Querida rubia:

A quien conociste el año pasado en el palco fue a Guzmán Garmendia, su hermano. De hecho, en casa tenemos la regla Garmendia porque Gorka y Guzmán vinieron hace años a ver las procesiones y Gorka cayó victima de no se qué análisis infundado de lucha de clases intersectada con blancos y azules y, en fin, Gorka se declaró blanco en la comida familiar el Viernes Santo porque quería apoyar las causas de los oprimidos por el capital, sin caer en la cuenta que quien saque una procesión como la blanca se merece la muerte a pellizcos, dicho sea sin pasión azul. Lo único que le reprocho es que no me lo dijera antes para poder demostrarle lo equivocadísimo que estaba. Desde entonces, como ya tú bien sabes, cuando viene alguien a casa se lo explico todo, empezando siempre por los blancos, pero cuando llegamos a San Francisco, la iglesia de los azules, le ponemos el correspondiente pin, si no antes. Llámame intolerante, pero nunca mais.

Lo de que dices que agosto es ya un trámite, espérate tú también, ¿eh?, que estás como mi madre. Poco a poco, querida, matemos agosto a pellizcos y que no queden migas en el plato. Nos queda todavía la carbonara por organizar, a ver si cuadramos agendas entre todos. A ver si Inma, María, Lucía, Nani y Ana Olga pueden y Pepe, el niño del Yucatán, regresa de su periplo mexicano. O lo hacemos sin él y su acusación infundada de que yo no sé cocinar unos carbonara como Dios manda queda otro año sin rebatir y lo que pueda surgir hasta el final, que nos quedan cartas por escribir y hay que contar cosas. Quizás te encuentras en la situación en que sientes un pellizco en el estómago mientras te estás tomando otra en el Quitapesares y es que has visto a alguien que te hace tilín y es correspondido y te lanzas a la aventura. Ese pellizco suele ser el sentido común, que te abandona mientras juegas con la idea de que quizás la vida te ha hecho un match en una barra de bar con una cerveza, como te gusta, y te leemos contando que has encontrado el amor de tu vida, o el de una temporada. Que el amor no sería mayor problema para ti si sucediera como en las novelas de Austen, aunque si fuera así para mí sería un marronazo gordo, como lo demuestran más de mil años de historia. No me veo yo, con mi bigote, disputándole el amor de Mr. Darcy a Elizabeth Bennet, porque ya te dije que el talle imperio no va.

Mi gimnasia de lectura va bien. Al final he conseguido rematar El infinito en un junco y he empezado, con brío, El mundo de ayer de Stefan Zweig, libro que aconsejo solo si estás con ánimo muy optimista, porque de lo contrario solo con el prefacio ya te dan ganas de buscar unas cuchillas gilette para cortarte las venas cuando encuentras paralelismos entre que lo que está sucediendo ahora y lo que cuenta, su vida y como esta cambió de un mundo aparentemente estable, el del imperio austrohúngaro, a la barbarie del régimen nazi. Paralelismos que también establece Irene Vallejo, pero con un tono un poco más optimista, menos mal, en su libro sobre los libros y cómo las cosas se van un poco al carajo casi sin darnos cuenta, así, a pellizquitos.

Vamos a disfrutar agosto fijándonos en cada momento bueno y malo, que todavía quedan cosas por decir y por contar con elegancia, brío y gracia, que a pellizcos nos va a matar Ángel si no lo hacemos, y eso no, que ni tú ni yo somos como los blancos.

Lo de la carbonara sucederá, deja de pellizcarme. Un beso.