La Opinión de Murcia

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Andrés Torres

Cartagena D. F.

Andrés Torres

El bosque de la ministra Llop

Un bosque abraza el castillo de Balmoral, un hermoso y acogedor lugar donde Isabel II dejó de reinar la Gran Bretaña para conquistar el imperio de la actualidad y dominar la historia para la eternidad. La bella estampa palaciega que formaban los frondosos árboles no ocultaba la tristeza, la expectación ni la solemnidad de un momento en que, tras los muros de la residencia real, se cerraban tantas puertas, a la vez que se abría una nueva ventana. La nostalgia de tiempos pasados, quién sabe si mejores o no, la certeza del fin de una era se entremezclaba con los renovados aires de un siglo XXI que avanza a una velocidad vertiginosa y nos hace transitar entre múltiples amenazas. 

Los líderes mundiales del último cuarto del siglo pasado, como Gorbachov o la propia reina Isabel II, supieron afrontar su mundo y reconducir los desastres de la primera mitad. La muerte de la monarca casi centenaria cierra un ciclo de la historia global, tras imponerse a varias guerras, la pérdida de sus colonias y hasta al amarillismo descarnado de gran parte de los medios británicos, alimentados por los comportamientos díscolos de los herederos y sus entornos. El tiempo situará a la reina de reinas en un trono eterno de reconocimiento a su labor, aparentemente callada, pese al tremendo ruido que emanaba de sus contundentes silencios. El paso de los años y el profundo análisis de su reinado se encargarán de juzgarla. 

Lo que sí eclipsó el bosque de Balmoral fueron las muchas noticias importantes de un jueves histórico, que lo fue para Cartagena, donde también se habló de un palacio, de justicia y hasta de un bosque. Batir la retahíla de años que ha estado en el trono Isabel II es misión imposible, pero los cartageneros sabemos que ya empezaba a eternizarse la demanda de una infraestructura judicial digna y a la altura del servicio que se presta en ella. Por fin, parece que se ve el final del camino, aunque queda tanto por recorrer: la urbanización de los terrenos elegidos junto al hospital Santa Lucía, la posterior cesión de uso por parte del Ayuntamiento al Ministerio, la convocatoria del anunciado concurso de ideas, la designación del proyecto elegido, los muchos trámites burocráticos con al menos tres Administraciones implicadas, con sus probables cambios de signo a lo largo de los años… 

Y, en caso de que todo ello llegara a buen fin, las obras para levantar el nuevo y flamante edificio. Nos hemos de llenar de paciencia y confianza en que las celebraciones y buenos propósitos pregonados esta semana no se vean truncados por atascos, paralizaciones y retrasos a los que tan acostumbrados estamos por estos lares, en especial, en lo referente a los grandes proyectos como éste. El tópico de que la Justicia es lenta deja de ser tal en nuestra ciudad, ante la carencia de espacios y servicios donde ejercerla, como llevan años denunciando los profesionales que la imparten y los ciudadanos que quieren aferrarse a ella, los mismos que subrayan que una justicia lenta no es justa.

Seguro que miles de situaciones y causas atascadas en las montañas de papeles de los juzgados de Ángel Bruna corroboran este axioma. Uno reciente es el caso en el que se investiga el presunto fraude en las primarias que designaron al candidato de un agónico Ciudadanos a presidente de la Región, que ganó Isabel Franco. Las últimas noticias sobre las pesquisas policiales conocidas apuntan a que gran parte de los votos que dieron la victoria a nuestra vicepresidenta regional se produjeron cuanto menos de forma sospechosa. Corresponde al juez dictar la sentencia final, pero en caso de que su fallo certificara el todavía presunto fraude, los daños y perjuicios causados serán del todo irreparables para su rival en aquellas primarias, Leonardo Pérez, cuya derrota en las urnas de su partido pueden derivar hacia la pérdida de un buen gobierno para los ciudadanos.

Procuro huir de pesimismos y celebro el desbloqueo de nuestra Ciudad de la Justicia. Aún así, genera cierta desconfianza el conejo que se sacó de la chistera la ministra Pilar Llop en su visita a Cartagena. Lo hizo en forma de anuncio sorpresa, de apunte inesperado y hasta de guinda de un pastel que llevamos lustros esperando. Desveló que el proyecto incluirá un amplio bosque con especies autóctonas, una nueva zona verde de esparcimiento que, a la vez, contribuirá a una mejora del medio ambiente contra el cada vez más cacareado cambio climático. Bastante tiene la ministra en hacer como el zapatero que se ocupa y preocupa de sus zapatos. 

Nadie se opone a respirar aire puro, pero anhelamos tanto una Justicia de justicia en Cartagena, que más vale que se dejen de trivialidades y permitan que sean los organismos correspondientes y competentes los que se encarguen de repoblar nuestro mundo. De lo contrario, corremos el riesgo de quedar embelesados por la brillante guinda sin poder saborear la tarta y de que los árboles nos tapen el bosque hasta acabar perdidos entre los lobos.

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