Querido Enrique: 

No he dejado de sonreír tras recibir tu carta. Me he sorprendido mientras hacía las últimas compras antes de mi viaje riéndome sola en la cola del supermercado mientras pensaba en ti, vestido con un traje corte imperio. Gracias por verme en el papel de una de las heroínas de Austen, pero me veo más a lo Ana Bolena, aunque mi cabeza acabe en una cesta. Será porque he terminado de leer las cartas de amor que se intercambió Enrique VIII con ella antes de casarse y tengo muy reciente la serie Los Tudor, que sigo mentalmente en la corte del rey inglés. Soy más de corsés que de trajes corte imperio. 

Te escribo desde Cabo de Gata, después de un viaje de dos horas y una playlist llena de hits que he cantado a grito pelao, gozando del trayecto. Pocas cosas hay mejor que el sexo, pero te diré que conducir y cantar mis canciones favoritas se aproxima mucho. Tengo por delante varios días de mar, sol, amigos, comer cosas ricas y cervezas. Andar descalza todo el día, no quitarme la sal antes de comer, bañarme al atardecer y beber vino, es todo lo que tengo en mi lista. 

A partir de aquí, lo que surja es mi segundo apellido. Así contado parece muy idílico, pero la realidad es que brillo en la oscuridad de lo blanca que estoy, me toca pasar por ese momento infame en el que te pones un traje de baño con un tono de piel muy poco favorecedor y tras mi primer día de playa, por la noche seré lo más parecido a una noruega con pecas y quemaduras a rodales por todo el cuerpo. Aún así, benditos días de vacaciones. 

Pero para disfrute el tuyo, ¡cómo os lo pasáis! Ya me contarás lo del metre borracho, y las risas que os pegasteis Nani, tú y María. ¡Cómo me habría gustado estar allí y dar rienda suelta a nuestro gen criminal! Espero que no fuera fruto del alcohol y me citéis en ese lugar secreto que María conoce, donde bañarnos y comer pescado fresco, uno de estos días de verano. 

Y ya que estoy en modo exigente, tenemos más cosas pendientes: la carbonara veraniega. Yo me ofrezco a ponerme detrás de la barra junto a la piscina y no parar de hacer spritz, mientras tú cocinas, no me digas que no es un plan sin fisuras. Ahí lo dejo. 

Me comentabas que habías ido a jugar al rugby en Adra, a juzgar por la foto que me mandaste de tu ojo, como decías en tu carta, es una inconsciencia seguir jugando con taitantos años, pero entiendo que es parte de la aventura del viaje del fin de semana, de compartir con el equipo y de los recuerdos que ese día te deja, pero ¿un seguro de vida o algo puedes gestionarte? 

Hablando de rugby, estoy viendo Los Médici, señores de Florencia (no digas nada, lo sé, tengo un problema con la historia, prefiero ver series de otras épocas), juegan al calcio, pero la manera de jugar es con un cuero muy parecido al balón de rugby, lo llevan en la mano y se dan unas hostias propias de un seis naciones. Sí, el rugby nace en 1823, (lo acabo de mirar en Wikipedia) ¿veo rugby en todas partes? ¿es grave, doctor?

Es tarde, me voy a acostar que mañana iré de excursión a alguna cala del Cabo, te contaré en breve. No quiero olvidarme de felicitar a mi ángel del infierno favorito, que hoy es el santo de tu padre, dale un abrazo de mi parte y dile a tu madre que le voy gestionando la beatificación, qué día le va bien. 

Te espero.