La Opinión de Murcia

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El Prisma

La Sanidad en la Región de Murcia: cuestión de pasta

Para emprender cualquier análisis riguroso sobre la situación de la Sanidad en Murcia conviene partir de un hecho inapelable: la Comunidad Autónoma está quebrada y el Servicio Murciano de Salud más aún. Los datos de la contabilidad pública en nuestra región son tan pavorosos que ninguna empresa habría sobrevivido ni una semana más con la losa de endeudamiento y el déficit crónico que acumula el Gobierno regional desde hace ya más de una década. Pero se trata de la Administración pública, gestionada por políticos, y ese invento jamás quiebra porque ya estamos los contribuyentes para hacernos cargo de las consecuencias de su gestión desastrosa. Nosotros y nuestros hijos y nietos, porque los más de 11.000 millones de deuda, junto con los que se irán añadiendo cada año, no es algo que se pueda solventar ni siquiera en una generación.

Con esa base financiera tan endeble, es lógico que el servicio que se presta a los ciudadanos sea profundamente mejorable. No por falta de cualidades profesionales del personal sanitario, que merece un monumento por su esfuerzo diario en un entorno tan precario, sino porque hay cosas que no pueden suplirse simplemente con buena voluntad. Entre ellas, la necesaria dotación de instalaciones y equipos para ofrecer a los ciudadanos un servicio sanitario de primer nivel, acorde al intenso nivel extractivo a que nos somete el Gobierno a cada uno de nosotros.

Buena prueba de que estamos ante un problema estructural es que los problemas del Servicio Murciano de Salud son una mancha de aceite que empapa todos los ámbitos de la atención sanitaria. Tanto la primaria, en los centros de salud, como la especializada que prestan los hospitales, están en una situación límite por una falta de recursos que implica, necesariamente, una infradotación del personal sanitario imprescindible para que los servicios funcionen con el nivel que resulta exigible en una sociedad moderna y opulenta como la que tenemos en España.

Tienen razón los médicos, enfermeros y demás personal sanitario en dar la voz de alarma por una situación que se va deteriorando año tras año sin solución de continuidad. Según dicen estos profesionales y sus representantes, la sanidad en Murcia se aproxima a un punto en el que pueden desencadenarse consecuencias de extraordinaria gravedad para los usuarios del sistema. Pero lo realmente grave, lo que debe preocuparnos, es que no se trata solamente de un problema de mala gestión (que probablemente, también), sino de que no hay dinero suficiente para tener una sanidad equiparable a la del resto de España. Y eso no va a cambiar a corto plazo.

El Gobierno regional insiste en que todo se reduce a un problema de financiación y que si Murcia ingresara lo que le corresponde, nuestra sanidad sería envidiable. La culpa, claro, de Sánchez y también de Zapatero, que fue el que lo empezó todo. Pero olvidan decir que en medio estuvo Rajoy, nada menos que siete años ininterrumpidos, y la financiación de Murcia no mejoró, sino todo lo contrario. ¿Cambiará Feijóo esta tradición secular? Ya veremos.

La consecuencia es que el sistema público de salud, fraccionado en diecisiete negociados, funciona en cada sitio de una manera distinta y ofrece unos estándares de atención que, en ocasiones, están a distancia sideral según la autonomía que se tome como referencia. Como españoles, todos deberíamos tener acceso a unas mismas prestaciones y de similar calidad, pero el desarrollo autonómico hace ya impensable, a estas alturas, un proceso de homogeneización que impida la situación actual en la que, a efectos sanitarios, hay españoles de primera, otros de segunda, algunos de tercera y, luego, los murcianos.

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