La Opinión de Murcia

La Opinión de Murcia

Javier Lorente

Agua de mi aljibe / Crónica desde Cartagena

Javier Lorente

Renovables sin plan

Ahora estamos en la zona del entorno de El Algar, y pronto el problema estará en otros lugares

Energías renovables. L.O.

Si los dinosaurios no se hubieran extinguido, es seguro que, a estas alturas, habrían evolucionado lo suficiente como para pensar más y mejor que algunos negacionistas del cambio climático o terraplanistas varios. Pese al ruido de fondo, cada vez tenemos más claro que hay que dar un cambio de rumbo en nuestro modelo económico que se basa en la sobreexplotación de los menguantes recursos energéticos. Bien es cierto que la actualidad de la guerra nos hace temer que no llegue el tan anunciado momento del no retorno medioambiental y todo se vaya a tomar por Putin. Podemos darnos con un canto en los dientes quienes hemos logrado salir coleando de este horno veraniego, así que, a partir de ahora, nos toca volver a la contumaz realidad y a ejercer la libertad de no mirar hacia arriba y que siga tocando la orquesta del Titanic o, por el contrario, volver a la tarea de los seguidores de Sísifo y de la hermandad de los profetas que claman en el desierto. Éramos pocos y parió la abuela, los problemas crecen y a Región revuelta, ganancia de especuladores. 

Una vez leí una historia en ese viejo artilugio que se llama libro: en el cónclave de los dioses, los ángeles y los demonios, el Ser Supremo propuso aumentar el gasto en ampliar, refrigerar y hacer más sostenibles las instalaciones del cielo, con acceso gratuito para todas las gentes de buena voluntad. Por su parte, el jefe de los diablos propuso el recorte del gasto público en algo tan innecesario, ofreciendo la alternativa de dar libertad para la instalación de empresas privadas que invirtieran en aumentar el calentamiento global, algo mucho más rentable y que movilizaría la economía. Tras la pertinente votación, por escaso margen, ganó la propuesta de aumentar y enfriar las instalaciones de la Gloria. La moraleja de la historia es que, al final, fueron los diablos quienes se quedaron con todas las concesiones de las obras en los paraísos celestiales. Como para fiarse. 

Las energías renovables no son una posibilidad ni una opción sostenible, son el único camino que nos queda si queremos que la humanidad tenga futuro. Está claro que las energías fósiles, además de que siguen contaminando un planeta que ya no soporta más humo, ni más plástico, ni más veneno, son eso, precisamente: fósiles, cada vez más muertas y agotadas. Es sabido que hay muchos intereses económicos y estratégicos detrás, por encima y por debajo del desarrollo energético y es sabido que si mañana un particular inventase un motor no contaminante y barato de fabricar que funcionase con agua de mar, al día siguiente le comprarían la patente (por no citar otros métodos más contundentes) para que no lo pudiera fabricar en un par de siglos, con la excusa de que arruinaría la (su) economía mundial y que se perderían puestos de trabajo y todo eso que nos cuentan para nuestra comprensión. 

La guerra de Putin, que no es la única que padece nuestro mundo en la actualidad, con el cierre del grifo del gas natural, ha vuelto a sacar a la palestra a los defensores de la energía nuclear, que ahora nos la presentan, con ánimo engatusador, como una energía limpia y segura, queriendo que olvidemos ejemplos de algunos recientes desastres como Chernóbil o Fukushima. Sin embargo, parece que queda muy lejos aún un planeta limpio y verde, que extraiga sus recursos energéticos de otros planetas o que aproveche, por ejemplo, la luna para llenarla de residuos nucleares y peligrosos, porque aquí ya no nos caben y porque aquí cada vez los países pobres se dejan engañar menos para acoger los venenos de nuestro loco desarrollo. 

Hay tecnología de sobra para abastecernos de energías que son renovables, inagotables y, además, no dañinas con el medio ambiente: el sol, el viento, las mareas… Es ya un clamor que es urgente apostar por ellas, son el único futuro posible y, además deberían están al alcance de cualquier familia y cualquier territorio. Lamentablemente, lo que es posible y parece tan justo como necesario, es casi un sueño en la actualidad. Por demencial que parezca, con la que nos está cayendo en general y con la urgencia climática en particular, los intereses económicos en torno a las energías, siguen provocando guerras, que son una manera de hacer negocio sobre otro negocio. Negocios que no convienen a la humanidad ni a nuestro mundo, pero que benefician y mucho a unas cuantas macroempresas y oligarcas. Las renovables empiezan a venir pero al ritmo que les interesa a los que tienen la sartén de las energías por el mango o por el misil. No hay que olvidar, a título de ejemplo, lo del impuesto al sol, de gobiernos anteriores: se vende la necesidad de las placas solares, pero se limita el uso para las familias, con prohibiciones o impuestos. ¿Os imagináis un mundo donde cada familia o cada barrio se pudiesen autoabastecer con energía solar? Es posible técnicamente, pero a los poderes económicos no les interesa, así que ya se buscan las fórmulas para que la inversión te cueste un pastón y sólo te puedas ahorrar un porcentaje de tu propio consumo porque no te dejan desconectarte de la red privatizada de electricidad. 

En el Campo de Cartagena: así no. Habría que ordenar y democratizar con información, transparencia y participación, la llegada de las energías renovables, que han de estar al servicio de la gente y no de las grandes corporaciones, en la mayoría de los casos foráneas, y ello incluye la elaboración de un plan público, como se hace con los planes urbanísticos, donde haya un consenso entre la ciudadanía y las administraciones a la hora de decidir donde se instalan las placas fotovoltaicas.

Claro que queremos energías renovables y claro que tenemos una Región rica en tantas horas de sol. Es lógico que en algún lado habrá que establecer las placas pertinentes, pero parece razonable que ello se haga con criterios científicos, sociales y paisajísticos. No parece de recibo que se establezcan esos ‘huertos solares’ en una zona fértil y legalmente cultivable, en lugar de en una más estéril o apartada. No parece justificable que, mientras hay directrices como el Convenio Europeo de Florencia para la Recuperación y Conservación del Paisaje, aquí en la Región de Murcia estemos cargándonos el Mar Menor y su entorno, los molinos del Campo de Cartagena, los humedales y zonas protegidas, las plantas autóctonas, las aves… y ahora le pongamos la puntilla llenando, sin control ni acuerdo, los alrededores de nuestra laguna salada con un impacto visual tal. Lo que le faltaba.

La voz de su amo nos dirá: ¿No queríais renovables? pues ahí las tenéis: estáis rodeados. Claro que le podríamos responder que si vosotros nunca habéis apostado por el cambio de modelo energético, apartad vuestras sucias manos de este negocio. Tampoco parece que la manera de sustituir a la agroindustria sea la instalación sin control de placas fotovoltaicas. 

Se anuncian movilizaciones. Un importante grupo de asociaciones culturales, vecinales, patrimoniales y medioambientales se han unido y constituido en una plataforma que se denomina Alianza del Campo de Cartagena para la Ordenación de Instalaciones Fotovoltáicas (ACCOIF). No están en contra de las energías renovables, sólo quieren que haya transparencia, control, participación ciudadana, criterios y defensa del paisaje de la Comarca y del entorno del Mar Menor. Hace unos meses los vecinos consiguieron, con sus movilizaciones, una demora en estas instalaciones en la zona rural oeste del municipio Cartagenero. 

Ahora estamos en la zona del entorno de El Algar, y pronto el problema estará en otros lugares. Sin duda es un debate que hay que hacer a nivel regional. Hace unos meses se aprobó, en este sentido, una moción de Podemos en la Asamblea: Después, nunca más se supo, ni se ha reunido una comisión a tal fin. 

Puede que para algunos sea más urgente o más rentable oponerse a Sánchez, pero urge gobernar para todos y dejar participar.

Compartir el artículo

stats