La Opinión de Murcia

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JOSE MARIA DE LOMA

Camastrones

Perdonen que no me levante. Quedarse en la cama tiene una gran tradición. El otro día me contaba Guillermo Jiménez Smerdou la historia de un hombre en Málaga, hace muchas décadas, que asustado por el frío decidió no salir de la cama durante los inviernos. Su mujer le llevaba cada mañana Abc y El Debate, sus diarios predilectos. Parece que era más partidario de la dictadura del edredón que de la del proletariado. Y ahí pasaba el buen hombre la jornada, leyendo y pensando, abrigado, calentito, tomando tal vez un té o un cafelito de cuando en cuando. Sesteando. Supongo que con el riñón bien cubierto. 

El escritor Juan Carlos Onetti vivió los últimos años de su vida en la cama porque, afirmaba enfáticamente, allí era donde pasaba todo lo importante. Su viuda, la violinista Dorotea Muhr, le quitó lírica al asunto: era por simple pereza.

El articulista Julio Camba fijó en 1949 su residencia en el Hotel Palace de Madrid hasta su muerte en 1962. Buena parte de ese tiempo lo pasó en la cama, o eso decía, dado que se levantaba con prontitud si se presentaban amigotes para llevarlo a cenar. 

Podríamos seguir consignando casos de célebres encamados, camastrones o almohaderos, pero me da pereza y aún sigo en la cama, donde es incómodo escribir y si te coge por banda un escritor rarito te acaba convirtiendo en insecto mientras duermes. Y verás tú el lío al despertar. Si el hombre se quedara en la cama se ahorrarían muchos males, nos dejó dicho alguien que seguramente no pasó a la historia del atletismo. La aplicación que cuenta los pasos me recuerda que no he dado aún ninguno, si bien la vejiga conmina a dar los seis o siete que hay hasta el baño. La cama propicia el pensamiento horizontal. Uno de esos pensamientos es el de levantarse. Pero ahora en verano, pleno julio ya, cuesta y da una pereza como de lector de Paul Lafargue, el yerno de Marx que tanto teorizó sobre el asunto. Manuel Alcántara decía que nunca hay que tener prisa ni por irse a la cama ni por salir de ella. El tamaño sábana es el ideal para una columna sobre la cama. A cama revuelta, ganancia de pecadores. A ver si con tanto ajetreo nos olvidamos de la palabra colcha. La cama es el espejo del alma. Hoy no me puedo levantar. Kafkiano.

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