La Opinión de Murcia

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ESCARABAJAL, DIONISIO

Jodido pero contento

Dionisio Escarabajal

Los países brics son pocos, pero mal avenidos

La actualidad se parece cada vez a 1984, la célebre distopía de George Orwell, donde tres naciones continente (Eurasia, Asia Oriental y Oceanía) modificaban sus alianzas y sus enemigos de la noche al día, lo que obligaba al Ministerio de la Verdad de los países respectivos a reimprimir todos los periódicos anteriores para mostrar que, en realidad, el enemigo y el amigo siempre habían sido los mismos. En 2010, la declaración estratégica acordada en la cumbre de la OTAN señalaba a Rusia como potencial socio y a China ni se la mencionaba. Ahora, al margen de algunos matices del lenguaje, ambos países son amenazas para la seguridad, interés y valores de los países aliados. 

Lo cierto es que la ‘pesadilla’ de Occidente durante la Primera Guerra Fría, que los grandes países comunistas de entonces coordinaran sus esfuerzos para avanzar de la mano en la expansión de su modelo, se está cumpliendo en nuestros días, eso sí, sin comunismo de por medio. Xi Jin Ping y Vladimir Putin se juraron amor eterno antes de la celebración de los Juegos Olímpicos de Beijing. Los autores disputan sobre si, antes de esa declaración de unidad, el líder ruso le había contado a su homólogo chino que se proponía invadir Ucrania poco después. Nunca lo sabremos a ciencia cierta. Nixon rompió todos los precedentes geopolíticos y estableció relaciones diplomáticas con la China de Mao para separarla de Rusia, precisamente. Probablemente ese fue el principio del final de una Unión Soviética despojada de su principal aliado potencial. La diferente posición atribuida a Rusia, por un lado, y China por otro, en la Declaración de la OTAN, busca precisamente ese mismo objetivo: alejar a China de su actual aliado.

Ya está claro como el agua para Occidente que Rusia y China se han aliado para subvertir el nuevo orden mundial basado en las reglas e instituciones que aseguraron la imperfecta, pero duradera, pax americana tras la subversión causada por el nazismo y el fascismo, que había conducido a la Segunda Guerra Mundial. A menudo se olvida que el precio de aquella paz, que duró hasta 2008 con la invasión por Rusia de un país soberano por primera vez desde Afganistán, en concreto Georgia, fue hacer la vista gorda cuando el gran aliado soviético, el que más muertos había puesto en la contienda para derrotar a Hitler, convirtió Europa del Este en Estados vasallos, contra su voluntad, como quedó de manifiesto cada vez que hubo ocasión. Tan convencidos estaban los norteamericanos de que Stalin no se conformaría con Polonia, Hungría, Checoslovaquia, Alemania del Este, Rumanía y Bulgaria, que forzaron un pacto con la España del dictador Franco porque veían a este país como el último reducto de resistencia en el continente europeo tras la inevitable caída en la órbita soviética del resto de naciones democráticas.

Como en la Primera Guerra Fría, la batalla de Occidente contra Eurasia, por atraer a los países no alineados a su vera ya ha comenzado, y la carrera por conquistar territorios e influencia puede ser frenética en los próximos años. Por lo pronto, la confluencia chino rusa ha preparado esta misma semana un encuentro del grupo de países BRICS. El acrónimo denomina a un conjunto de países emergentes que iban a reventar las costuras de la economía mundial por su crecimiento imparable, según la previsión del analista de Goldman Sachs que inventó el término. Eran los BRIC inicialmente, por Brasil, Rusia, India y China y BRICS finalmente, porque se añadió la Sudáfrica, llamada a convertirse en el gran motor de desarrollo en el continente africano. La convocatoria suena claramente a contraprogramación de la Cumbre de la OTAN, con la presunción aparente de extender el poder y la influencia de Eurasia más allá de sus fronteras, empezando por la India, la puerta para dominar la tan disputada área indo pacífica, siguiendo por Sudáfrica, tradicional aliada de la Unión Soviética por su histórico apoyo al Congreso Nacional Africano en la clandestinidad, y terminado con nuestros primos de Brasil, muy dependientes de las materias primas rusas y de sus favores en distintos formatos.

Es verdad que China no ha invadido a nadie, de momento, pero también es cierto que, habiéndose aprovechado de la buena fe, por un lado, y de la avaricia económica, por otro, de las empresas occidentales, robándoles sus secretos industriales y forzándolas a ceder su know how a cambio de abrirles las puertas a u inmenso mercado, China nos devuelve los favores intentando domeñar la voluntad de países propicios a base de probadas técnicas de seducción y chantaje, valiéndose preferentemente de autócratas corruptos. Entonces, ¿podemos esperar que India, Brasil y Sudáfrica se conviertan en aliados fervientes y serviles del contubernio euroasiático? La respuesta está clara: ni de coña. Los BRICS son cinco gallos en un gallinero. Demasiado pequeño es el mundo para contener tanta ambición nacionalista y tanto ego por parte de Jair Bolsonaro, Narendra Modi y, sobre todo, Xi Jin Ping y su putita Vladimir.

Para empezar, la propia China, a pesar de sus promesas de una firme alianza con Rusia, se está comportando como un amante bastante escrupuloso. Como era previsible, China ha empezado a comprar mucho del petróleo y algo del gas que Rusia no vende a Europa. Lo cierto es que las empresas chinas se tientan mucho la ropa antes de vender productos elaborados a Rusia, sobre todo tecnológicos, si contienen componentes con patente occidental. En ese sentido, las empresas chinas se comportan con prudencia, ante el temor de perder a los clientes occidentales, mucho más importantes para ellos que un mercado decadente y con mucho menor poder adquisitivo como el ruso. Por su parte, India juega claramente a dos bandas, aprovechándose de la situación de debilidad rusa para adquirir ingentes cantidades de petróleo con un fuerte descuento, y, por otra parte, estando enfrentada con China, con la que tiene disputas permanentes, por cuestiones fronterizas y por el Tibet. Finalmente, Brasil, el país de las grandes promesas que nunca se cumplen, no está precisamente para fiestas, después de una experiencia desastrosa con el Covid a pesar, o precisamente, por la ayuda china en forma de vacunas ineficaces. 

Finalmente, Sudáfrica es un país que se precipita cada vez más al caos político y económico, después de sucesivas presidencias enfangadas en tremendos episodios de corrupción. En definitiva, como demuestran cada vez más los datos actuales de algunos países BRICS, el ingenioso analista de Goldman Sachs perdió una gran oportunidad para quedarse calladito.

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