La Opinión de Murcia

La Opinión de Murcia

Angel montiel

La Feliz Gobernación

Ángel Montiel

La carrera por la mayoría

Ilustración de Leonard Beard.

López Miras no puede destituir a los trans por las bravas porque perdería la mayoría parlamentaria y el PSOE repondría la anterior Ley del Presidente que inhabilitaba a López Miras para volver a presentarse. Si pacta las destituciones, la deuda del PP con ellos por la moción de censura se prolongaría otra legislatura. Sería una deuda infinita.

El truco de las encuestas gubernamentales consiste en intentar parecer que no lo son. Y más las del CEMOP, elaboradas por unos primos de Tezanos con un cliente de diferente color, obligados a ofrecer cariño al arcoíris parlamentario que sustenta el contrato a dedo suscrito por todos los Grupos, lo que les conduce a ser sutiles. Tan sutiles que si alguien quisiera hacer una lectura negativa, en el contexto de la derecha, de los resultados del Barómetro de Primavera para el Ejecutivo de López Miras tendría el campo abierto. Podría decir que el Gobierno regional no tira: mantiene sin variación los 19 diputados del panel de invierno, a cuatro de la mayoría absoluta, y sigue dependiendo a futuro, ahora con más evidencia, de un emergente Vox que crece a cada consulta, hasta más que doblar sus resultados de 2019: de cuatro escaños pasa a nueve. 

La encuesta murciana de primavera no registra lo que otras de ámbito nacional: el llamado ‘efecto Feijóo’ ni el declive paulatino de Vox. La reaparición de Cs con un diputado indicaría que López Miras no ha sido capaz de absorber el centro, y esto a pesar de la degradación de esa marca, en Murcia más que en ningún otro lugar, mientras a la vez Vox le come su espacio de crecimiento por la derecha. Nadie diría, pues, que a esta hora López Miras está ‘en modo Juanma’.

DOSIFICACIÓN DE EXPECTATIVAS. Pero todo se andará. Las encuestas gubernamentales no deben crear expectativas, sino dosificarlas. Hasta las elecciones del próximo mayo quedan, calculo, cuatro barómetros: verano, otoño, invierno, y preelectoral. Y la carrera de López Miras empieza ahora. Los hitos inmediatos son, primero, su entronización por el partido como líder indiscutido, sin fisuras tras su ‘pacto del NH’ con Patricia Fernández y, después, remodelación del Gobierno con un equipo pata negra del PP. Las encuestas sucesivas irán dando noticia del impacto de estos gestos, y se dejará ayudar por la izquierda, tan preocupada por el fantasma de Vox que muchos de los potenciales votantes de este partido tal vez consideren la utilidad de refugiarse en el PP. Acuciado por Génova, que le exige la mayoría absoluta, el año político que comienza a partir del 15 de julio va a ser de traca.

Difícil espurgo. No va a ser un camino de rosas. Los hitos iniciales están claros, pero no las actitudes. En primer lugar, está pendiente hasta dónde llega el «sí a todo» del pacto con la alcaldesa de Archena en el Hotel NH. Una vez que Fernández se retiró de la competición, todo queda en palabras. Pero a López Miras le interesa cumplir para que no haya dudas sobre el concepto ‘unidad interna’, que tiene que garantizar ante Madrid. El problema es que en el núcleo duro del PP hay quienes han estado a la expectativa por si el futuro del actual presidente se torcía, y ahora no ven con buenos ojos que la archenera se cuele como una potencial competidora en caso de que el proyecto de la mayoría absoluta fracase. Es tremendo que López Miras deba repartir el pastel entre quienes aspiraban a comérselo con él como guinda. 

Otra maniobra nada fácil será la remodelación del Gobierno. Echar a los trans constituye un riesgo gravísimo. Si lo hace por las bravas, perdería la mayoría absoluta en la Asamblea, pues los consejeros transfugados han conservado sus escaños como mecanismo de seguridad para no ser relevados. Hay quienes opinan que esto no sería un problema, pues no hay leyes sustantivas que aprobar, pero López Miras ya sabe que el PSOE podría liderar iniciativas como la reforma de la Ley del Presidente para que volviera a su texto original en el que se establecía la limitación a dos mandatos, de manera que el lorquino no tendría opción a volver a presentarse. Se quedaría colgado de la brocha a mitad del camino: 17, PSOE; 2, Podemos; 2, Ciudadanos; 1, Vox, más tan solo una de las consejeras destituidas, 23. Adiós, López Miras.

La única posibilidad para espurgar de trans al Gobierno sería pactar el relevo, es decir, ofrecer a los cesados una recompensa en esta o la próxima legislatura. Corre el rumor de que la presidenta de la Autoridad Portuaria, Yolanda Muñoz, se haría cargo de la consejería de Fomento, y dejaría el hueco en Cartagena para Valle Miguélez, titular de Empresa, Industria, Empleo y Universidades. El Puerto de Cartagena es el cargo que ofrecieron a ésta cuando la moción de censura PSOE-Cs, y entonces no lo aceptó, según se deduce de la posición que adoptó para neutralizar el cambio político. El PP domina la consejería de Valle Miguélez a través del Instituto de Fomento, pero esta es una cuestión interna, y López Miras necesitaría en ese departamento clave a alguien de su cuerda, que viaje menos y gestione más. 

Miguélez es también, por si faltara para pipas, la portavoz del Gobierno, y en la carrera del último año electoral esa función es extraño que esté en manos de alguien que no es del PP ni de ningún otro partido, de manera que lo lógico es que recaiga en el futuro consejero de Medio Ambiente y Mar Menor (de nueva creación, extirpado de Agricultura y ocupando el espacio de la extinta consejería de Transparencia) para el que todas las quinielas apuestan por Quino Segado, o en el de Presidencia, Marcos Ortuño, que es la pieza buenista de la comunicación del Gobierno, algo así como la otra cara de Jano respecto a la poderosa Mar Moreno, consejera en la sombra. 

En cualquier caso, Empleo y Universidades pasarán a ser autónomos, como al principio, en la inminente remodelación, un hueco que permitirá a López Miras colocar tal vez a una ejecutiva del área económica, Sonia Carrillo. Lo más difícil sería destituir a Mabel Campuzano de la consejería de Educación, una mujer que va por libre y que ha demostrado una y otra vez que no se atiene a disciplina alguna: ni a la de Vox ni a la de los exVox. Está decidida a cumplir su mandato hasta el final, sin prórrogas, es decir, sin atender a compensaciones futuras. Si no se rinde por algún asunto de salud en su entorno familiar será difícil relevarla sin que tenga consecuencias parlamentarias, pues no se debe a López Miras sino a las circunstancias que éste sufrió tras la moción de censura, y ella pasaba por allí.

En cuanto a la vicepresidenta, Isabel Franco, está blindada, pues fue quien dio el chivatazo al presidente al poco de firmar la moción de censura para sustituirlo. El título de vicepresidenta le ha creado mal de altura, y bajarla a la realidad sería un trauma de incalculables consecuencias, pues quien ha puesto su firma en un documento que después ha ignorado puede seguir andando el mismo camino.

LA DEUDA ETERNA. Por otro lado, si López Miras consiguiera acordar con los trans de su Gobierno una salida para cada uno de ellos en la próxima legislatura significaría que el pago de la deuda por la moción de censura se prolongaría más allá del actual periodo. Sería algo así como una deuda infinita. ¿Y solo la cobrarían quienes ejercen de consejeros? Porque no hay que olvidar que detrás de ellos hay en la Administración otros cargos también procedentes de Cs o de los exVox, así como en la lista de espera de la candidatura autonómica de ese partido en 2019. Aun con mayoría absoluta, López Miras carecería de espacios para colocar a tanta gente de fuera de su partido, y sin la absoluta es obvio que Vox interferería en la operación. 

Por tanto, quien de entre los trans se conforme con una promesa a futuro puede tener la misma seguridad en que sea cumplida que la que ellos mismos ofrecieron a sus electores, a los que mintieron literalmente en la campaña electoral, y después a su partido, al hacer lo contrario de lo que firmaron. Roma no suele pagar a traidores. Y si lo hace, no es Roma.

Pero estamos hablando de las tribulaciones de López Miras como si no hubiera otros agentes en la política regional. Los partidos de la izquierda se darían con un canto en los dientes si tuvieran una pequeña parte de los problemas de López Miras. Y es que, en efecto, la izquierda no juega. El futuro de la Región se dirime en una final en la que compiten PP y Vox; lo demás es acompañamiento.

LA OPORTUNIDAD DEL PSOE. Sin embargo, el PSOE tiene una oportunidad. Tras el verano, los estatutos del partido marcan la celebración de sus elecciones primarias para la candidatura autonómica. Está visto que el secretario general, José Vélez, no añade sino resta expectativas de avance sobre los resultados de 2019. Cualquier observador, incluso en el interior del PSOE, percibe que su cartel es perdedor ya desde su propia confección. Vélez es un aparatista hábil, pero no conecta con la sociedad, incluso cuando tiene a su cargo la delegación del Gobierno. Desde que es secretario general, el PP ha rebasado el discurso socialista: ha dado la vuelta a las responsabilidades sobre el Mar Menor, ha acuñado con éxito el concepto de ‘isla ferroviaria’ para la Región, ha atribuido cualquier disfunción en los servicios básicos a problemas de financión del Gobierno central, y ha restaurado la supuesta inquina socialista a los trasvases. 

Poco importa que todo ese discurso esté minado de contradicciones, e incluso de falsedades, pues el PSOE es incapaz de elaborar respuestas convincentes, o simplemente respuestas. Es más: los socialistas ejercen a la defensiva, como si fueran ellos los que gobernaran, sin que despunte un discurso propio, un diseño alternativo de Región en el siglo XXI. La encuesta del CEMOP les predice 14 diputados respecto a los 17 que ahora tienen. Muy optimista.

El propio Vélez, o en su lugar Ferraz, deberían arriesgar otra carta. De perdidos, al río. Visto que caminan hacia la irrelevancia ¿por qué no intentar otra vía? El aviso está dado, pues por encima de estrategias demoscópicas gubernamentales, los datos más creíbles de la encuesta del CEMOP son los que anuncian que el PSOE seguirá habitando el cuarto del servicio. O la caseta del perro. Ni siquiera la alcaldía de Murcia les ofrece un plus; todo parece estar en La Glorieta a la espera del desalojo. En Cartagena, no digamos: lo han hecho tan mal, que solo un milagro los dotará de algún concejal. Y sorprendentemente, el mejor alcalde de Lorca, Diego José Mateos, no pinta en la política regional del partido. Son capaces de acabar con lo que tienen: las mayorías municipales. 

Hasta López Miras ha sabido pactar con su oposición interna, Patricia Fernández, lo que le dotará de la imagen de concurrir con un partido sólido, aparte de que se vean las costuras. Pero Vélez, como buen aparachick, no es capaz de abrirse a la realidad: el que haya sido un secretario general de circunstancias, consecuencia de una crisis interna, no habilita su perfil como candidato idóneo, y a las pruebas, e incluso a las meras intuiciones, cualquiera se puede remitir. 

Pero da igual. El problema del PSOE no es ya su candidato sino su discurso, el hecho de que teniéndolo tan fácil para desmontar el del PP se limiten a replicarlo, a veces con esa jerga incomprensible para el común que todo el mundo sabe de antemano que no significa nada. No pueden surgir ideas cuando todo el esfuerzo se emplea en el mantenimiento del poder. Del poder inerno, marginal y pequeñito.

Compartir el artículo

stats