Cuando un monte se quema, algo suyo se quema… señor Conde». La frase del título de esta prosa era un lema del llorado ICONA, una institución del Estado que colaboraba con los habitantes de cada lugar en el mantenimiento de los bosques y otros ámbitos naturales. La segunda parte de la frase, el vocativo que va tras los puntos suspensivos, fue obra de un humorista caricato, que pretendía denunciar así que si la propiedad era particular, al público, en general, le debería de dar igual que el monte del Señor Conde se quemara. Como andábamos todos en la tontería del preprogresismo, le reímos la gracia al Perich, el catalán inventor de la frase.

Pero hoy, me desdigo de aquella medalla de ingenio que le dimos al ocurrente personaje. Por lo menos, que se quite la parte mía en el regocijo que concitó la alusión al Señor Conde. Porque resulta que el Señor Conde no puede poner vallas a los pájaros, ni a las semillas que lleva el viento… ni a las llamas. Lo inteligente, aunque no gracioso, hubiese sido: «Cuando su monte se quema, señor Conde, se nos quema también el monte de todos». Otra cosa es no cobrarle al Señor Conde los gastos de apagar el incendio que le correspondan. Ejemplifico: si el Palacio de Liria, en Madrid, propiedad del Duque de Alba se incendia, hay que ir con todos los servicios comunales a darle matarile al fuego. Todas las obras de arte que hay allí son patrimonio español de todos, aunque propiedad privada del Duque sean.

Pero bueno, hay que ahondar más. El ICONA mantenía la naturaleza. Conservar la naturaleza es otra cosa. Las casas hay que mantenerlas, y procurarles cambios que aseguren su permanencia. Conservarlas, sin más, sería dejar al tiempo hacer sus estragos. El tiempo, la intemperie y el azar meteorológico son agentes que la Ecología (que no el ecologismo) tiene que combatir con inteligencia, no con dogmas de conservacionismo suicida. Hay que escuchar a los ecólogos más que a los ecologistas. Los ecologistas, obedecen antes a su consigna ideológica (casi siempre de extrema izquierda) que a la ciencia. Es más, no reconocen ciencia más allá de su dogma.

Por supuesto que no se pueden tener todos los montes de España libres de maleza (no quiero decir limpios porque hay quien se agarra a que me refiero a basura). Son muchos montes por toda España. Pero, otros muchos, sí que se habrían podido salvar de los incendios, si el modo ICONA hubiese permanecido en vigor más, mucho tiempo más del que vivió. Cuando se permitía convivir con el monte había resineros, mieleros, madereros, reogedores de piña y sus piñones, etc. Llegó el ecologismo e impuso su conservacionismo a ultranza, expulsando a todos. Resultado: los bosques, inermes ante la ola de calor. Una ola de calor que es irregularmente recurrente, y no viene del cambio climático (¡qué redundancia!).

Insisto, el modo ICONA mantenía los montes más a salvo que los dogmas ecologistas. Punto.