La Opinión de Murcia

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Espacio abierto

La noche de la esvástica

Una profunda crítica de los peligros de la supremacía masculina

La noche de la esvástica es una original distopía escrita en 1937 por la británica Katharine Burdekin (1896-1963). En ella se nos presenta una sociedad en la que el fascismo alemán domina el mundo setecientos años después de haber ganado la Segunda Guerra Mundial. Las mujeres, privadas de todo rasgo humano, han sido reducidas a meros animales recluidos en granjas donde se limitan a cumplir funciones reproductivas y sexuales. Deben portar un brazalete que indica que son la posesión de un determinado hombre. La elección de un compañero sexual por parte de la hembra existente en el mundo natural es una afrenta para la vanidad masculina y por tanto ha sido erradicada.

Los hombres se admiran y se aman entre sí (la homosexualidad es considerada natural), al mismo tiempo que desprecian a las mujeres de las que deben hacer uso únicamente por dos motivos: para satisfacer el impulso sexual si así lo desean y para procrear, que es un deber cívico para todo hombre alemán. A la edad de 18 meses, los hijos varones son retirados a las madres y entregados a los hombres. En esta distopía los hombres se enamoran de hombres. El amor necesita del vehículo de la admiración para encarnarse, ellos no se pueden enamorar del ser despreciable que es la mujer. La violación como tal no existe, ya que el asalto sexual es un derecho y una prerrogativa de los hombres a quienes las mujeres no tienen derecho a rechazar.

En esta sociedad se alientan la violencia, la brutalidad, el derramamiento de sangre y la crueldad como virtudes ciudadanas, una representación muy ajustada de lo que supone la ideología fascista. Burdekin nos muestra con increíble acierto una distopía en que el patriarcado es fascista y el fascismo es patriarcal en una simbiosis tan ajustada que se puede llamar al uno con el nombre del otro. La ideología nazi sería para Burdekin la culminación de lo que la escritora llama «el culto a la masculinidad». En el libro queda meridianamente claro que la razón de esa violencia no es el placer sexual sino el poder y la dominación sobre las mujeres necesarios para desactivar la ventaja biológica que la naturaleza les ha concedido por su papel en la procreación.

La escritora aporta además una clave que ilumina el origen y las razones del odio y la violencia manifestados en el fascismo. En La noche de la esvástica se ubica el Nazismo, y el militarismo en general, dentro de un espectro más amplio de culto a la masculinidad y es lo que hace tan original y tan certera esta obra, escrita doce años antes que 1984 de Orwell y lamentablemente mucho menos conocida.

Actualmente estamos bajo el dominio de la confluencia de patriarcado y capitalismo que da como fruto muestras tan extremas de dominación como la prostitución y los vientres de alquiler. Qué es la prostitución sino una forma de esclavitud encubierta en que los usuarios (respetables ciudadanos) usan y desprecian a las mujeres como el escalón más abyecto de la escala social, haciendo recaer sobre ellas la responsabilidad de su marginación ya que «lo hacen porque quieren». El respetable padre de familia que va a un puticlub a desahogarse no sabe si esa mujer a la que está sometiendo a abuso sexual a cambio de dinero está ahí porque quiere o porque es objeto de trata y ha sido esclavizada. Pero no le importa. Así es el fascismo patriarcal. Las mujeres son despreciables. Lo que piensen o sientan es irrelevante.

Del mismo modo, en los vientres de alquiler las mujeres son recortadas hasta quedar reducidas a meros órganos reproductivos en el que ellas, que ya no se llaman madres, no tienen voz ni voto y es el poder que aporta el dinero el que toma todas las decisiones. Hay un vídeo de una de estas clínicas en el que vemos a una mujer hindú dar a luz, le muestran al bebé brevemente antes de llevárselo para siempre, ella le acaricia la mejilla y llora. «¿Por qué lloras? —le preguntan— ¿No estás feliz?»

Hay numerosos ejemplos en distintas culturas de los extremos a los que el patriarcado somete a las mujeres. O sea, de la cosificación de las mujeres reducidas a mera función para el disfrute de los hombres. La brutalidad talibán contra las mujeres percibida desde Occidente como una distopía viva, no es sino otra forma de fascismo patriarcal como el que describe la autora en esta obra.

Katharine Burdekin hace en su libro una profunda crítica de los peligros de la supremacía masculina, algo que tenemos que agradecerle. Por nuestra parte, debemos estar en permanente vigilancia sobre los cambios en nuestra sociedad y los comportamientos que genera ya que el patriarcado se transforma y se camufla, pero solo desaparecerá si conseguimos ganar la batalla cultural a fuerza de reflexión.

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