La Opinión de Murcia

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Sánchez se empeña en convertirnos en un infierno ferroviario

Suma y sigue. El Gobierno de Sánchez parece empeñado en dejar en mal lugar a quienes en su momento denunciamos que es imposible que lo hagan peor en materia ferroviaria en la Región de Murcia, porque lo cierto es que están demostrando que sí se puede: tan rematadamente mal como lo continúan haciendo ellos mismos. Se confirma, una vez más, que con este Gobierno de coalición PSOE-Podemos todo es susceptible de empeorar.

Después de impedir que llegara el AVE a la Región hace cuatro años, de dejarnos a la cola ferroviaria sin un solo centímetro de vía electrificada, de quitarnos los Cercanías y de cortarnos los trenes directos con Madrid, la última vuelta de tuerca no ha tardado en llegar con la supresión de la conexión ferroviaria entre Archena y Albacete, lo que supone la eliminación del último tren directo desde la Región con Madrid y el centro de España.

Otra nefasta decisión que no es sino un ataque más del Gobierno de Sánchez a la Región de Murcia dentro del gran despropósito de convertirnos en una isla ferroviaria, y que certifica que, por culpa de Sánchez, tenemos las peores comunicaciones de nuestra historia. Otro atropello intolerable que nos ha hecho retroceder a hace más de un siglo. Una auténtica vergüenza que supone un gran perjuicio económico, un impacto negativo en el turismo y un daño irreparable en la calidad de vida y el bienestar de los ciudadanos de la Región.

Sánchez nos impone ahora un trayecto infernal, de casi cuatro horas en autobús, para poder coger el tren que nos lleve a Madrid. Algo que, en último término, induce a los ciudadanos de la Región a tener que recurrir al vehículo privado para desplazarse a la capital de España. ¿Esta es la apuesta de Sánchez por el transporte sostenible?

Hasta ahora, ante los pasos dados por el Gobierno de Sánchez para degradar a la Región de Murcia a la condición de isla ferroviaria, los socialistas murcianos habían reaccionado, primero, con un silencio cómplice, y después, ante la magnitud del escándalo, justificando e incluso aplaudiendo esas tropelías. Pero ahora, de la mano de su secretario general y delegado de Sánchez en la Región, el señor Vélez, tenemos que soportar encima que se rían de nosotros e insulten nuestra inteligencia. Porque es una burla a todos los ciudadanos de la Región, además de una desfachatez, que se pueda considerar un mero ‘daño colateral circunstancial’ la supresión del último tren directo desde la Región con Madrid.

Una vez más, Vélez actúa como palmero mayor de Sánchez, justifica lo injustificable y, además, nos toma el pelo, ya que la interrupción de los servicios ferroviarios en la línea que conecta Cieza-Hellín-Albacete-Madrid no responde a ninguna obra de mejora en ese trazado. Aunque también es cierto que, desde que nos malgobierna Pedro Sánchez, no han dejado de producirse ‘daños colaterales’ para la Región en materia ferroviaria.

No está de más recordar que esta historia de castigo y discriminación se inició tras la moción de censura de 2018, cuando la primera decisión que tomó el Partido Socialista fue la de impedir la llegada del AVE a la Región, pese a que estaba todo preparado para que ese mismo año entrara provisionalmente en superficie mientras se terminaban las obras del soterramiento que había empezado el Gobierno de Mariano Rajoy.

Encima, pocos años después, este nefasto Gobierno de izquierdas decide eliminar el servicio de trenes de Cercanías para 1,2 millones de usuarios, lo que ha llevado a muchos ciudadanos al uso de otros medios de transporte, lo que ha supuesto más contaminación y atascos en unas autovías ya colapsadas.

Y cuando piensas que el transporte en tren en la Región no puede empeorar, Sánchez mete la mano en el servicio de media y larga distancia con Madrid y nos somete a un viaje de más de seis horas en total para llegar al centro de la capital de España, que incluye el transporte en autobús desde Lorca y Cartagena para ir a Albacete y, allí, coger el AVE hasta Madrid. Hasta que ha llegado la guinda: la supresión de la conexión ferroviaria entre Archena y Albacete, que supone la eliminación del último tren directo de la Región hacia la capital de España.

Pero tampoco acaba aquí este historial de agravios que han convertido en un infierno ferroviario desplazarse desde o hasta nuestra Región. Encima, nos alejan la estación término en la capital de España. Los ciudadanos de la Región, por el solo hecho de vivir aquí, tendrán que llegar a Madrid de forma muy distinta al resto de habitantes del sur de España: para todos los demás, la estación de Atocha, en pleno centro de la ciudad; pero para los habitantes de la Región, Chamartín. Una dificultad añadida para nuestras conexiones y desplazamientos.

Lo peor de todo es que se trata de decisiones impuestas y exclusivamente políticas, porque técnicamente se podía haber hecho mucho mejor. Solo tenían que haber seguido los planes previstos por el anterior Gobierno del PP, en lugar de cambiarlos para perjudicar a la Región. Pero, por desgracia, el PSOE de Sánchez persevera en pasar a la historia de la Región de Murcia por convertirnos en un infierno ferroviario.

El principio de no contradicción es una de las leyes clásicas del Pensamiento lógico. Aristóteles lo definía así: «Es imposible que un mismo atributo se dé y no se dé simultáneamente». Un ejemplo planteado desde tiempos memorables lo tenemos en la existencia de Dios. Dios existe o no existe pero ambas aseveraciones no pueden ser al mismo tiempo verdaderas.

Otro ejemplo más reciente lo tenemos en la publicación de la crisis que viven numerosas empresas de ocio nocturno, el último sector en recuperar la normalidad tras la pandemia, y que ansiaban vivir una fiebre del sábado noche que ni ha llegado ni se la espera. Atribuyen el chasco a un cambio de tendencia de las personas a la hora de relacionarse, que encontraron alternativas virtuales tras la imposibilidad primero y el recelo después, a ligar en las discotecas.

Del lado contrario de la contradicción, pero compartiendo periódicos, la noticia de que Match Group, el buque insignia de la aplicación de citas Tinder, se desploma en bolsa. En una carta dirigida a sus accionistas informan de que el fin de las restricciones y la vuelta a las interacciones sociales en persona han provocado una creciente pérdida de usuarios a lo largo de los últimos meses. Es decir: volvemos a ligar en persona. En este particular drama de Schrödinger nos estamos enamorando presencialmente y no al mismo tiempo.

Business are business o, como decimos los españoles y mucho españoles: la pela es la pela. Porque el amor no se podrá medir pero sí el valor de las empresas dedicadas a especular con él y los cambios de estado en Facebook de ‘es complicado’ a ‘en una relación’ se traducen en pérdidas millonarias. ¿Nos estamos enamorando por encima de nuestras posibilidades, o lo hacemos sin seguir sus expectativas de negocio? Los solteros y potencial nicho de mercado queremos aportar nuestro granito de arena, pero necesitamos pistas, ¿qué hacemos?, ¿salimos o no salimos?

Entre estas dos formas contradictorias del y qué hay de lo mío, sí están de acuerdo los unos y los otros en lamentar, entre tantas pérdidas de solteros, la de la población más joven a la que no habrían sabido conquistar para probar las mieles del ‘amor online’ por un lado, pero a quienes las discotecas tampoco supieron recuperar tras la anterior crisis, cuando en lugar de interrumpir las salidas nocturnas para retomarlas con más ganas cuando volvieran a tener la cartera llena, se extendió la cultura del botellón hasta alcanzar a estratos sociales antes impensables. Se popularizó que el pedo se pilla en el parque frente a la disco, a la que entras solo para tomarte la última, ir juntas al baño y con el rímel recompuesto hacerte el selfi perfecto.

Pero más allá de la pérdida de solteros y el botellón, tranquilos, aún queda margen. Continuamos siendo el bar de Europa. El Instituto Nacional de Estadística contabilizó 83,7 millones de visitantes extranjeros que vinieron a España en 2019. 73,1 millones -casi 9 de cada 10- lo hicieron por ocio. Si este ocio Happy Hour es sostenible o mejorable ya lo hablamos otro día, que hoy estamos aquí por el asunto aquel del negocio del amor que se rifan apps y salas de fiestas.

Va y resulta que los de la generación X fuimos, cual dinosaurios, una especie en extinción. Saquemos pecho y digamos que, además de cerrar las discotecas, nosotros, las abríamos. Los primeros en entrar y los últimos en salir. ¡Ay, jovenzuelos! Vosotros entenderéis las canciones de Rosalía sin subtítulos pero no tenéis NI IDEA de lo que era bailar las lentas en la gala juvenil. Esas cuatro paredes oscuras de las discos conocían historias de amores y desamores. Peticiones de quieres salir conmigo; anuncios de que cortamos. Confidencias, llantos, morreos y demasiados cuernos. Da igual que llegáramos en un Panda o un Renault 5, fue en un Simca 1000 o en el asiento de atrás de un viejo Cadillac segunda mano, junto al Merbeyé, a mis pies mi ciudad, donde se engendraron los hijos que tendríamos los hijos de La Movida.

Esas eran nuestras ‘interacciones sociales’. Así contribuíamos al negocio del amor mientras nosotros, ya ven… nos enamorábamos. Y para Tinder el futuro era desarrollar su propio metaverso donde poder ‘vivir’ la experiencia de mantener una cita romántica de tu avatar con el avatar de tu churri. ¡Manda huevos! Suerte que esta gilipollez -al menos de momento- no se la hemos comprado.

¡A la mierda todo lo virtual, todo lo fast! Por lo menos el amor, el amor, ¡el amor!, habrá que hacerlo cara a cara… cuerpo a cuerpo. Y con todas las luces -a poder ser del sol- encendidas. Porque de noche todos los gatos son pardos y en Instagram todos los corazones llevan filtro. Porque yo no creo en la tecnología, aunque haberla hayla, pero en el amor… sí creo. Más o menos lo mismito que dijo algún otro filósofo posterior a Aristóteles, apoyado en la barra cualquiera de una discoteca de madrugada: «Todo el mundo necesita creer en algo. Yo, por ejemplo, creo que me tomaré otra cerveza».

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