La Opinión de Murcia

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Andrés Torres

Cartagena D.F.

Andrés Torres

Quemados

Batalla campal en Cartagena

El homo erectus descubrió el fuego hace más de un millón y medio de años, en plena era glacial. Eso es lo que dicen los arqueólogos, según la wikipedia. Desde aquellas primeras chispas, la humanidad ha experimentado una evolución constante. Nos hemos erguido completamente y nuestro cerebro se ha desarrollado para dar lugar al homo sapiens, hemos protagonizado la revolución neolítica, las primeras civilizaciones comenzaron a concentrarse en sociedades con gran peso de los intelectuales, los clásicos griegos y romanos generaron buena parte del urbanismo, las leyes, las costumbres, la cultura y el arte que imperan aún en nuestros días, los medievales se mostraron capaces de levantar excelsas catedrales, conquistamos el mundo entero, impusimos el poder de la razón, de la libertad, la igualdad y la fraternidad, revolucionamos la industria, la economía y hasta fuimos capaces de volar, nos enredamos en la red de redes, metimos el mundo entero en nuestra mano a través de una pantalla y emprendimos el rumbo hacia el metaverso, hacia una segunda vida digital paralela a la real, como si no tuviéramos bastante con una. 

Desde el descubrimiento del fuego a la inteligencia artificial hay un largo camino, pero me da a mí que algunos se han quedado atascados en lo más remoto del principio de nuestra historia y que su cerebro sigue reducido a la mínima expresión.

La batalla campal que se vivió hace unos días junto a una urbanización de la Nueva Cartagena refleja muchas cosas, pero la principal es que son muchos los que apenas han evolucionado. O tal vez sea, como dice un amigo, que estamos involucionando. La masa de jóvenes y, probablemente, no tan jóvenes que se enfrentó esa noche a la policía evidenció, en primer lugar, la absoluta falta de respeto hacia los vecinos a los que la elevada música no dejaba descansar, pero también la denigraste pérdida total de autoridad de los uniformados, a quienes estos energúmenos hicieron caso omiso cuando les pidieron que bajaran el volumen. 

Lejos de obedecer, los rodearon, los apalearon y hasta los mordisquearon en un ejercicio de brutalidad que los propios policías señalan que cada vez es más habitual. Seguramente, nuestros antepasados prehistóricos eran menos salvajes. ¡Lamentable!

Para más inri, pocos días después, otros primitivos se escudan y excusan en la noche de San Juan para liarla parda y provocar sesenta intervenciones de los bomberos y treinta incendios en una sola velada. Da que pensar que el propio concejal de Seguridad se consuele con que la labor preventiva de las brigadas municipales posibilitó que ‘solo’ se quemaran veinte contenedores. ¡Solo veinte!

Y eso que dicen que la música amansa a las fieras. No parece que haya sido el caso durante la celebración del Rock Imperium Festival este fin de semana en Cartagena. El evento nada tiene que ver con estos vándalos, que no necesitan razones ni argumentos para montarla. La celebración de este festival es un lujo que aplaudir, por el que felicitar a sus promotores y a nuestro Ayuntamiento por atraerlo para nosotros, que nos beneficiamos directa o indirectamente de los diez millones de euros que genera. Que vengan muchos festivales más como éste, que colmen nuestros hoteles y nuestros bares y tengamos que construir y abrir más. Que sigamos aprovechando ese filón turístico de nuestra bella Cartagena, cuya visita este verano no sé si será para recordarla toda la vida, como reza el eslogan de la campaña municipal para atraer más visitantes, pero sí estoy convencido de que hacer una parada en nuestra ciudad merece mucho la pena.

Volviendo al fuego, no quiero terminar sin resaltar que la auténtica hoguera la llevamos todos por dentro, con una inflación incendiaria, unos recibos energéticos de atraco y una gasolina a precio de oro. Como sigamos así, vamos a tener que volver a vestirnos con las pieles de animales, pero sin confeccionar, y a salir a cazar para asegurarnos el sustento, que no podremos calentar ni cocinar con gas o al horno eléctrico, por lo que tendremos que volver a descubrir el fuego antes de que acabemos quemados del todo.

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