Querido Enrique:

No sé sé por qué hoy tengo ganas de meterme en algún jardín y no hablarte de cosas banales y frívolas propias del mes que nos ocupa. Estoy revisando una serie de finales de los noventa y principios del dos mil. No me pararé a comentarte los estilismos infames de la época, ni lo llamativo del uso del teléfono fijo y el contestador automático, así como unos ordenadores arcaicos. Lo escandaloso de la serie es el puritanismo al hablar de la homosexualidad o el sexo, hace tan sólo veinte años de esto y me hace pensar con alivio lo mucho que hemos avanzado y a la vez me dan escalofríos al ver como los señoros de misa de diaria y muy españoles quieren hacernos retroceder. Por eso manifestaciones carnavaleras como a la que asististe el otro día en Águilas son más que necesarias, aunque entiendo que sientas a veces que la reivindicación real se pierdan con la música y las carrozas y se desvirtúe el mensaje. Me habría encantado acompañarte junto a Irene y todas las personas que se sumaron en ese Orgullo, me encanta que te acostaras al alba y que ¡viva la trasgresión! Puedes estar muy satisfecho de todo lo que estás haciendo y aportando para apoyar la causa LGTBIQ+, si alguien sabe de la necesidad de educar, de dar un paso al frente y de la importancia de ser, eres tú. 

Hace unos días hablaba con un amigo sobre lo importante y necesario que es manifestarse, reivindicar y no ponerse de perfil ante causas el feminismo, la violencia de género, el día del orgullo, que por más que se quiera vender como una fiesta sodomita, es un día para reivindicar: no importa a quién ames, importa quién seas. Por otro lado, a veces me cuestiono de qué sirven determinadas manifestaciones como el abrazo al Mar Menor de este verano. Sé que esto no va a gustarle a los organizadores y promotores del acto simbólico, así como a todas las personas que acudieron a dar ese abrazo a nuestra laguna salada. Yo diría: menos abrazos y más conciencia a la hora de votar dentro de un año. Los actos simbólicos están muy bien, pero luego a la gente se le olvida, llegan las urnas y seguimos igual. Si todas las personas que fueron a la última, emocionante y multitudinaria manifestación para salvar el Mar Menor en abril del año pasado votaran un cambio, quizás empezarían a cambiar las políticas medio ambientales, aunque por otro lado me paro a pensar quienes pueden lideran el posible cambio en nuestra región, y me corren escalofríos por la nuca. Por no hablar de la noticia de este fin de semana, donde la policía judicial confirma el fraude en la votación de la vicepresidenta cítrica, como coordinadora regional de su ex partido. Y qué me dices de la guerra interna Feijóo-Casado sobre el pacto sobre la renovación del Poder Judicial, no hay nada como el fuego amigo y en Génova todavía quedan regalitos por salir. Es todo tan obsceno y encima no pasa nada. Estamos a punto de entrar en campaña electoral, si no lo hemos hecho ya y el panorama es desolador. ¿Ves como mi huida a vivir en Las Negras o reformar una casa en la Toscana es un plan sin fisuras? 

Cambiando radicalmente de tema, yo tampoco puedo soportar al niño del Yucatán, parece salido de la película de Anthony Minghella El Talento de Mr Ripley con ese toque años 50 al vestir, en vez de recorriendo Italia, en México. Durante su periplo albergaba la idea de verle con una pulsera de un todo incluido y en la mano una piña colada, sentado en una alguna playa. Pero no, su gusto es tan estomagante que nos ha torturado durante un puto mes, con un reportaje exquisito de lugares y poses, y eso me provoca una rabia terrible. Si finalmente viene a la carbonara del sábado, vigílame, por si lo tiro a la piscina de manera accidental. 

Ensayando abanico en mano, nuestro vídeo para el sábado. Deseando ‘la juntaera’.