La Opinión de Murcia

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Tribuna libre

Andalucía (España)

Cuando este artículo salga a la luz habrán acabado los factos conmemorativos del cuarenta aniversario de nuestro Estatuto de Autonomía. Casi con todos aquellos con los que he tenido la oportunidad de analizar estas décadas coincidimos en que los ciudadanos de nuestra Región están mucho mejor que hace cuarenta años.

Ahora bien, igualmente casi todos coinciden en que la autonomía de los territorios, entonces desarrollada, era la culminación del proceso político programado en nuestra Constitución, una transformación democrática querida, anhelada, pero no la democracia actual ni nuestra presente autonomía.

La razón de esa evocación ciudadana hay que buscarla en aquellos políticos que, elegidos para gestionar la solución a los problemas del pueblo, por sus actuaciones egoístas e insolidarias, transmiten a la sociedad la certera impresión de que lejos de la solución son el principal problema.

Los sistemas políticos, como las distintas ideologías, tienen sus pros y contras. Las democracias facultan a los ciudadanos para elegir libremente, también para rectificar cada cierto tiempo su opción, el problema surge cuando en unos y otros partidos albergan en sus filas a personajes corruptos y a quienes les tapan.

PSOE y PP han sufrido demasiado tiempo esta plaga. Y en estas circunstancias no cabe mirar para otro lado continuamente. No se puede un día decir ‘el que la hace la paga’ y al siguiente ‘a los tuyos con razón y sin ella’. Entre una frase y la otra no solo hay un abismo sentimental, sino un muro de hormigón armado que separa la honestidad de la caradura.

En estas estamos cuando el próximo día 19, en Andalucía, se celebran elecciones autonómicas, que siendo de suma importancia al determinar el gobierno de ocho provincias, de la región española más poblada de España con 8,5 millones de habitantes, de los que 6.641.828 están llamados a las urnas. Su efecto se concretará allí, pero su repercusión política puede transmitirse a toda España.

Que el efecto que deparen las urnas andaluzas influirá sobremanera en las próximas elecciones generales no lo duda ninguna encuesta. De ahí que hasta el CIS de Tezanos prepara la caída de Pedro Sánchez.

En las elecciones andaluzas se la juegan Moreno Bonilla y Juan Espadas, pero también Sánchez y Feijóo y, lo más importante, se la juegan Andalucía y España.

En Andalucía, al igual que en Murcia y en España, ya saben que la democracia se ha asentado en todo el territorio nacional, que los pueblos ya no son de izquierdas, de derechas ni de centro, que los ciudadanos son libres y cada cierto tiempo deciden libremente.

Los políticos conocen del hartazgo de la sociedad de Gobiernos degradantes de la unidad nacional, apoyados por quienes colaboraron con ETA, en otros lugares por tránsfugas y expulsados de sus propios partidos.

Después de tantos años de escándalos tengo la sensación de que los políticos han tomado nota del atracón de barbaridades que los españoles han venido digiriendo, del empacho de políticos ineptos sin oficio conocido al frente de una nación o de ciertas Comunidades autónomas, y la certeza de que hay quien ha cambiado el paso de los últimos años al PP, Nuñez Feijóo, y de quien, cautivo de su propio Gobierno, no puede hacerlo, Pedro Sánchez.

Tengo la impresión, y la ilusión, de que el pueblo puede perdonar, porque lo necesita, porque le sería imposible seguir viviendo democráticamente con tantas heridas abiertas.

Desde la certeza de la generosidad de los españoles debemos confiar en que el pueblo puede perdonar, pero los políticos que salgan de las urnas tienen que tener la rígida disposición a no volver a ofender al pueblo español.

La sociedad española está deseosa de auténticos liderazgos políticos, no solo sociales y económicos, también morales. Todos ganaremos. Ganará Andalucía y España.

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