Para muchos, para la mayoría en general, el año comienza al tragar la uva doce, pero para otros, como ese instante nos importa y nos motiva lo mismo que el rabillo de un pimiento, el año empieza cuando marcamos que así queremos que lo haga. En mi caso, la Noche de San Juan es un buen momento, y también los es en vacaciones, cuando tienes más tiempo para pensar en aquello que quieres dejar atrás o en aquellas cosas que durante todo un año han protagonizado tus momentos. En esas estoy. Comienzo el año ahora y sustituyendo las uvas por innumerables cuencos de gazpacho. Gazpacho, ¡menudo invento! Dejar atrás, lo que se dice borrar para siempre, no tengo nada que lo merezca. Ha sido un buen año; y lo ha sido, algo que enorgullece, porque creo que jamás he tenido la mente tan abierta frente a todo, para engullir nuevos aprendizajes y aceptar, sin juzgar, algunos comportamientos, que en un tiempo no muy remoto me habrían enajenado. Convivir, sería el verbo de este año; aprender, sería el objetivo que lo ha marcado. ¿Lo mismo que otros años, Lucía? Ahora, hasta tiro la cerveza en lugar de echarla. Magia.