La Opinión de Murcia

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Gema Panalés

Todo por escrito

Gema Panalés Lorca

Rutinas

En su libro Rituales cotidianos. Cómo trabajan los artistas, Mason Currey ofrece un amplio catálogo de la condición humana hecha rutina, a través de los hábitos y costumbres de algunos de los escritores, filósofos y creadores más excepcionales de los últimos cinco siglos, desde Voltaire hasta mi adorado Stephen King.

«La inspiración existe, pero tiene que encontrarte trabajando». «Uno puede ser muy fecundo sin tener que trabajar demasiado», Son dos de los puntos de vista que recoge el libro acerca de la producción artística e intelectual, y que revelan sendos estilos de vida diametralmente opuestos: los de Pablo Picasso y Jean Paul Sartre.

El pintor malagueño era metódico y concienzudo, tenía una forma física envidiable y llevaba un estilo de vida frugal y saludable hasta el extremo (seguía lo que ahora se conoce como dieta ‘antiaging’: bebía exclusivamente agua mineral y leche y solo comía verduras y pescado). El Nobel francés era, sin embargo, caótico y pantagruélico: llevaba una vida de excesos en la que las drogas eran su principal combustible.

«Su dieta durante un periodo de 24 horas —escribe la biógrafa de Sartre, Annie Cohen-Solal— incluía dos paquetes de cigarrillos y varias pipas llenas de tabaco negro, más de un litro de alcohol (vino, cerveza, vodka, whisky...), 200 miligramos de anfetaminas, 15 gramos de aspirina, varios gramos de barbitúricos, más café, té y abundantes comidas».

Picasso era algo huraño y limitaba su actividad social a una vez a la semana («el día de recibir visitas en casa»), mientras que Sartre salía durante horas con sus amistades, acudía a todo tipo de eventos políticos y sociales, y mantenía una intensa y poco convencional relación con la brillante Simone de Beauvoir.

La vida monacal de Pablo frente al estilo ‘destroyer’ de Jean Paul son buenos ejemplos de cómo dos de las personas más influyentes del siglo XX en sus respectivos campos tenían hábitos antagónicos que mantuvieron hasta el final de sus días y que les permitieron concebir y producir obras cuyo legado es universal.

La escritora Flannery O’Connor dijo que «la rutina es una condición de la supervivencia». Hacer todos los días lo mismo nos proporciona seguridad y nos ayuda a ignorar el implacable paso del tiempo. Los anárquicos solemos pensar que improvisamos, pero en realidad, ese dejarse llevar es una rutina en sí misma.

¿Cómo llenar la eternidad de un día? Lo que parece claro, después de observar los rituales de distintos hombres y mujeres excepcionales, es que no hay una receta única y exacta para este cóctel cuyos ingredientes varían en función de cada individuo. Fuerza de voluntad (tanto para hacer como para no hacer), compensación entre frustración y gratificación, tolerancia al aburrimiento o la propia percepción de la realidad y el tiempo. Hallar ese ‘equilibrio personal imperfecto’ es todo un arte en constante transformación, que requiere grandes dosis de autoconocimiento.

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