El cambio climático lleva tiempo entre nosotros. A pesar de las evidencias, no solo científicas, todavía hay algunos irresponsables políticos que no solo lo niegan, sino que incluso en la Región de Murcia presiden la Comisión Parlamentaria de Medio Ambiente, y por si faltaba algo Vox ha tachado la ILP de «disparate jurídico y un ataque desmedido contra la libertad, la propiedad privada y la actividad económica».

Ahora tenemos la segunda ola de calor consecutiva, los pantanos siguen vaciándose, los incendios comienzan a quemar nuestros montes, las hectáreas afectadas ya no se cuentan por cientos, sino por miles, pero mañana serán las inundaciones por la gota fría, y pasado, por la escasez de agua debido a la desertificacion que hace años saltó el estrecho de Gibraltar.

Y la única respuesta que tienen las Administraciones públicas es declarar zona catastrófica el municipio o la comarca afectada. En otras palabras, medidas excepcionales ante hechos que hace tiempo dejaron de ser coyunturales.

Ha llegado la hora de que los presupuestos de las diferentes Administraciones destinen partidas para ‘consecuencias de la emergencia climática’, y que una parte importante de sus políticas públicas vayan destinadas a la prevención de los efectos devastadores que nos asedian.

La mejor manera de controlar un incendio en la prevención, al igual que la mejor forma de afrontar las gotas frías es la planificación hídrica, o la más inteligente actuación ante las olas de calor, es dotar a nuestros comercios y hosteleros de medidas que palien el calvario que supone atravesar una calle o una plaza, desde la creación de sombras artificiales y naturales, a los cambios horarios en la apertura de comercios, museos, etc.

Tenemos dos opciones: seguir actuando como si el cambio climático fuera algo que no va con nosotros y, por lo tanto, continuar con medidas extraordinarias para casos excepcionales, o por el contrario, empezar a planificar el modelo de región que necesitamos para afrontar de una manera responsable la emergencia climática que padecemos.

Sería deseable que las Administraciones públicas se coordinaran para crear muchos más equipos de emergencia, que no se escatimaran recursos ni humanos ni materiales en la prevención de incendios, que existieran líneas de ayudas públicas permanentes para hacer frente a los cambios productivos y económicos que sufren muchas empresas, y sería todo un detalle, que nos diéramos cuenta que el cambio climático no distingue ni pueblos ni clases sociales.

Estos días han sufrido Extremadura y Castilla y León, en sus raíces y tierras, la destrucción y las heridas que es capaz de producir el fuego, lugares emblemáticos como La Alberca en la Sierra de Francia (Salamanca) han visto demasiado cerca cómo en unas pocas horas puede terminar con un lugar de ensueño y magia, y mañana puede ser Espuña, El Valle, o cualquier rincón especial de nuestra Región.

Inviertan, por Dios, en la prevención. Hasta a la sanidad pública le iría mucho mejor, y es que todo lo que invirtamos en prevenir es cien veces más barato que curar.

Nota. El otro día, su majestad Felipe VI, en el acto celebrado para recordar a los más de 100.000 víctimas de la covid, puso en valor el papel jugado por la comunidad científica y médica en la búsqueda de las vacunas que nos permitieron hacer frente a la pandemia. Ojalá la consejera de Educación de Murcia haya escuchado las palabras del rey.

Si lo ha hecho, no tengo la más mínima duda de que hubiera presentado automáticamente su dimisión, así que, por favor, que alguien del Gobierno regional se las pase; sería todo un síntoma de dignidad.