Querido Enrique:

Me estalla la cabeza, creo que no volveré a tomar un Negroni en una larga temporada. El niño de Yucatán no nos trajo ni tequila ni mezcal, y menos mal. Perdí la cuenta de los combinados italianos que me tomé. Pero empezaré recordándote que aún me estoy riendo de los seis paquetes de granizado de limón que tienes en la nevera, eso me pasa por leer deprisa y hacer caso a tus peticiones de última hora. Menos mal que no te hicimos caso en todo y, siguiendo las instrucciones de mi querida María, te hicimos un guacamole casero que estaba de escándalo, mención especial a José Ignacio, que me estuvo dando salchicha seca y pinchando música decente mientras picaba los aguacates y el tomate; y agradecida a Lorenzo, que se curró el final de la receta mientras yo intenté de forma lamentable inflar uno de tus regalos, sin ningún éxito. Pero qué bien me quedó decirle a tu padre que me había dejado los pulmones en el intento y cómo se lo creyó. Qué ilusión ver a Nani y conocer a su marido Juan, son un equipazo y encima los tengo de vecinos en Madrid. Hemos tardado poco en planear alguna que otra quedada por el barrio con personajes ilustres del periodismo y mejores amigos, como nuestro querido De la Calle, que sé que nos está siguiendo en esta aventura de verano. Juntaste a un gran equipo de lo más variopinto para esta carbonara, que espero que consigamos hacer tradición, como cuando celebrabas tu santo a finales de julio. El glamour lo aportaron nuestras queridas Ana e Inma. Sin ellas, sus estilismos, pamelas y, sobretodo, sentido del humor no sería posible una reunión tan ilustre. Hablando de estilismos, acabo de mirar mi móvil y tengo una serie de fotos infames con la pamela gigante de Inma, y, en una de ellas, sales tú y nuestro niño del Yucatán, al que ha quedado claro que nos rifamos y competimos por pegarnos a él para ver si se nos pega algo de su talento. 

Pasaré por alto la elaboración de la pasta, que no vi, pero me sentó como los ángeles meter algo sólido al cuerpo, ya que no soltaba el vaso ni en la piscina. Si algún italiano se hubiera sentado a la mesa es posible que estuviéramos todavía siendo sometidos a algún tipo de tortura, pero lo importante era juntarse, compartir, reír y disfrutar, y en esto cumplimos y superamos las expectativas. Paco, a la vuelta, tuvo que aguantarme con una salchicha seca envuelta en dos servilletas en una mano para no manchar el coche impoluto que llevaba, bebiendo agua como si no hubiera un mañana porque ya tenía resaca y aún no me había acostado; y en la otra, tu regalo, el abanico con el que no fuimos capaces ni hicimos el amago de preparar ese vídeo que querías subir a redes. Ni una foto tenemos todos juntos, ¡qué desastre!

Quería darte las gracias por presentarme a Lorenzo y poder disfrutar de sus croquetas de chocolate, por más que me lo comentasteis durante todo el día no me hacía a la idea de la delicia que iba a probar horas más tarde. No sé cuántas me comí, mi trasero me lo dirá en unos días, pero habrá merecido la pena. Qué invento. ¿Él sabe que estamos perdiendo dinero? Podríamos montar un puesto sólo con croquetas de chocolate y a vivir. En nuestra próxima quedada hay que hablar de esto y ver las posibilidades de negocio. Será una excusa perfecta para volver a ver a Roxanne. Me he enamorado de esa perra, dicho así suena algo raro, pero es verdad. Qué mascota más adorable tienen. 

Me he dejado un caftán o bata fresca que una se pone después del baño. Guárdalo y hacemos por vernos, no sé cuándo ni dónde, pero hay que hacerlo. Saca agenda, que el verano no acaba hasta que no lo digamos nosotros. Voy a tomarme un ibuprofeno, a ver si consigo sacar al enano que me está taladrando la cabeza, espero que estés bien. 

Te abrazo.