La Opinión de Murcia

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Enrique Nieto

Pintando al fresco

Enrique Nieto

De boda

Parece ser que la gente se casa más. Ya el año pasado hubo un aumento tremendo de bodas en España. La pandemia había mantenido en sus casas al personal los dos años anteriores y nadie se arriesgaba a montar un bodorrio del que salieran los invitados pasados de copas y de virus, y que se recordase la boda de Juanita y Francisco José como aquella en la tuvieron que hospitalizar a la mayor parte de las familias y allegados, de los cuales habían muerto varios, entre ellos el padrino, la abuela de ella, y un cuñado de la madrina que había venido de Francia trayéndose de pareja una nueva mutación del virus.

Así que, en cuanto la covid comenzó a perder fuerza y a encontrarse que, cuando entraba en los cuerpos humanos, lo estaban esperando dosis de vacunas para debilitarlo, o, en su defecto, para cargárselo, todos los planes de bodas se pusieron en marcha con gran alegría por parte de los propietarios de salones de recepciones, productores de alimentos, como la dorada para hacerla al horno con verduritas a la plancha, o el solomillo de cerdo (de ternera a veces, pero las menos, que a la ternera cuesta mucho acercarse) bien a la pimienta, o con algún toque japonés en forma de alga fibrosa que tan de moda se han puesto. Vinos de precio medio (en la mayoría de las bodas siempre ponen vinos de precio medio, es decir, ni con envase de cartón, ni que valga la botella más de diez euros) etc., etc.

Y si se habla de estos productos de la celebración posterior también se puede hablar de los arreglos, avíos y aperos propios del caso. Para los contrayentes, de lo bueno lo mejor. Ninguno de los dos ha ido a misa desde que hicieron la primera comunión, pero, por supuesto, para muchos, la boda en una iglesia y con la novia de blanco pureza, por más que lleve viviendo con el novio ocho años y tengan dos críos monísimos, uno de una relación anterior. Y él, a tope, de traje y corbata modelo Lord Byron con brochecillo incluido. El tatuaje que lleva en el cuello –dos alas saliéndole de la nuez – no hace bien con este atuendo, pero a ella le gusta muchísimo, al igual que el que lleva en el glúteo izquierdo, un dinosaurio Rex, que es que la pone, no lo puede remediar.

Y así, a lo tonto tonto, el año pasado se celebraron casi 148.000 bodas en España, o sea, que habrá mucho concubinato, pero que la gente se casa, porque esta cifra quiere decir que 300.000 personas aproximadamente dieron el paso hacia el altar, hacia la mesa del juzgado, hacia el arco con flores del jardín o al de la playa, donde los esperaba un cura, un edil, un juez, o una amiga de ella que va a recitar un poema de Rabindranath Tagore que ha encontrado en Internet y que va muy bien para este acto, y es que hay poemas de Tagore para casi cada ocasión de la vida.

En estas cifras hay algunos apartados bastante interesantes. Por ejemplo, casi 22.000 españoles o españolas se han casado con 22.000 extranjeros o extranjeras, con lo que la pureza de sangre patria está poniéndose rarita, y ya veremos cómo les sienta a algunos que haya esta diversidad tan grande, que dios sabe a dónde nos va a llevar. Si teníamos poco con los ochocientos años de árabes en la Península Ibérica, que aquí lleva sangre mora hasta el gato, ahora van estos 22.000 y siguen mezclándose como si no hubiera un mañana.

Y también ha habido más de 5.000 bodas con cónyuges del mismo sexo, es decir, que 10.000 seres humanos han podido unirse legalmente y disfrutar de su afecto con toda libertad, que ya, si a los de la pureza de sangre les fastidia lo de los españoles casándose con extranjeros, sobre todo si son muy morenos o amarillentos, esto de que cada uno pueda querer a quien le dé la gana y vivir en absoluta libertad y legalidad su vida, es que les sienta como una patada ahí, pero no tienen más remedio que aguantarse. Como escribiría un amigo mío para terminar sus mensajes de wasap: Je, je, je.

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