La Opinión de Murcia

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Belén Unzurrunzaga

Salud y rockandroll

Belen Unzurrunzaga

Al final de la escapada

Vetusta Morla.

He tenido una cita después de mucho tiempo, no con alguien desconocido; ya nos conocemos. Nos hemos ido encontrando a lo largo de mi vida durante quince años, hay algo especial que no se muy bien como explicar, pero a estas alturas tengo claro que este enganche es para siempre. Pensar en vernos me provoca alegría, excitación y muchas ganas de vivir todo lo que el momento al estar juntos me provoca. Es una relación pura, donde existe una gran complicidad cultivada durante años; hemos cambiado, hemos crecido, hemos madurado, y aquí sigo, fiel a nuestra historia.

La música se ha convertido en mi relación más estable; no reprocha, no pide explicaciones, me cuida, anestesia, provoca alegría, otras veces nostalgia, algunas éxtasis, desinhibición, otras dolor, amor, pero sobre todo me conecta conmigo. Mi manera de salir a divertirme es siempre a través de la música en directo, festivales, conciertos en salas, y así es como empezó mi relación con Vetusta Morla, hace quince años, cuando llenaban salas pequeñas y cantaban Copenhague o Saharabbey Road. Fue un flechazo, desde entonces.

A lo largo de todos estos años he crecido con ellos, me han emocionado, he bailado y gritado hasta dolerme la cabeza y sentir una gran felicidad, también anestesiando mi dolor ante las hostias de la vida. Entre los momentos que guardo como únicos siempre estarán: en Murcia un concierto de la gira La Deriva y esa fusión perfecta entre ellos y la Orquesta Sinfónica de la Región de Murcia en 2012, para recaudar fondos por los damnificados del terremoto de Lorca, mi lugar de nacimiento. «Un terremoto es una sacudida del terreno por el choque de dos placas tectónicas y la liberación de energía que eso genera. Una banda de rock colisionando con una orquesta sinfónica que viene del mundo del clásico, para liberar energía y reorganizar ese terreno que se vio afectado por el terremoto», fueron las palabras de Pucho, cantante de la banda en un concierto que quedará en la memoria de muchos por todo lo que significó, humana y musicalmente.

Han seguido sacando discos, tocando en festivales, explorando y descubriendo sonidos, instrumentos, experimentando y creciendo hasta llegar a nuestra última cita, en 2022, en Madrid, el pasado 24 de junio en casa, en el Wanda Metropolitano. Volver a un estadio donde he currado y donde me tratan tan bien era un añadido más para que la noche más corta del año pasara a formar parte de unos de esos días para el recuerdo. Se hizo de noche, y arrancó el show con Puñalada Trapera y un público entregado. Este último disco es homenaje al folklore, las raíces, la música tradicional, que reúne en el escenario a la orquesta Cable a Tierra compuesta por las bandas El Naán y Aliboria perfectamente fusionadas con el sonido Vetusta, con una puesta en escena con pantallas y visuales que jugaban al ritmo de la música, de forma hipnótica, complemento perfecto para setlist elegido que fue pasando tras su repaso al último trabajo Cable a tierra, por imprescindibles como Maldita Dulzura o Golpe Maestro, sin olvidarme en la recta final de Cuarteles de invierno o Los días raros, canción con la que siempre cierran cada concierto y a mí me deja con lágrimas en los ojos, tras cantarla y bailarla como si el fin del mundo estuviera cerca.

Rodeada de amigos, la noche más corta del año la recordaré como otra cita inolvidable, donde la música volvió a conectarme conmigo tras dos años de silencio. Una más que sumar a nuestra historia, donde sólo espero, que a mi banda favorita aún le queden muchos años y que su mejor canción aún esté por venir. Que los buenos nos celebren, que los malos lancen dardos y que todas mis canciones hablen bien de ti. Al final de la escapada.

Y cómo decía un gran amigo, ojalá alguien haya escrito Vetusta Morla en la pared del baño del Metropolitano.

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