Haber, hay mucho tomate. La señora tenía sociedades radicadas en Suiza, Islas Caimán, Panamá, Bahamas, Seychelles, Jersey… en fin, en todos los paraísos fiscales habidos y por haber. Ella dice que su condición de residente en Mónaco le permitía radicar sociedades donde mejor le viniera sin contravenir ninguna ley. Desde luego conmigo se mostró muy desinhibida y, en cambio, después con el fiscal suizo fue mucho más cautelosa y negó de plano cosas que me había dicho a mí. Está claro que un fiscal que te está investigando acojona mucho más que yo.

Pero la diferencia es que conmigo se sentía segura y no tenía ninguna razón para mentirme, mientras que al fiscal le maquillaba las cosas para salir ella más favorecida. Fíjese, señoría, si estaba segura conmigo que lo primero que me dijo fue que los espías españoles del CNI estaban acosándola y que las amenazas que recibía eran como para acojonar a cualquiera.

Aunque, ahora, muchos dicen que es una cualquiera, yo creo que no era cualquier cosa la señora y que para acojonarla a ella hacían falta algo más que espías de guardarropía. Aun así, ella me dijo que llegó a temer por su vida y por la de sus dos hijos. Yo pienso que confiaba en que yo pudiera echarle un capote y frenar las amenazas, las presiones y los manejos en su contra.

Porque, según me dijo, hubo bancos que se negaron de repente a tener cuentas suyas, lo que le causó no pocos perjuicios. Por ejemplo, aunque no bloqueaban sus fondos, se negaban a hacer pagos desde sus oficinas, provocando recelos entre sus acreedores. Una cosa le digo, señoría, del general jefe de los espías me creo todo, hasta que fuera él mismo a hablar con ella, porque pretendía que había un montón de millones que, según él, no le pertenecían y que debía devolverlos. Ella sostenía que todo ese dinero procedía de regalos de gente muy rica.

Desde luego hay que tenerle mucho amor a alguien para darle cien millones de dólares. O ser un cretino de mucho cuidado para usar de testaferro a alguien tan espabilado, avaricioso y que sabe muy bien cómo moverse por el mundo de las finanzas, mucho mejor, desde luego, que el que le entregó los millones. De hecho, le faltó tiempo para usarlos creando un patrimonio inmobiliario del carajo, debidamente parapetado tras sociedades pantalla de todo tipo y fideicomisos varios. Ha tenido incluso la desfachatez de decirle al fiscal suizo que eran préstamos ya devueltos lo que a mí me había dicho que eran regalos, figúrese qué pieza es.