Ya que estoy aquí, hoy voy a meterme en un berenjenal, porque lo que voy a escribir contradice bastante lo que se ha escrito y hablado sobre ‘El botellón en el Mar Menor, noticia esta que ha dado la vuelta a España. Yo no estuve, pero sí lo hicieron varios amigos y vecinos, y, para redactar este artículo he hecho lo que me parece necesario a la hora de opinar, hablar con los asistentes y ellos me han contado cómo se desarrolló este evento, las circunstancias que se dieron y el ambiente que había.

A mi juicio, lo primero que hay que decir aquí es que se trataba de un acto ilegal, puesto que superaba el número de personas permitido para una celebración en un lugar público. También hay que reconocer que todo ese ruido no les haría ninguna gracia a los peces, sobre todo a los fartets, que son pequeños pero muy bonicos, y que están en peligro de extinción. O sea que no voy a discutir el fondo del tema, pero sí la forma en la que ha llegado al público.

La palabra ‘botellón’ sugiere enseguida la idea de que allí se reunió un montón de chicos y chicas jóvenes y muy jóvenes, pusieron espantosa música a todo volumen, abrieron botellas de ginebra, ron, whisky, etc. que mezclaron con cualquier cosa, o que se las bebieron a pelo a base de chupitos. También sugiere esa expresión que se fumaron buenos porros, incluso que corrió por allí algo que colocaba de inmediato, que armaron un escándalo que no dejó dormir a La Manga entera, que se usaron cientos o miles de preservativos, y que, cuando llegó la mañana, se pudo comprobar que todo estaba cubierto por bolsas de plástico, botellas vacías, balsas de orines y manchas de vómitos. Es decir, un botellón como los que están sufriendo los vecinos de Cabo de Palos que están ya para tomar un camino con este problema.

¿Y fue así el evento al que nos referimos? Según me han contado a mí, en absoluto y conviene que establezcamos algunas consideraciones sobre el tema que, a mis cortas luces, va a entender todo el mundo:

Materialmente todos los asistentes acudieron al concierto (por fin alguien lo llama ‘concierto’ y no botellón) iban en barcos de su propiedad. ¿Ustedes conocen a muchos jovenzuelos que posean un barco? Pongo la mano en el fuego a que la edad de los asistentes estaba por encima de los 45 años que es, más o menos, cuando una familia que le guste el mar se empieza a plantear comprarse un barco, normalmente bastante pequeño y de segunda mano. Sé que hubo quienes se llevaron a sus hijos, de distintas edades, pero la cuestión ‘chupito’ y ‘jovenzuelos’ está descartada.

Si ven las fotos del evento comprobarán otra cuestión importante. Aunque hay barcos fondeados solos, hay también varios grupos de barcos que se abarloaron para evitar la lluvia de anclas sobre el fondo, es decir, se juntaban en paralelo con uno fondeado y se amarraban a él, y después otro y otro. Este detalle dice mucho de los tripulantes porque indican claramente que trataban de respetar el fondo marino y no fastidiar la flora y la fauna que allí habitaba.

Otro tema es el de que nadie de los organizadores tenía una compensación económica. Se trataba de pasar un buen rato y ya está. Parece ser que alguien trató de establecer un servicio de traslado en barco a cambio de pasta, pero fue un fracaso.

Que hubo algún cretino que se dedicó a darle puño a su moto acuática para llamar la atención. Es verdad. Que hubo un barco de una despedida de soltero que dio vueltas por el espacio dando la murga, también es verdad. Que los asistentes se tomaron sus cervezas y cantaron con los músicos, claro que sí. Y algo para terminar. ¿Por qué se le ha llamado ‘botellón’ en todas partes sin serlo? Porque estamos en verano y hay pocas noticias para los medios, y porque ‘Mar Menor’ parece que siempre tiene que ir unido a ‘desastre’. Y es una pena.