocio diversa y complementaria, con la que disfrutar de las vistas a una dársena natural que los cartageneros no hemos sabido exprimir, al menos, hasta ahora.

La inauguración este jueves de la nueva Plaza Mayor y el reciente desbloqueo de la remodelación del futuro gastromercado de Licor 43, junto a la realidad de la apertura de Alviento, auguran una nueva era en el puerto y un nuevo impulso al creciente auge turístico de Cartagena, una vez superados los estragos de la pandemia.

Lo mejor es que el Puerto y el Ayuntamiento van de la mano en sus iniciativas, lo que les permite remar en la misma dirección. La alcaldesa Noelia Arroyo habló en la inauguración de que Cartagena está inmersa en una segunda transformación para no estancarse y seguir avanzando como referente ineludible en el Mediterráneo. La regidora subrayó que el eje portuario que va desde el barrio de Santa Lucía hasta El Espalmador será la principal baza de esa nueva etapa de cambio para nuestra ciudad. La anterior, propiciada e impulsada por la exalcaldesa Pilar Barreiro, se produjo hacia el interior de la ciudad, con un nuevo eje peatonal que se alejaba del puerto hacia las entrañas de una Cartagena que empezaba a explotar su tremendo y espectacular patrimonio. Quizá, las tensas relaciones entre Barreiro y el entonces presidente de la Autoridad Portuaria, Adrián Ángel Viudes, impidieron que el muelle también se incluyera en esa gran transformación, de cuyo éxito ya nadie duda en Cartagena ni en la Región.

Ahora, con Arroyo y Muñoz al timón del Ayuntamiento y del Puerto, respectivamente, avanzar sin disputas ni roces se torna mucho más sencillo y pueden surgir y resurgir grandes y nuevas riquezas de ese entendimiento.

La sintonía es tal que no tardaron ni 24 horas en responder a la apertura oficial del Centro de Atención Temporal de Extranjeros (CATE) en El Espalmador, por parte del delegado del Gobierno, José Vélez. Pese a que al representante del Ejecutivo central recordó que esta ubicación es provisional durante un año, por si acaso, la alcaldesa se apresuró en replicar que ya cuentan con un sitio para el traslado y que se trabaja para que se lleve a cabo para la Semana Santa del próximo año. No vaya a ser que esta instalación se acomode en el Espalmador más de lo debido y se trunquen los planes municipales y portuarios de habilitar la tan ansiada segunda playa urbana para Cartagena, con zona de ocio incluida. Arroyo incluso indicó que ya se dispone del presupuesto para la mudanza del CATE, que abonará el Puerto, aunque lamentó este desembolso y que el dinero no se pudiera destinar a otros menesteres.

El Puerto de Cartagena y su capitana Yolanda Muñoz sacan músculo como el más rentable de España, el líder en tráfico de graneles líquidos y el cuarto del país en movimiento total de mercancías, superado tan solo por los tres grandes: Barcelona, Valencia y Algeciras. También se ha situado de forma inamovible en el top ten de los cruceros y subiendo y no hay duda de que es un motor de garantías para numerosas empresas de la Región. Además, nada de conformarse con estas excelentes cifras y desarrolla grandes proyectos como la nueva terminal Barlomar en Escombreras para potenciar el tráfico de contenedores y la adecuación de sus infraestructuras para la industria offshore, de reparación y mantenimiento de plataformas petrolíferas, lo que dota a la ciudad y a toda la Región de un sector de enorme valor añadido.

Ya es hora de dar un paso más, de salir del acomodo y estancamiento en el que hemos caído en la última década, aunque quizá fuera necesario este periodo de consolidación, antes de afrontar el reto de un nuevo impulso. Un avance comandado por mujeres que se esfuerzan y se entienden por el bien de su ciudad, de nuestra ciudad. Nos merecemos esta oportunidad de soñar a lo grande, de aprovecharnos de que se rema en la misma dirección y de abrigarnos con los vientos favorables y enfrentarnos sin fisuras ante los nubarrones que nos acechan en este aún joven siglo XXI.

Hemos comenzado la singladura hacia una nueva Cartagena, por la que Aníbal y Escipión se pudieran sentir atraídos, como antaño. Podemos subirnos al barco y empujar para avanzar a toda máquina o seguir dando la espalda al Mare Nostrum y a esta ciudad de ‘singular renombre’, ante la que se «postran cuantos puertos el mar baña, descubre el sol y ha navegado el hombre». Que los mismos que ahora vuelven a Cartagena y se asombran con el gran cambio experimentado por la ciudad gris de la que se marcharon, se vuelvan a impresionar cuando regresen dentro de unos años. Quién sabe, tal vez algún día, podamos parafrasear a Julio César y presumir de que «quien posee Carthago Nova, domina Hispania».

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