La Opinión de Murcia

La Opinión de Murcia

ESCARABAJAL, DIONISIO

Jodido pero contento

Dionisio Escarabajal

América Latina se pasa al lado oscuro

Encarcelar a los opositores para que no puedan concurrir a las elecciones

Hace un par de décadas, parecía que los países americanos al sur del río Bravo, con la clásica excepción de Cuba, habían abandonado las tentaciones autoritarias y abrazado definitivamente las instituciones democráticas, que constituyen siempre la base más sólida para un futuro de paz social y progreso económico. Eso fue la ilusión del momento, pero parece que fue un sueño del que vamos despertando progresivamente para volver a la pesadilla que supone la conculcación sistemática de los derechos humanos y la negación de los derechos democráticos de libre expresión y libre participación democrática. Esta vez no han sido golpes protagonizados por militares de derechas, como en el Chile de Pinochet, o el caso de las dictaduras militares de Argentina o Brasil. En estos años, lo que hemos visto con enorme tristeza son dos países de envergadura significativa, Venezuela y Nicaragua, cuyos presidentes elegidos democráticamente en unas elecciones limpias, han optado por socavar, una vez en el poder, las instituciones democráticas y conculcar los más elementales derechos humanos y políticos de sus ciudadanos para aferrarse al poder y evitar cualquier alternancia, que es la esencia de una democracia.

La ‘revolución bolivariana’ de Hugo Chávez, sorprendentemente consolidada y endurecida por su sucesor Nicolás Maduro, un conductor de autobús identificado con el lumpen venezolano y que ha falseado sistemáticamente los resultados de las escasas elecciones convocadas para negar el pan y la sal a la oposición democrática, parece definitivamente enraizada en la patria del libertador de las Américas. Con la inestimable ayuda de nuestro expresidente José Luis Zapatero, un Rasputín sobrevenido que ayuda al régimen de Nicolás Maduro a apretar el nudo en la garganta de los opositores democráticos, el régimen dictatorial venezolano ve como pasan los días y la oposición democrática se desfonda ante la falta efectiva de apoyos por parte de Estados Unidos y Europa. Juan Guaidó, reconocido como presidente legítimo de Venezuela por múltiples países, entre ellos el nuestro, ni siquiera ha sido invitado a la cumbre de las Américas que se ha celebrado en California esta semana pasada. Una conversación telefónica con el presidente Joe Biden fue todo el protagonismo que se le permitió al presidente legítimo de Venezuela.

Precisamente esta reunión de países latinoamericanos, que se celebraba en territorio de Estados Unidos después de muchos años, ha evidenciado la deriva autoritaria y, sobre todo antioccidental, en la que está inmersa esta parte del mundo. El golpe definitivo a la cumbre ha sido la ausencia del presidente de Méjico, Andrés Manuel López Obrador, conocido como AMLO. Este populista de izquierdas, que llegó al poder con el respaldo ilusionado de millones de mejicanos, no ha hecho más que alimentar día sí y otro también, con sus parrafadas matinales, lo peor de los instintos antioccidentales de los mejicanos, amenazando continuamente con sus propuestas y leyes el proceso liberalizador de la economía que ha permitido un progreso evidente de Méjico en las últimas décadas. Afortunadamente, se le va casi toda la fuerza por la boca, como cuando exigió al Rey de España que pidiera perdón por la colonización, olvidando que los antepasados de los Borbones no fueron precisamente los que emigraron a América, al contrario que algún zarrapastroso aventurero antecesor del inmaculadamente caucásico AMLO. 

La razón dada por López Obrador, y por varios presidentes para no asistir a la cumbre de las Américas fue que Cuba, Nicaragua ni Venezuela, no habían sido invitados, precisamente porque una cumbre consagrada a ensalzar y potenciar los valores democráticos no parecía coherente con la presencia de los dictadores de estos países, dedicados con descaro y sin escrúpulos a encarcelar a sus opositores para que no puedan concurrir a las elecciones, caso de Daniel Ortega en Nicaragua, no convocar directamente ninguna elección, como el caso de la dictadura cubana, o falsear sistemáticamente sus resultados, como es la situación en Venezuela.

Pero, aún siendo grave el caso de estas tres dictaduras, consolidadas o emergentes, lo más preocupante con mucho es la evolución populista que estamos viendo en países tan importantes como Brasil y Colombia, ambos enfrentados a próximas decisiones electorales. a cuál más nefasta, entre populistas de derechas, como Jair Bolsonaro y Rodolfo Hernández, o de izquierdas Lula da Silva y Gustavo Pedro. Parece ser que la única alternativa posible para Latinoamérica es entre Guatemala o Guatepeor. Precisamente Guatemala, Honduras y El Salvador, están sufriendo situaciones económicas y de derechos humanos, dramáticas, que está provocando un serio problema de desplazamientos migratorios solo comparables a los que sufrimos en Europa por causa de las guerras y hambrunas africanas. 

Es cierto que Estados Unidos no está precisamente en disposición de dar lecciones democráticas a nadie, con el espectáculo que estamos reviviendo en estos días con las imágenes del asalto al Capitolio, pero es francamente frustrante ver cómo un par de décadas de progreso y estabilización democrática en los países de herencia hispana y portuguesa, se están yendo irremediablemente por el desagüe de la historia. Y eso por causa de situaciones externas como la pandemia y, ahora, la guerra en Ucrania, que están provocando un incremento dramático de la inflación, algo que siempre perjudica más a los que están en el límite de la pobreza, como el caso de estos países.

Y como escenario de fondo, nos encontramos de nuevo con el juego de lealtades y traiciones típico de la Primera Guerra Fría, renovado en esta ocasión por la imponente presencia de una potencia económica expansionista como China, a la que los derechos humanos y políticos no le importan un pimiento, precisamente porque es una dictadura oligárquica interesada por exportar su modelo autoritario y de corrupción endémica, que facilita su juego de influencia, al contrario que con una democracia estable con una prensa crítica. China y Rusia han encontrado en América Latina en estos últimos años, un territorio propicio para su juego de influencia económica y su afán de dinamitar el orden de la posguerra, dominado por la imposición de Occidente de relaciones basadas en las leyes internacionales y el respeto de los derechos humanos. De momento son todo malas noticias para unos países con los que los españoles tenemos múltiples lazos históricos y afectivos. Pero es lo que nos ha tocado vivir en estos tiempos de turbulencia generalizada.

Compartir el artículo

stats