La Opinión de Murcia

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Elena Pajares

Mamá está que se sale

Elena Pajares

Matar un ruiseñor

Una réplica del famoso diario de Ana Frank. EFE

Mi hija Cristina ha traído a casa un libro que habla de un montón de títulos que supuestamente hay que leer antes de morirse. Viendo la lista, desde luego voy a morirme ignorante total. Algunos me resultan conocidos, aunque nunca los haya leído. Pero otros, ni eso. Y eso que me tenía por lectora.

Por supuesto, en todo elenco de libros esenciales para entender la vida, no pueden faltar el Diario de Ana Frank (que, más que la vida, te ayuda a entender la maldad obtusa del ser humano), o la Odisea de Homero. Esa historia inventada de marinos, héroes y aventuras que siempre me pregunto cómo no se advierte su asombroso parecido con la vuelta al mundo de Magallanes. Y encima esta historia sí que era real. Y luego están los clásicos tremendistas que se han puesto ahora todavía más de moda, como 1984 de George Orwell y su predicción sobre Gran Hermano. Leer esta novela sí que la tengo como una tarea pendiente. Me mata la curiosidad de ver hasta qué punto fue premonitora, no es otra cosa. Porque no creo que me aterre pensar que la sociedad en la que vivimos en realidad esté dirigida por control remoto. Ya leí Un mundo feliz de Aldous Huxley, y, tras el shock inicial, sigo pensando que el espíritu humano prevalecerá siempre. Eso sí, la historia de John Salvaje no te la puedes perder.

Volviendo al libro de Cristina, me alegré de ver que salía Matar un ruiseñor de Harper Lee. Una de las novelas más bonitas que he leído, no necesariamente por contar una historia feliz o risueña, que para nada. Pero sí de lectura imprescindible para entender qué significa integridad moral o caridad hacia el desvalido, y qué efectos atómicos pueden tener el racismo o la injusticia cuando la turba se adueña de ellos. Podremos avanzar mucho y tener muchas maquinitas que lo hacen todo, y habrá Gran Hermano como en 1984, o Directores de Incubadoras de Acondicionamiento, pero las virtudes y defectos de la condición humana estarán siempre presentes. Así que la posición que adoptemos ante los conflictos será lo que nos haga avanzar o retroceder como personas y como sociedad.

La novela de Harper Lee (la única que escribió, que alcanzó popularidad inmediata y que hasta le hizo ganar un Pulitzer) cuenta una historia real, de cuando ella era pequeña, de cómo su padre defendió a un pobre chico negro, en un juicio, por haber violado a una chica blanca. El juicio lo pierden of course, y el chico es condenado, entre otras cosas porque estaba ya condenado desde que nació. Quiero decir desde que nació negro. Así que todos los crímenes que le imputaran, por surrealistas que fueran, resultarían probadísimos y por todos ellos le colgarían.

El chico era negro y eso le convierte en culpable. En la historia no sólo es hiriente la acusación falsa hacia un chico inocente del crimen. Resulta penoso ver la inocencia del chico como persona. Pobre, no muy inteligente, solo y desamparado. Pero es insoportable ver que la acusación la sostiene un borracho sin crédito alguno en la comunidad, y cómo ese testimonio de mierda sirve para acabar con la vida de una persona. Atticus Finch, el nombre ficticio que Harper Lee le pone a su padre en la novela, no puede evitar la condena, pero sí consigue que de algún modo se haga justicia, simplemente haciéndose cargo tanto de la defensa judicial como del cuidado personal y humano del chico, de forma pública y sin complejos.

¿Qué por qué se llama así la novela? Porque matar un ruiseñor, un pájaro que sólo canta y no hace daño a nadie, es sencillamente un acto de maldad. Justo lo que cuenta la novela y que las personas íntegras tienen que evitar.

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